Está prevista la inauguración de la nueva sala de conciertos. ¿Cómo será el ambiente que nos ofrecerá la sala? ¿cómodo y cálido? ¿y la calidad de la música? Estas son las preguntas que siempre se hacen. Las respuestas, sin embargo, no suelen existir grandes consensos. Para algunos es muy “frío”, ya que la sala no lo hace correctamente.
Para otros puede ser muy “confuso”, porque la reverberación es inadecuada para la música interpretada por la orquesta sinfónica, etc. Los juicios estéticos nunca han coincidido del todo. Sin embargo, la ciencia también ha avanzado mucho en este campo en los últimos años y se puede predecir la calidad sonora de un teatro, ópera o concierto sinfónico en una sala ya sólo en plano.
¿Qué es lo que hay que pedir a una sala de música? Responder adecuadamente a la música. Por lo tanto, deberemos definir en qué consiste esta idoneidad. Se le pedirá claridad, es decir, que se “entienda” fácilmente, tal y como se suelen recoger las palabras en una conferencia.
Pero eso no significa frialdad. La música tiene que agarrar el traje, es decir, las reverberaciones tienen que “calmar” la música. De aquí se deduce que esta idoneidad tiene unos niveles mínimos y máximos en cuanto a reverberación. La siguiente característica es el nivel de intensidad. Los pianíssimos deben escucharse con claridad, pero en el siguiente compás la orquesta afronta con dureza sin sufrir las orejas. La música tiene que rodear al oyente. La música que da la sensación de que viene de un agujero no nos hará disfrutar mucho.
El experto en acústica debe traducir todas estas características a parámetros físicos medibles físicamente. Hay que tener en cuenta que hoy en día el amante de la música puede tener muy buenos aparatos para reproducir música en su propia casa, por lo que cuando escucha música en directo no se conformará fácilmente con sonidos de peor calidad.
Hemos dicho que la reverberación debe estar entre un mínimo y un máximo para que la calidad del sonido sea buena. Es una excesiva reverberación, por ejemplo, la que hace invisibles los conciertos de piano en la iglesia.
¿Pero qué es la reverberación? El tiempo de reverberación es el parámetro que nos interesa y se mide como el tiempo necesario para perder una intensidad sonora de 60 decibelios después de la emisión de la fuente sonora. En otras palabras, un tiempo de hasta 10 6 veces el cociente entre las energías inicial y final. Perder 60 decibelios no siempre es posible.
Para ello el sonido inicial necesita unos 95 decibelios en una sala con un fondo de 35 decibelios (sala muy silenciosa) y esa intensidad es del nivel del fortissier de la orquesta. Para el oyente, sin embargo, lo importante es el tiempo de pérdida de los diez primeros decibelios. En la práctica, la pérdida de 20-30 decibelios es la que produce la sensación de este efecto. La parte inicial de la pendiente de la curva que representa la pérdida de decibelios es, por tanto, la más importante.
La forma más sencilla de explicar la reverberación es la acústica geométrica. Las ondas sonoras que llegan a un punto han recorrido un recorrido diferente desde la fuente y por la sala. Además del sonido directo, recogemos también los sonidos reflejados, es decir, las ondas que se reflejan en las paredes y otros elementos de la sala. El intervalo de tiempo entre los sonidos directos y los reflejados se debe a diferencias entre recorridos. La fórmula de Sabine indica que la reverberación aumenta en función del tamaño de la sala y disminuye en función de la absorción de las paredes.
La frecuencia del sonido también tiene mucho que ver. Admitimos tiempos de reverberación más largos que para las frecuencias bajas.
Cuando el oído humano recibe el sonido se comporta con una pequeña inercia. Por eso se asume que las ondas reflejadas en los primeros 80 milisegundos se corresponden con la onda recta. A partir de ahí las reverberaciones. Pero si después de esos 80 milisegundos llega una reflexión suelta y una amplitud grande, eso es eco. El eco, por supuesto, es perjudicial y debe evitarse totalmente en una sala.
Cada punto de la sala tiene su propio ecograma. En él se recogen todos los sonidos directos y reverberaciones. En un tiempo era casi imposible hacer estos ecogramas, ya que era muy difícil leer los sonidos correspondientes a esos puntos. La utilización de las nuevas técnicas de tratamiento de señales que se conocen en la actualidad facilita mucho la recogida de datos sobre la calidad de la sala.
En la actualidad se pueden realizar ensayos con sólo el proyecto. Para ello se utilizan maquetas especiales. Reduciendo las dimensiones y aumentando las frecuencias se puede predecir cómo será la respuesta real de la sala. Pero estas maquetas son muy caras y además hay otro inconveniente: es muy difícil simular adecuadamente la absorción de las paredes.
La informática también ha colaborado en este campo. Hasta ahora, antes sólo se tenían en cuenta los reflejos, ya que no era posible hacer cálculos teniendo en cuenta todos los reflejos. Ahora, mediante programas especiales, es posible realizar cálculos mucho más complejos. Y ya se han construido salas diseñadas con la ayuda de programas como la ópera de Bastilla en París.
Teniendo en cuenta el número de músicos y el tamaño de la sala, la calidad de la música que se escuchaba en estas salas era buena. Son seguidores de aquellas primeras salas. Salas de conciertos rectangulares del siglo XX. Una de las características de estas salas es la existencia de balcones largos y estrechos en las paredes. Así son las salas “Musikverein” de Viena y “Symphony Hall” de Boston. Estas salas tienen forma de caja de zapatos.
XIX. A lo largo del siglo XX la orquesta sinfónica creció y con ella las salas necesitaban cada vez más tamaño, tanto para músicos como para reunir a un público cada vez más numeroso. La sala “Royal Albert Hall” de Londres es de aquella época. Su objetivo era poder reunir a cinco mil personas, lo que les llevó a ensayar la planta elíptica. Los resultados, al menos acústicamente, han sido lamentables y posteriormente ha sido necesario realizar una serie de adaptaciones para corregir los errores.
Las salas rectangulares también tienen un problema. Desde todos los asientos no se ve bien la orquesta y hay asientos muy incómodos, como los laterales. Hay que tener en cuenta que hoy en día los amantes de la música escuchan música de muy buena calidad en su propia casa, por lo que cuando van al concierto, además de pedir calidad sonora, quieren ver y disfrutar a los músicos. Se ha tratado de ir al diseño de los teatros griegos y romanos para solucionarlo, pero no se han obtenido buenos resultados. Son salas demasiado grandes y la música no alcanza la intensidad deseada.
¿Cómo conseguir una sala que aúne los ricos reflejos laterales que ofrece la sala rectangular y la visibilidad de las salas en forma de concha? Para ello han empezado a utilizar la técnica llamada Weinberg. Weinberg significa viñedo: el público está dividido en más de 100 escaños, a distintos niveles y separados por paretillas. Así el oyente tiene la sensación de estar en una sala pequeña y agradable. La Sala de la Filarmónica de Berlín y la Acrópolis inaugurada en Niza en 1985 han utilizado esta idea para asegurar la calidad y el confort.
Pero esto no significa que la ingeniería acústica haya llegado a su destino. Ahora podemos predecir cómo se escuchará una sinfonía en una sala determinada, conociendo los planos de la sala. Sin embargo, este tipo de construcciones dependen de muchas condiciones, incluso económicas, por lo que los técnicos deben buscar la solución más adecuada en cada caso. La sala estará definida por una serie de características y elementos principales y matiminos a analizar y decidir entre arquitectos, decoradores, escenógrafos, expertos acústicos y responsables de las obras.