Transformación del paisaje desde el culto a la naturaleza

Kortabitarte Egiguren, Irati

Elhuyar Zientzia

"En Euskal Herria no quedan metros cuadrados sin contacto ni transformación humana. Todo lo que vemos es hecho por nosotros". Esto es muy claro para los paisajistas Jakoba Errekondo y Asier Galdos. Precisamente, a raíz de las huellas de todo lo que hemos hecho, han analizado la evolución del paisaje en Euskal Herria.
Transformación del paisaje desde el culto a la naturaleza
01/09/2009 | Kortabitarte Egiguren, Irati | Elhuyar Zientzia Komunikazioa
(Foto: Gobierno de Navarra)

Al escuchar la palabra paisaje, a menudo representamos un paisaje bucólico y atractivo. Nos hacemos una foto con montañas, mar... Pero también los pabellones, las fábricas, etc. forman parte del paisaje. De hecho, el paisaje es la totalidad de las partes del territorio que percibimos los seres humanos, y toda actividad humana influye en su aspecto. Por ejemplo, si nos dirigimos al bosque y observamos un hayedo con un grueso tronco y numerosas ramas ascendentes, no creas que tenga esa apariencia por casualidad. No. Eso no es cualquier pago. Se trata de un hayedo que en su día tuvo una gestión especial para un fin determinado, por lo que se le ha dado ese aspecto o poda que tiene.

En definitiva, los objetivos de las actividades humanas o, lo que es lo mismo, la economía de la época han diseñado el paisaje desde la Magdaleniense hasta la actualidad.

Cambiando de aspecto a lo largo de los siglos

Los paisajistas Jakoba Errekondo y Asier Galdos trabajan en diferentes lugares de Euskal Herria dando charlas sobre el paisaje. A lo largo de los siglos el paisaje y la naturaleza de Euskal Herria han ido evolucionando.
Irati Kortabitarte

En la evolución del paisaje de Euskal Herria se puede afirmar que hay tres grandes épocas de oro: Magdaleniense, XVI. siglo XX siglo. La relación entre los seres humanos y la naturaleza ha sido variada a lo largo de los siglos, según ha puesto de manifiesto la labor de los paisajistas. "Hemos pasado de un extremo a otro. Concretamente, del culto a la naturaleza. El hombre de la magdaleniense adornaba la naturaleza, era algo por encima de todo y el hombre era sólo una pequeña parte de la naturaleza", explica Errekondo. Prueba de ello son las cuevas de Ekain, Lascaux y Altamira, entre otras. En las paredes se encuentran imágenes de los caballos de Ekain, vacas en Lascaux y bisontes en Altamira.

En lugar de adorar la naturaleza, el hombre comenzó a dominar el Neolítico. Con la agricultura, las relaciones entre el hombre y la naturaleza comenzaron a cambiar radicalmente. Empezaron a incendiar el bosque, para hacer campos de cultivo, domesticaron a los animales... Dicho de otro modo, pusieron la naturaleza al servicio del hombre, situación en la que estamos.

Después, los grupos humanos conocieron las plantas y técnicas que llegaron de la mano de los romanos. Los romanos trajeron principalmente trigo, uva y olivos.

El hombre de la magdaleniense cultiva la naturaleza. Muestra de ello son las imágenes de los caballos que pintaban en la cueva de Ekain.
Xabier Eskisabel

XVI. Hacia el siglo XX, los habitantes de entonces empezaron a colonizar la naturaleza a través de los caseríos. "En cualquier caso, no pensemos que en aquella época los caseríos constituían una bonita vivienda familiar. El caserío nace como edificio o fábrica de sidra. Era un gran avance, ya que era el paso de la producción doméstica de la sidra a una producción totalmente industrial", ha explicado Galdós. La sidra era la bebida que bebía la sociedad industrial de la época. No bebía agua. Nadie bebía agua. No era porque les gustaba el alcohol, sino porque creían que el agua era un medio para transmitir enfermedades. "El agua era perjudicial para la salud, el vino estaba lejos y caro y tenían a mano la manzana. Además, dominaban la técnica sidrera. Por lo tanto, para ellos la sidra de todo el año era fundamental para sobrevivir", ha añadido Galdos. "Si en aquella época hubiéramos mirado desde un avión, la cuarta parte de Gipuzkoa iba a ser un manzanal".

