El límite de los Pirineos ha pasado por su lado más débil, ya que se puede decir que está extendido por las bacterias y el norte de Gipuzkoa y Navarra.
El fuego rojo es producido por una bacteria, Erwinia amylovora. Como todas las bacterias es monocelular. Las células pequeñas en forma de caña tienen alrededor un montón de flagelos que les permiten moverse nadando en el agua. Debido a un polisacárido producido por la bacteria fuera de la célula, se encuentran acumulados como si estuvieran en aceites o lodos. A diferencia de otras especies del género Erwinia, E. amylovora no produce enzimas pectolíticas.
La bacteria puede crecer y vivir sobre las plantas epifíticamente (en hojas, pujes, pipas de flores, etc.) y coloniza los espacios intercelulares de los parénquimas sanos sin causar ningún daño aparente.
El fuego rojo ataca a numerosas especies y variedades de la familia rosácea. Los principales daños conocidos históricamente se han producido en la zona de veraneo – género Pyrus. El manzano – género Malus – también pega muy bien y últimamente los daños a esta especie se han hecho más importantes, al menos económicamente. Entre los frutales de pepita que toman el huésped de la bacteria destacan también el membrillo – Cydonia – y el níspero – Mespilus –. Todo el género de Sorbus (otsolizarra, hostazuria, maspila, etc.) entre los utilizados como elementos decorativos en los jardines y en los salvajes. ), espinos blancos ( Crataegus ) y los géneros Cotoneaster y Piracantha son los más afectados. En Euskal Herria estas plantas son de gran importancia, ya que pueden ser una reserva y refugio de la enfermedad en los alrededores de los manzanales que pueden sufrir los mayores daños.
Árboles frutales con hueso de la familia Rosáceo (ciruelo, melocotonero, albaricoque, cerezo, etc.) no los perjudica.
Los primeros indicios de ataque al fuego rojo aparecen en primavera. Una vez finalizada la floración, la misma inflorescencia y sus hojas a la vuelta se cogen y se aplastan con un color pardo-negro. Con la llegada de nuevos brotes en primavera, la planta adopta la forma de lo que ha pasado el fuego. De ahí el nombre de fuego rojo.
Se extiende desde el pujet hacia abajo, contaminando rápidamente las arcas, el tronco y las raíces. La infección hace que las partes de la planta se marquen.
La inflorescencia, las hojas y los pujs, una vez dormidos, no caen, quedan adheridos a la planta. Este es uno de los indicios más significativos de que el fuego es un mal.
En la arba y el tronco la corteza se hace de forma blanqueada y vacía y la madera adquiere un color rojizo cegado.
El fruto infectado tiene momentos similares de aclarado, después negros. No caen y pasan el invierno como momias arrugadas.
En las partes de la planta atacada por la bacteria se desprenden ttanttas en forma de resina o lica adhesiva. Son de color amarillento y extienden la bacteria y la enfermedad.
Pocos meses después de la enfermedad, entre ocho y quince en la mayoría de los casos, la planta muere.
La bacteria causante de la enfermedad inverna en el tronco y las heridas, chancros y orificios de las ovejas. En primavera, la lluvia y los insectos extenderán la enfermedad a través de una sudadera llena de bacterias que contienen estas heridas. En la planta sana la bacteria entra, en la mayoría de los casos, por el estigma del pistilo de la flor. A veces estoma, lenticela o herida. Las abejas que visitan plantas enfermas y sanas son los principales difusores de la enfermedad.
La infección del fuego rojo (contaminación) requiere una temperatura entre 18º y 30º y una humedad en el aire superior al 50%. Entre 21º y 30º, los días más peligrosos para la contaminación son los días claros en los que se está trabajando.
Si la temperatura o la humedad son escasas durante la floración, la contaminación se produce en la segunda floración de algunas variedades durante los meses de junio y julio. Variedades con facilidad para dar dos floraciones (peras William’s y Laxton, etc.) son, por tanto, las más sensitivas del fuego.
La enfermedad se extiende por las plantas ya existentes. Cuando el tiempo es húmedo y templado, en las partes atacadas se desprenden ttanttas viscosas rellenas de bacterias.
Vías de difusión:
La velocidad de reproducción y propagación de la enfermedad dependerá de las especies, variedades, técnicas de vigilancia y del tiempo atmosférico.
En Euskal Herria las pérdidas más significativas se pueden producir en manzanales, ya que tanto la manzana de sidra como la de mesa tiene una importancia económica considerable. Las plantas atacadas, en un alto porcentaje, pueden morir en pocos meses. Los que no mueren también tendrán una fertilidad muy limitada desde el principio del ataque, ya que el florecimiento y las nuevas pujas son prácticamente frustrados.
También puede causar daños importantes en los jardines. En los salvajes, sin embargo, es casi inmedible, pero el riesgo de mantenerla y extenderla a los demás es el más terrible.
En el caso de que parezca que los síntomas del fuego rojo, la primera tarea es informar lo antes posible a los técnicos de agricultura. En Euskal Herria la enfermedad acaba de entrar y cuanto antes controle y combate mejor.
No se conocen bactericidas que matan a la bacteria responsable del fuego. Por tanto, lo único que podemos hacer es controlarlo y reducirlo al mínimo posible.
