Existen estadísticas sobre la incidencia de estas enfermedades, pero no sabemos si son muy fiables. En los trabajos publicados siempre se ha mencionado la sospecha de un mayor contacto químico en el trabajo de pacientes con leucemias, mielodisplasias, linfomas y enfermedades malignas de la sangre similares, pero en general no se han podido distribuir bien los casos relacionados con el trabajo. Por ello, las Autoridades Sanitarias publicaron unas páginas especiales en las que se indicaban las enfermedades hematológicas que sospechaban haber aparecido por contacto químico o físico laboral. Se distribuyó a todos los hematólogos un cuestionario y una carta preparada para enviar las respuestas para informar a un coordinador de las enfermedades sospechosas mencionadas.
En el plazo de 36 meses que ha durado la investigación se han recogido 229 casos, 201 hombres y 29 mujeres. En cuanto a la edad, en 26 casos ha sido mayor de 72 años y 4 pacientes menores de 22 años. Aunque la mayoría de los casos se diagnosticaron a partir de 1989, algunos se diagnosticaron en 10 años anteriores. A pesar de que en 30 pacientes hubo un contacto de menos de un año de duración, la mayoría lo hicieron durante décadas.
En la tabla anterior se muestran las enfermedades hematológicas diagnosticadas y el número de ellas. Es difícil dar una clasificación de las diferentes industrias y profesiones, pero las más frecuentes fueron la industria química (30 casos), la industria nuclear (18 casos), las fuerzas armadas (15 casos), el Servicio Nacional de Salud (14 casos), la industria de derivados de caucho o goma (11 casos) y la industria petroquímica (10 casos). En las industrias de menor tamaño podemos citar las relacionadas con el automóvil y el transporte y algunas ramas especializadas en manufactura química. Cabe destacar la presencia de 9 radiólogos, 5 enfermeras y un operario de un laboratorio médico. En los casos recogidos de las fuerzas armadas, tres trabajaban probando armas nucleares.
Entre los productos químicos, el benceno es el que más se asoció a estas enfermedades (34 casos), mientras que entre los factores físicos hay que mencionar las radiaciones ionizantes (33 casos). Otros temas destacables detectados a menudo fueron pinturas y lacas (16 casos), tricloroetileno y otros disolventes.
No parece que los contactos fisicoquímicos que se producen en las distintas profesiones sean ignorados por el efecto que pueden causar las enfermedades hematológicas. Los datos recogidos en el presente estudio no pueden considerarse definitivos. Hay que tener en cuenta que algunas regiones del Gran Bretaña recibieron muchas respuestas mientras que otras fueron muy pocas. Por otra parte, no se tomaron medidas para demostrar la corrección de los diagnósticos, no se realizó un control para confirmar la veracidad del contacto laboral del paciente y la decisión de si cada caso estaba relacionado o no con el contacto laboral dependía de la opinión de cada hematólogo, al informar o no al coordinador.
A. Este trabajo, publicado por Jacobs y colaboradores en la revista British Journal of Haematology, ha servido para poner de manifiesto la necesidad de estudios de factores profesionales que puedan influir en la aparición de enfermedades hematológicas. El uso frecuente de cartas y llamadas telefónicas en este estudio ha puesto de manifiesto la importancia de disponer de fuentes de información asequibles por parte de los talleres e industrias para que los médicos puedan completar adecuadamente las historias clínicas de los pacientes. Por último, el hecho de tener constancia de las horas de contacto profesionales o extra-laborales de cada paciente puede ayudar a detectar sustancias peligrosas potencialmente causantes de enfermedades hematológicas.