El ozono, un problema demasiado manipulado

Aunque el problema del ozono estratosférico es un tema políticamente casi acabado, no ocurre así a nivel científico. Para algunos es evidente que debido a los diferentes intereses, la magnitud y el riesgo de los hechos se han incrementado y que en muchos aspectos, además de ofrecer una visión superficial, en muchos casos se ha falseado.

Por ejemplo, lo más importante y lo que es la esencia de la alarma, es decir, la adición de radiación ultravioleta nociva, no se ha confirmado. Por el contrario, el aumento del ozono troposférico y el crecimiento de las ciudades hacen que la población humana, en general, cada vez reciba menos radiación solar ultravioleta. Las noticias procedentes de ciudades chinas altamente contaminadas hablan del problema de la falta de radiaciones ultravioletas y no excesivas que puede influir en el desarrollo físico de los niños, ya que la vitamina D que aporta el sol es necesaria para un crecimiento saludable.

En muchas ocasiones, en el Distrito Federal de México, el aumento del ozono troposférico puede causar un daño más grave en la salud humana que el posible adelgazamiento del ozono estratosférico, especialmente en el sistema respiratorio. En términos ligeros, el ozono troposférico ha sido considerado como “malo”, tóxico y “bueno” el de la estratosfera, que nos protege de las radiaciones ultrómoras. Pero esto tampoco es cierto. Molécula a molécula, el ozono troposférico absorbe estos rayos antes que los de la estratosfera, lo que nos "protege" no sólo de la toxicidad sino también de las radiaciones ultravioletas. El problema, sin embargo, puede estar en sobreprotección, hasta el punto de que dificulta los beneficios de las radiaciones solares ultravioletas.

Cada vez hay más dudas al afirmar que el fenómeno conocido como “agujero de ozono” en la Antártida, que no es más que una disminución temporal de la capa de ozono sobre el continente, es un fenómeno nuevo. El aumento del cloro estratosférico probablemente agravaría el problema, aunque no hay lugar más adecuado para que se produzca este fenómeno, tanto por las dificultades para vivir en él como por la escasa incidencia de la radiación solar sobre el mismo.

Aunque el problema del ozono estratosférico es un tema políticamente acabado, no ocurre así a nivel científico. Todavía queda mucho por aclarar.

Es indudable que el aire con bajo contenido en ozono que puede extenderse a zonas más pobladas (Patagonia, Sudáfrica, sur de Australia) tiene efectos negativos significativos sobre las plantas y animales locales. Basta con observar en internet, cualquier día, el mapa de la distribución del ozono para darse cuenta de que el norte tropical de Australia, debido a la radiación que sufre por su ubicación, tiene una capa de ozono más fina que el sur más próximo al agujero de la Antártida.

Por otra parte, parece claro que la variabilidad interanual de los estados térmicos y dinámicos de la atmósfera polar afecta más al cambio de orificios periódicos que las constantes transformaciones químicas de los efectos humanos.

Otra idea errónea que se ha extendido es la irretroactividad del proceso de destrucción de ozono como recurso no renovable. Sin embargo, en algunos sucesos del pasado, como las erupciones volcánicas cataclismáticas, es posible que los niveles de ozono se sitúen en algún periodo por debajo de la erupción de Pinatubo en junio de 1991 y por debajo de lo suficiente. Con el suceso de Pinatubo la cota en Europa descendió un 8%. Y la vida, antes y ahora, continúa. Y el nivel de ozono también aumentó.

Aunque desde 1996 está prohibida la fabricación de CFC en los países más desarrollados, los gases de los frigoríficos y de las espumas aislantes aumentan la cantidad de cloro estratosférico, que seguirá aumentando, pero en un tiempo mucho menor de lo previsto por científicos y magos, ya que se consideraba que los CFCs iban siempre a la atmósfera.

El acuerdo de prohibición en el CFC fue una decisión política y económica bastante sencilla, ya que los potentes estados e industrias no salían perjudicados. Más bien al revés. Las principales industrias químicas fabricantes de CFCs, las multinacionales Dupont e ICI, propusieron la sustitución de HCFCs, redondeando el negocio y fortaleciendo el monopolio. No es de extrañar, por tanto, que los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido sean los principales protagonistas del acuerdo de Montreal. Cabe señalar, por otra parte, que el compromiso llegó antes de determinar la relación cuantitativa entre la cantidad de cloro estratosférico y la variación del equilibrio del ozono por debajo. Para ajustar la relación es necesario conocer con precisión en qué compuestos clorados se distribuye el cloro atmosférico y cómo y en qué condiciones se modifica esta distribución. Además, y sobre todo, conocer la influencia de las nubes estratosféricas polares.

De hecho, se sabe que las nubes estratosféricas polares juegan un papel decisivo en la incidencia del cloro en los procesos de activación o destrucción del ozono. En el proceso de desmantelamiento temporal, uno de estos dos factores, el aumento de la nube estratosférica polar o el aumento de la concentración de cloro, está por desvelar el mayor impacto que produce. Y el factor que determina el proceso de formación de estas nubes no es el mayor o menor número de cloro estratosférico, sino la temperatura y suciedad estratosférica.

Las reacciones de desnitrificación en la estratosfera son también fundamentales, ya que sin ellas no influye el cloro, pero todavía estamos lejos de los cálculos para determinar su velocidad. Se sabe, por ejemplo, que los aerosoles sulfatados que emiten los volcanes desnitrifican la atmósfera y, aun manteniendo la misma cantidad de cloro, ésta se hace más efectiva en el proceso de destrucción del ozono. Se desconoce el nivel normal de los productos sulfatados que admite la estratosfera, pero se cree que debido a las últimas erupciones se encuentra más sucio de lo normal, lo que, lógicamente, afectaría al nivel de equilibrio del ozono.

Para finalizar, señalar que los dos desastres atmosféricos que se han mencionado con frecuencia todavía se mezclan en la actualidad: el agujero de la capa de ozono y el calentamiento global causado por el efecto invernadero. En muchas ocasiones se ha dado una explicación tan ingenua como sencilla para explicar la relación entre la llegada masiva de radiaciones por el agujero de la capa de ozono que calienta la superficie terrestre.

Lo cierto es que el posible adelgazamiento de la capa de ozono supondría un simple aumento de la energía solar que llegaría a la superficie, ya que la radiación ultravioleta que absorbe el ozono es muy pequeña en comparación con el total de la energía que recibimos del sol, menos del 0,04%. Paradójicamente, la consecuencia es la contraria, es decir, el enfriamiento de la superficie debido al adelgazamiento de la capa de ozono. Al igual que el ozono, los vapores de agua y el CO2, es un gas de efecto invernadero que impide la pérdida de radiación infrarroja que la superficie terrestre vierte al espacio, devolviéndolo abajo, aumentando la temperatura de equilibrio de la superficie terrestre. Su posible disminución supondría un enfriamiento de la superficie terrestre, pero es posible que, contra el bullicio extraído, el problema de las próximas décadas sea un aumento del ozono global y no una disminución.

En el caso del calentamiento global no llegarán a un acuerdo tan sencillo como el de Montreal. Calentar un poco el mundo no es tan llamativo como el posible cáncer provocado por la supuesta destrucción del ozono en el planeta. A los rusos y chinos, y no son pocos, les vendría bien si la temperatura media subiera uno o dos grados. Por otra parte, no hay consenso en los intereses económicos, como ocurría en el caso del CFC, sino dos ámbitos diferentes.

Por un lado, y en la paradójica alianza, los ecologistas utópicos y partidarios de la energía nuclear, y por otro, la mayoría realista que seguirá utilizando y utilizando durante años los tradicionales recursos energéticos (basados en carbón, petróleo y gas).

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