En condiciones fisiológicas normales, en todos los organismos vivos se producen estrés oxidante, fenómenos de oxidación en células y tejidos. Estos procesos, en condiciones normales, están controlados por sistemas antioxidantes. Sin embargo, cuando se produce un desequilibrio entre los sistemas oxidantes y antioxidantes, el riesgo de padecer enfermedades crónicas y degenerativas, como el cáncer y las enfermedades del corazón, suele ser mayor.
Las reacciones de oxidación más comunes consisten en la formación de oxígenos radicales y reactivos (denominados radicales libres) que pueden provocar transformaciones en el ADN.
Estos oxidantes, internos o externos al cuerpo (humo de tabaco, rayos solares, radiaciones ionizantes, etc.) pueden ser. Para poder proteger nuestra salud ante todos ellos, será necesario que incorporemos antioxidantes a través de nuestra dieta diaria.
Los antioxidantes inhiben estas reacciones de oxidación y bloquean los radicales derivados del oxígeno. Los antioxidantes más conocidos en la actualidad son algunas vitaminas (alfa-tokoferoles o E, beta-carotenos o A y C) y algunos oligoelementos (selenio, cobre y zinc).
El licopeno es un carotenoide natural que no se convierte en vitamina A. Eso es lo que da color rojo a algunas frutas y verduras. A medida que la planta va madurando, los niveles de clorofila van disminuyendo y los viscotopos, principalmente, y otros carotenos, en menor medida, adquieren predominancia. Son los que dan color y brillo a la planta.
En cuanto a sus características físicas, el licopeno es más soluble en disolventes orgánicos (éter, cloroformo, etc.) que en agua. Y su poder antioxidante se debe a su estructura química, con numerosos enlaces dobles que facilitan la búsqueda de radicales libres de oxígeno de enorme poder oxidante. Además, el licopeno participa en el control del desarrollo celular. Cuando no hay licopenes, las células crecen de forma más confusa.
El licopeno se encuentra principalmente en el cuerpo humano, los testículos, la próstata, las glándulas suprarrenales y el hígado. En menor grado, en mamas, arenas, pulmones, piel, etc.
No encontramos licopeno en muchas comidas, siendo el tomate la fuente más rica de esta sustancia (0,7-20 mg/100 g). La sandía (2,30-7,20 mg/100 g), la guayaba (5,23-5,50 mg/100 g) y la papaya (0,11-5,30 mg/100 g) también lo contienen en parte.
Sin embargo, la cantidad de licopeno de estos alimentos varía en función de su madurez, grado de transformación, etc.
Además, al contrario de lo que ocurre con muchos otros alimentos, tras el calentamiento de la comida se incrementa la biodisponibilidad del viscopo, es decir, el licopeno del tomate sometido al proceso culinario se convierte en un isómero más eficaz. El tomate al detalle tiene el mismo efecto. Por otra parte, la asociación de lípidos y viscotopos en nuestra dieta facilita la disolución de este último y facilita su absorción intestinal. Por ello, el licopeno es más provechoso cuando calentamos o hacemos el tomate con aceite, y la capacidad del licopenco para prevenir el cáncer y las enfermedades del corazón es más eficaz.
Este elemento básico de la dieta mediterránea procede de México XVI. El siglo XX, sin embargo, pasó más de 200 años antes de su aprobación en toda Francia, Alemania y Europa del norte.
El tomate fresco contiene casi el 94% de agua, pero también contiene hidratos de carbono (3,54%), proteínas (0,85%) y grasas (0,33%). Es una comida que aporta muy poca energía (21 Kcal/100 g). Además, contiene fibra soluble en agua (1,1%), lo que aumenta la movilidad intestinal y reduce los niveles de colesterol en sangre.
Sin embargo, es tan rica en sales minerales, vitaminas y sustancias fitoquímicas que aporta.
La principal sal mineral es el potasio (222 mg/100 g), seguido de hierro (0,45 mg/100 g), magnesio y fósforo. Se dice que es una buena fuente de hierro: en el mismo peso aporta nueve veces más hierro que la leche, por ejemplo.La vitamina más abundante es la vitamina C (19,1 mg/100 g). La naranja tiene menos de 53,2 mg/100 g, pero con un tomate conseguimos un tercio de la vitamina C que necesitamos diariamente. Contiene también importantes cantidades de B1, B2, B6, niacina, ácido fólico y probitamina A.
Las principales sustancias fitoquímicas que encontramos en el tomate son:
Por estas características, es muy beneficioso para todos comer tomate, de diversas formas (crudo en ensaladas, zumo de tomate, salsa de tomate...) y especialmente recomendable en:
A continuación se analizan dos propuestas conocidas en la dieta mediterránea para aprovechar de la mejor manera el licopeno del tomate y, en general, todas sus propiedades:
Estos dos platos, además de dulces, son una excelente fuente de salud por todo lo expuesto.