Cada variedad presenta un grado de resistencia a la enfermedad diferente. Si no quieres meterte contra la enfermedad en una pelea perdida, elige las variedades más resistentes. También hay que tener en cuenta la capacidad resistente y la capacidad de dar altsumas traseras.
Como hemos dicho, el tiempo local tiene una gran importancia en la difusión de la enfermedad. En un lugar, más o menos, puede destruir fácilmente en otro lugar una variedad capaz de combatir la enfermedad. Arcillas y margas, con un drenaje deficiente y terrenos muy ácidos que hacen del manzano más doloroso del fuego.
La forma de cultivar la tierra y el abonado también tiene una gran importancia. La calcinación del suelo para bajar el pH a unos 6 y un plan de fertilización equilibrado, para evitar el exceso de nitrógeno, en primer lugar, ayudará al manzano a combatir la enfermedad.
Una poda responsable es imprescindible. Hay que olvidar el exceso de poda que provoca el derribo de pujas y altsuma demasiado fuertes. También se recomienda eliminar los arbatxos con ojos de fruta demasiado próximos al tronco o a las grandes charangas, que serían las más agresivas para la bacteria.
Desde el mismo momento en que se extiende la flor hasta que se ralentiza el crecimiento de los primeros pujs hay que inspeccionar el manzanal con frecuencia. Cortar y quemar todas las partes del árbol que presenten síntomas de fuego en cuanto se detecten. No recoger para encender fuego o para cualquier otro fin, ni depositarlo en el suelo bajo ningún concepto.
Todos los cortes deben realizarse por debajo de los veinte centímetros de cualquier herida o chancro. Los
útiles empleados en la poda o en cualquier tipo de trabajo, al pasar de un árbol a otro y en cada tramo de corte a cortar, se desinfectarán en molienda, lejía o alcohol.
Controlar también las plantas de la familia de los rosáceos que se encuentran en los jardines y bosques de la zona de Sagastia y detectar indicios de enfermedad, derribar y quemar toda la planta sin cupié.
Existen dos épocas de tratamiento bactericida. La primera, a finales del invierno, antes de que las bacterias que pasan el invierno en las heridas y los chancros vivan, con el fin de limitar el número de licas contaminantes que producen. La segunda, en estado puro de la flor, para protegerla del contagio con rojiblanco, se rocia con un antibiótico bactericida (terramicina, estreptomicina…). En los tratamientos hay que tener en cuenta el desarrollo de la floración, la temperatura y la humedad.
Además de estas dos temporadas, hay que estar todo el año sobre el manzanal, si no queremos que nos golpeemos con el fuego rojo que circula por la zona y nos hagamos la trituración. En caso de producirse un granizo o pedrisco, se deberá tratar el manzanal con antibióticos en menos de 24 horas. Si se quiere reducir el riesgo de transmisión del fuego por medio de insectos rígidos como el piojo, se deberá prestar más atención que al crontrol normal.
Actualmente sólo se puede controlar parcialmente el fuego rojo. Se puede controlar con genotipos resistentes, adaptando la forma de trabajar el manzanal y aplicando tratamientos bactericidas. En el mundo de la fitopatología ha sido un gran paso empezar a utilizar los antibióticos, ya que tiene sus ventajas e inconvenientes.
A partir de ahí, es decir, el camino de pasar del control de la bacteria sigue siendo largo. En Estados Unidos y Europa son numerosos los grupos de investigadores que se dedican a esta labor.
En Francia se está investigando el uso de formas “lentas” o no agresivas de la bacteria. Es decir, los pobres mutantes de la bacteria superarían a las bacterias agresoras y reducirían sus áreas de vida.
En Estados Unidos se está estudiando el efecto de los antibióticos, como la estreptomicina y la oxitetraciclina. Sin embargo, se han dado cuenta de que las bacterias del fuego rojo resistentes a los antibióticos se forman con facilidad. El uso de otras bacterias rivales, como Erwinia herbicola o Pseudomonas fluorescens, así como el papel de difusor de enfermedades de las abejas están siendo investigados.
Otra vía de investigación, también en Estados Unidos, se centra en el biocontrol. El objetivo es reforzar los microorganismos propios de las células y tejidos de la flor que atacan inicialmente las bacterias. La base de este estudio son los tejidos florales de las variedades prósperas que proporcionan pequeñas manzanas utilizadas habitualmente para aumentar la polinización.
También se está estudiando el uso de las diferentes formas del nitrógeno (amoniaco, urea, etc.) y la importancia que tiene el propio manzano que lo produce y el crecimiento de las especies de vela en las que se encuentra presente en la agresividad bacteriana.
En 1995, concretamente en un manzanal de Lezo, se detectó por primera vez el fuego rojo en la península ibérica. Este manzanal salió del culo y se quemó. En 1996 se encuentran indicios de que la enfermedad se está extendiendo por Gipuzkoa y se derribaron y quemaron todas las plantas con enfermedades que se encontraron en manzanales, jardines, etc.
Esta labor de seguimiento y oposición no es suficiente. La enfermedad puede contagiar fácilmente los manzanales de manzanas de sidra tan arraigadas en Gipuzkoa y extenderse a los territorios circundantes, pues se extiende por medios naturales como pájaros, insectos o lluvia.
Mediante el decreto 74/1997, de 11 de noviembre de 1997, la Diputación Foral de Gipuzkoa pretende prevenir la enfermedad. Los puntos más importantes del Decreto son: