Se ha hablado y escrito mucho sobre el cambio de hora, pero ¿tenemos alguna idea clara sobre el tema? No es mi intención actuar aquí a favor o en contra de ese cambio de hora, sino argumentar para qué sirve alargar la duración del día en verano y dar a conocer los experimentos que se han realizado recientemente con los escolares para demostrar que no hay ningún perjuicio para nuestra salud.
Como he mencionado en otras obras (véase Cronobiología: ¿el cuerpo es un reloj? ... Elhuyar. Ciencia y Técnica. Número 46. Abril de 1991), la rítmicidad es una de las características fundamentales de la materia viva y los cambios periódicos de veinticuatro horas (que constituyen el ritmo circadiano) son los que gobiernan las funciones o funciones de todos los seres vivos, desde los unicielulares eucariotas al hombre. Salvo raras excepciones, todas nuestras actividades metabólicas, fisiológicas y psicológicas son rítmicas.
La fuerza muscular, la temperatura corporal, el rendimiento mental, las secreciones neuroendocrinas (a mencionar sólo algunas), tienen un punto máximo en veinte horas (llamado acrofase) y un mínimo. Estas cumbres y depresiones no se separan de cualquier forma o aleatoriamente a una escala de 24h. Por el contrario, responden a una determinada estructura temporal. Así se define la CRONOBIOLOGÍA como el estudio de la estructura temporal de los organismos, analizando sus ritmos biológicos, sus alteraciones y mecanismos.
Actualmente está probada la existencia de relojes biológicos circadianos (es decir, con un ciclo de unas 24 horas). Son sistemas auto-rítmicos capaces de realizar una función de control del tiempo. En el ser humano los relojes biológicos están puestos a punto y calibrados para 24h. Están relacionadas con nuestra vida cotidiana a través de la pareja de actividades/descansos, o lo que es lo mismo, del programa autobús/trabajo/cama.
A través de sus ritmos biológicos y gracias a la sincronización de estos ritmos, el hombre (como otras especies animales y vegetales) es capaz de adaptarse al medio, teniendo en cuenta que los cambios en este medio están íntimamente relacionados con la gira que la Tierra realiza cada veinte horas alrededor de su eje. Nuestra programación permite, por ejemplo, que durante el sueño los niveles de adrenalina y cortisol se eleven hacia arriba, para que estén al mejor nivel a la hora de despertar.
Trabajos de deshora (nocturna, con turnos muy irregulares) o vuelos transmeridianos (desde París a Nueva York, p. ej.) dejan el cuerpo casi en estado experimental, los sincronizadores quedan desfasados durante cinco o más horas. Este desplazamiento de los tiempos de descanso y de miras (de ejercicio) obliga al cuerpo a poner nuevamente a punto sus relojes biológicos para situar las acrofases en su lugar apropiado a una escala de veinte horas de ritmo.
El organismo no se ajusta bruscamente al nuevo horario, ya que los mecanismos a reajustar son procesos biológicos complejos. Por supuesto, es mucho más fácil realizar el ajuste mecánico y/o electrónico, como poner el reloj a la hora adecuada.
Variables como el sueño/el ritmo mirando se ajustan inmediatamente en dos o cinco días. Otros, por el contrario, necesitan más tiempo para conseguir este ajuste: entre cinco y quince días para ajustar la actividad de la piel suprarrenal. Esto provocará una alteración de la organización temporal que, en función de cada variable fisiológica, se acentuará en mayor o menor medida en una persona. En retraso de fase (prolongación de la mirada, como ocurre con el vuelo de París a Nueva York, por ejemplo), casi el 85% de las personas tienen un ajuste bastante rápido. Por el contrario, cuando se acorta la mirada, como ocurre en el vuelo New York-París, el ajuste de los ritmos biológicos es mucho más lento.
El deslizamiento horario de los sincronizadores deberá ser de al menos 5 horas para provocar el cambio de los ritmos circadianos. Cuanto mayor sea este desplazamiento (el límite está entre 7 y 12 horas), mayor será la duración del ajuste. Los desplazamientos horarios importantes (al igual que ocurre en el trabajo nocturno, de cinco o más horas) pueden ocasionar una serie de alteraciones en algunas personas: fatiga permanente (que no desaparece en reposo), alteraciones del sueño (dificultades para dormir, despertar con paloma, descansos de mala calidad), irritabilidad (enfados injustificados, discusiones con los amigos) y alteraciones digestivas.
En el otro extremo, los deslizamientos de una hora o de 2 horas no afectan significativamente a la organización temporal de las personas. Esto significa que en estos casos no se detecta alteración de los ritmos biológicos, ni efectos clínicos o síntomas. Parece ser que el cuerpo humano es capaz de soportar sin problemas una hora de cambio.
95 niñas de la zona de París (todas ellas estudiantes de una escuela) fueron estudiadas en un estudio entre el 30 de marzo y el 11 de abril de 1987, debido al cambio de hora que se realizó el 29 de marzo a las doce de la noche. Chicas de 8 a 11 años, 3º de EGB, La actividad diaria se prolongaba de 7,30 a 9,00 horas. A determinadas horas (9 h, 11 h, 14 h y 16 h) las propias chicas, que se dedicaban voluntariamente a esta investigación, midieron diversas variables psicofisiológicas (fatiga, sueño, inteligencia) mediante escalas visuales analógicas, además de medir su temperatura bucal. Estas mediciones se realizaron los lunes, martes y jueves durante dos semanas consecutivas. (Ver resultados en la imagen).
A continuación se presentan las mediciones realizadas en el alumnado de 10-11 años: A, temperatura de boca; B, edad; C, sueño. La temperatura no sufre ningún incidente estadísticamente significativo. A pesar de que el lunes siguiente al cambio de horario se acentúa más la disminución de la edad y el aumento del sueño, la situación está normalizada para el jueves.
No hay, por tanto, razones biológicas y/o clínicas para afirmar que el desfase de una hora es un factor que puede alterar nuestra salud física y mental o la de nuestros hijos. Digamos, además, que en los dos trabajos dedicados a la cronobiología del niño, recientemente publicados, tampoco se mencionan los efectos del cambio de hora. Para terminar repetiremos lo que dice el refrán: Catorce nueces lejanas, cuatro cerca.