Al igual que ahora, eran caseríos mixtos: los que allí vivían, además del trabajo del caserío, también tenían fuera de él. "El Euskalduna no es un granjero, es urbano mucho antes que el campesino", afirma Galdos. El baserritarra ha vivido en el caserío, pero siempre ha tenido relación con la sociedad comercial e industrial, sobre todo en el vertido atlántico, ya que sus tierras no han permitido vivir solas con ella. El vertido atlántico ha sido muy pobre desde el punto de vista agrícola. La situación es diferente en la vertiente mediterránea. Han sido tierras buenas y las uvas, trigo y olivos han permitido a sus habitantes vivir de la tierra y la riqueza. Por ello, el paisaje es completamente diferente, y durante muchos siglos la estructura y naturaleza del paisaje no ha sufrido cambios drásticos, a pesar de que en la actualidad está relativamente transformada con el desarrollo de la industrialización y las infraestructuras de comunicación.

XVI-XVII. En el siglo XVIII el País Vasco era totalmente industrial, pero con el declive del imperio español entró en crisis, vaciando los núcleos urbanos y volviendo a mirar la tierra. De hecho, una de las pocas posibilidades de vida era el laboreo. En aquella época de crisis traen de América una planta casi mágica: el maíz. Se adaptó fácilmente a las condiciones ecológicas de nuestro paisaje, se podía producir en tierras precarias en las que no se podía cultivar trigo, lo que daba siete veces más. Cada vez se colonizaron más terrenos, se construyeron caseríos por todas partes...

En el vertido atlántico, el baserritarra siempre ha tenido relación con la sociedad mercantil e industrial, ya que la tierra no ha permitido vivir solo del caserío.
Asier Galdos y Jakoba Errekondo

XIX. A finales del siglo XX Euskal Herria volvió a la senda industrial. El pino se convirtió en la estrella de los bosques, debido a su rápido crecimiento y a su fácil uso industrial, entre otros, en el sector del papel. Y XX. En el siglo XVIII se produjo una fuerte industrialización, hasta la destrucción de la propia naturaleza. Esta situación cambió el paisaje de noche a día. Desde entonces, el paisaje que nos rodea se ha llenado de infraestructuras. Las carreteras han sido las que más han ocupado el terreno y han dado forma al paisaje actual. "A pesar de que durante siglos el ser humano ha explotado y reducido los bosques, ahora hemos ido más allá y estamos destruyendo la propia tierra, la base del bosque. Estamos rompiendo montañas para construir túneles, carreteras, etc.", dicen los dos expertos. Esa es la realidad actual.

El futuro viste de bosque

¿Y en el futuro qué? ¿Qué nos viene? Es lo mismo que hemos preguntado a los expertos, que han respondido conjuntamente: "El futuro es el bosque. El bosque siempre ha sido la base de la economía, generando materias primas y energía". Dicen que lo seguirá siendo en el futuro. Por ello, es imprescindible decidir sobre el diseño del bosque en esta sociedad urbana. En esta sociedad urbana la industria ya no es tan importante, los servicios han tomado fuerza. Y los servicios necesitan comunicación. Por tanto, el paisaje futuro se centrará principalmente en las infraestructuras de comunicación. Se trata de un paisaje basado en la comunicación por cable, satélite, fibra óptica y autopista.

Un hayedo del parque natural de Aizkorri-Aratz.
Asier Galdos y Jakoba Errekondo

Hay que reflexionar sobre los beneficios que el bosque va a reportar a este tipo de sociedad. De hecho, el bosque irá ganando fuerza poco a poco. Gipuzkoa y Bizkaia siguen siendo, por detrás de Finlandia, los territorios con mayor proporción de bosques. Errekondo y Galdos coinciden en que en un futuro próximo los bosques deberán ser utilizados como fuente de energía. Consideran que debemos gestionar los bosques para generar biomasa. Al igual que en el pasado el bosque se diseñaba con diferentes tipos de árboles para elaborar carbón, el reto de futuro es analizar qué tipo de bosques necesitamos para producir biomasa y cómo gestionarla. Si queremos mantener como patrimonio otro tipo de prados y prados, tenemos que pagar, ya que no se pueden mantener amplios y hermosos territorios sólo por su belleza estética. "No obstante, se mantendrán algunos prados a medida que se elaboren quesos de oveja a buen precio", explica Errekondo.

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