A la hora de leer este número, lector, probablemente estuvieras en la playa. Quizás varias veces. ¿Has tomado las medidas de protección adecuadas? O como todos los años, ¿se te ha dorado la piel o lo que es peor? ¿Y con los niños qué? Ten en cuenta que la piel de los niños es más delicada que la tuya y que todas las medidas de prevención son pocas para ellos si en el futuro se quieren evitar problemas.
Hoy en día está claro que uno de los principales factores de riesgo del melanoma es que durante la infancia los rayos ultravioletas del sol se tomen durante mucho o poco tiempo, pero en una exposición dura. Esto se ha demostrado muy bien en Australia. Sus habitantes tienen la piel muy clara y su clima ofrece miles de horas de sol al año. Según datos de los últimos años, la incidencia del melanoma, es decir, del tipo de cáncer cutáneo más maligno, ha aumentado considerablemente en este territorio.
Quizá el comienzo te parezca un poco duro, un lector. Pero es muy importante concienciar a los padres y madres para que tengan claro los grandes daños que supone poner a los niños al sol sin una protección adecuada.
Tomar el sol es una buena cosa, pero ¡ojo!. Hace unos años las Asociaciones Americanas de Dermatología levantaron la liebre con una intensa y espectacular campaña: “Freímos ahora, luego pagarás”. Si cerras los ojos e imaginas una playa, ahí verás a los niños jugando a la orilla del mar, haciendo castillos, con piel viva, sin ningún tipo de protección. Al cabo de unas horas, los rayos ultravioletas del sol mostrarán su efecto: la piel del niño se enrojece, aparecerán ampollas o puslas (señal más temprana del eritema posterior). Estamos ante una quemadura solar.
El proceso anterior será igual para adultos que para niños, pero es responsabilidad de los padres proteger adecuadamente a los niños. Para ello, los padres deberían evitar las horas de sol más intensas, sobre todo el mediodía, y las largas temporadas, ya que la piel del niño es sensible a las radiaciones ultravioletas (y cuanto más pequeño es el niño, más sensible). Por lo tanto, la exposición de los primeros días será de unos pocos minutos y iremos aumentando poco a poco.
El Sol tiene su lado bueno y eso no se puede negar. Produce síntesis de vitamina D, estimula el metabolismo, alivia las depresiones y alivia algunas afecciones cutáneas como la psoriasis. Sin embargo, según los especialistas, y muchas personas no quieren entenderlo, para conseguir estos beneficios basta con empezar con un cuarto de hora y empezar dos o tres veces por semana. Por otro lado, no hay que olvidar que las capas superficiales de la piel son más débiles en los niños, por lo que la radiación que pasa a la capa profunda es mayor y ello hace que los efectos fotobiológicos (enrojecimiento, edema y, en definitiva, quemaduras) también sean mayores en los niños.
Volviendo a los territorios australianos, los frutos de los excesos solares sufridos por varios niños en las décadas de los 60 a los 70 se están haciendo notar ahora, ya que el principal daño que el sol ejerce sobre la piel no se percibe rápidamente, se conserva durante mucho tiempo y aparece al cabo de los años. A la vista de las consecuencias (envejecimiento prematuro de la piel, las manchas, el auge del cáncer de piel), se puede afirmar que las actitudes de la gente han empezado a cambiar, ya que la piel de tono de chocolate, que se obtenía con el sol durante horas y sin ningún tipo de protección, no está de moda en la actualidad.
Sin embargo, esto todavía no ha llegado a imponerse entre nosotros y la moderación no es muy conocida en estos parajes. Seguimos cometiendo abusos (dormirnos en la playa o tumbados durante largas horas al sol y casi siempre con un factor de protección inferior al recomendado por la prudencia, con la intención de broncear antes).
Hay más factores a tener en cuenta. Como el sol siempre es diferente para la piel (en función de la altitud, la estación del año y la hora del día), la piel de cada persona también es diferente ante el sol. En el caso de los niños, la “calidad” de la piel es heredada de sus padres. En fotobiología se distinguen seis fototipos diferentes (de I a VI), desde el albino hasta la raza negra, en función de su capacidad y facilidad para tomar el pigmento (es decir, broncear) y dorarlo. Ver tabla adjunta.
Y tú eres lector, ¿de qué tipo? ¿Cuántas veces vas a quemar este verano?
Lo he dicho antes. Todas las Asociaciones Americanas de Dermatología han hablado por unanimidad sobre las medidas a adoptar: “los niños, debido a sus actividades y a sus juegos, tienen más riesgo y sus mecanismos de defensa no se han desarrollado del todo, y son más sensibles aún”. Así que no pongas nunca al sol a los niños pequeños: si son menores de 3 años con cuidado con el sol del mediodía y siempre con productos y cremas especiales para los niños de alto nivel de protección.
Nuestros niños han empezado a tomar los primeros rayos del sol en primavera, y cuando llegue el verano es necesario proteger su piel, por ejemplo con una camiseta (y si el niño es muy pequeño ponle un gorro en la cabeza).
Los niños nunca se darán cuenta de las consecuencias de un día solos y al sol por la noche o al día siguiente. Es por ello que se les debe aplicar una crema protectora con cierta frecuencia, ya que aunque el niño esté a la sombra, el resto refleja la radiación solar. También hay que dárselos a beber con frecuencia porque son fácilmente deshidratables.
La mayoría de los especialistas recomiendan proporcionar a los niños unos altos factores de protección (unos quince para empezar) y que sólo tengan unos minutos al sol (porque son necesarios para la síntesis de vitamina D). Considerar y actuar en función de los tipos de piel o fototipos mencionados en la tabla. Para tomar el sol puede ser necesaria la protección de los ojos, pero cuidado: no usar gafas graduadas, ya que la concentración de rayos a través de las lentes puede lesionar la retina.
El cuerpo tiene zonas más sensibles a las quemaduras solares y deben protegerse especialmente los labios, la nariz, el contorno de los ojos, los hombros, el pecho, los pechos, los brazos, el interior de los muslos, las rodillas y los pies pechos.
El baño solar produce la sudoración y por esta vía los componentes minerales (magnesio, calcio, hierro, etc.) y como se pierden agua y sal, conviene compensar estas pérdidas; al regresar a casa tomaremos un precioso vaso de agua y al cuarto de hora el zumo de fruta del que le gusta.