La AGHA, un trastorno que afecta al comportamiento de los niños, se caracteriza por su incapacidad para permanecer quietos, concentrarse y prestar atención a las cosas, y por reaccionar demasiado rápido. Al menos en el 60% de los casos los síntomas han persistido en la edad adulta. La falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad son los tres síntomas principales del síndrome, que normalmente aparecen antes de los siete años. Por tanto, el diagnóstico debe realizarse antes de esa edad.
Según los expertos, la madre ‘nota’ el comportamiento inestable o nervioso del feto durante el embarazo. El niño con hiperactividad empieza a caminar muy rápido, con 9-10 meses. Y para acabar con los signos generales, la armonía materno-infantil no es total, ya que el niño se enfrenta desde pequeños a su madre
Y aunque estos tres síntomas constituyen un cuadro clínico notable, desgraciadamente, siguen existiendo niños que no han sido correctamente diagnosticados ni tratados. En algunos casos, los padres no dan tanta importancia a estos síntomas como para que se produzca una alteración; por otro lado, los trastornos del comportamiento se ‘toleran’ de alguna manera en nuestra sociedad; y por último, aunque se diagnostican, hay niños que no son tratados, aunque las consecuencias puedan ser graves.
Según la guía DMSN de la Asociación Americana de Psiquiatría, la mejor herramienta para el diagnóstico de enfermedades mentales y trastornos mentales en la actualidad, para diagnosticar el TDDR es necesario que aparezcan dos o más síntomas de desatención o hiperactividad o impulsividad. Estos síntomas deben durar al menos seis meses, hasta que se produzcan problemas de adaptación o adaptación y sean incompatibles con el desarrollo del niño.
Por otra parte, los signos o síntomas del TDMA deben aparecer antes de los siete años de edad y es necesario que esta falta de adaptación sea evidente en dos o más situaciones (en casa, en la escuela, etc.). ). Estos síntomas no deben aparecer mezclados con otros trastornos mentales.
Las investigaciones aún no han identificado la causa definitiva del TDMA, pero todo apunta a que los factores biológicos, especialmente la falta de dopamina y noradrenalina neurotransmisores, tienen una gran importancia en la génesis de la enfermedad.
La dopamina es una sustancia química natural, según los expertos, la dopamina activa las estructuras cerebrales que se encuentran tras el ‘premio’ o refuerzo del comportamiento socialmente aceptado. La noradrenalina, por su parte, actúa más lentamente en el cerebro y, según se cree, controla el sentido de alerta, la capacidad de atención selectiva y el sentido de la orientación. Por tanto, es fácil comprender que en caso de fallo de la dopamina o de la noradrenalina aparezcan los síntomas mencionados anteriormente.
Además, los expertos consideran que el TDDR tiene una base hereditaria, pero todavía se encuentran en las primeras fases para conocer las secuencias de los genes implicados en la alteración. No obstante, también son importantes los factores relacionados con el medio, y son muchas las características y factores dinámicos dentro de la familia los que pueden provocar o explicar los síntomas de esta alteración.
El tratamiento debe ser adaptado a cada niño, pero los estudios demuestran que combinando medicamentos e intervención psicológica, educativa y social se obtienen los mejores resultados. Para conseguir el máximo éxito, el tratamiento debe contar con la participación del niño, sus padres, otros familiares y educadores, siempre bajo el control del médico.
El tratamiento farmacológico debe iniciarse a los 6 años, para 2-3 años. En la actualidad, el metilfenidato que reorganiza el funcionamiento de los neurotransmisores es el más utilizado. Además de los medicamentos, es importante tener en cuenta la exclusión social que pueden sufrir los niños y tomar medidas en contra. Los niños hiperactivos suelen ser más agresivos, entregados a destruir las cosas, dominantes, duros y más ásperos que sus amigos, lo que provoca un cierto rechazo y rechazo en el grupo. Por supuesto, a largo plazo empeora el comportamiento del niño y disminuye su rendimiento. Cuidado, por tanto, con este aspecto social, que es muy importante.