Entre dos y seis años. Ese es aproximadamente el tiempo que dura cada uno de los 60.000 a 150.000 pelos que tenemos en la cabeza. Cada día perdemos una media de 100 pelos, el pelo que cae en condiciones normales ha acabado su ciclo de vida, ha muerto y será sustituido por otro sano. Por tanto, como se puede observar, el pelo siempre se encuentra en un proceso de renovación. Cuando el pelo muerto no tiene repuesto, estamos ante un problema de alopecia. Este fenómeno afecta sobre todo a los hombres, pero también las mujeres pierden pelo, aunque en menor medida.
El principal componente del pelo es la proteína de queratina, que también se encuentra en la piel y las uñas. Sin embargo, el color natural del pelo depende de la proporción y cantidad de otras dos proteínas o del tipo de melanina, la eumelanina y la feomelanina. La eumelanina es responsable del pelo marrón o negro, mientras que la feomelanina es responsable del pelo amarillo y rojizo. La falta de estas dos proteínas produce pelo blanco-gris.
El pelo es una parte del cuerpo sin vida, ya que al cortar no produce sangrado ni dolor. Y, aunque parezca mentira, el dinero para cuidar de esta proteína sin vida consume cantidades impensables. En el año 2000, por ejemplo, en los productos de embellecimiento del pelo se gastaron 21 mil millones de euros en todo el mundo.
El cambio de color del cabello no es el actual. El pelo se ha teñido durante miles de años con plantas y minerales. Muchos de estos colorantes naturales contienen pigmentos y los sintéticos provocan reacciones de cambio de color. Sin embargo, cuando el cambio de color del pelo se realiza con estos colorantes naturales no dura mucho y a medida que se va limpiando el color desaparece. Henna es el ejemplo más claro de colorantes naturales.
Los decolorantes iluminan el color del pelo. Reaccionan con la melanina presente en el cabello. Esta reacción química entre ambos es irreversible, ya que los decolorantes oxidan la molécula de melanina. Esta molécula oxidada es un incoloro. En general, los pelos decolorados presentan un color amarillento, es decir, un color característico de la queratina. El decolorante más común es el peróxido de hidrógeno o agua oxigenada que reacciona en solución básica con melanina.
Para la obtención del resto de colores se utilizan tintes. Para teñir el pelo existen diferentes tintes, tanto naturales como sintéticos, según el gusto de cada uno. Entre los tintes permanentes se encuentran la manzanilla, el azafrán y la nuez. Todos ellos dan color a la cutícula. Los tintes metálicos, sin embargo, forman una especie de laca en la superficie del pelo y finalmente, los orgánicos sintéticos se introducen en el cabello. Estos últimos son derivados de la anilina que necesitan peróxido de hidrógeno para desarrollar el color. Los tintes permanentes vegetales tiñen el tallo del pelo sin entrar en el interior, fijándolo y conservándolo durante mucho tiempo.
En general, en la vertical de corte del pelo se pueden distinguir tres secciones: la médula, la corteza y la cutícula. La médula es la estructura interna del pelo y no cumple funciones importantes en los seres humanos. La cutícula es la capa externa del pelo y es imprescindible que esté abierta para que el colorante entre en el cabello.
Al abrir la cutícula el colorante reacciona con la corteza para insertar o eliminar el color. El amoniaco es el agente químico que extiende la cutícula y permite que el color entre en la corteza. La cutícula es la que protege la corteza y da brillo al pelo. Es una parte del pelo que sufre, entre otros, los efectos de los cosméticos y, a menudo, según el tratamiento del pelo, las células de la cutícula son perceptibles. Por ello, se recomienda el uso de acondicionadores de pelo ya que protegen y protegen la cutícula cerrada y el nuevo color.
En definitiva, en general con todos los tintes el proceso se da en dos pasos. Primero el pelo pierde el color que tiene en ese momento y a continuación toma un nuevo color.
Una de las características del pelo es el color y otra la forma. Esta forma es una hélice a en la que los enlaces de hidrógeno se forman y rompen continuamente entre las espirales de la hélice. Gracias a estos enlaces de hidrógeno, y con la ayuda del agua, el pelo puede adoptar formas diferentes. Una de las principales características de los enlaces de hidrógeno es su flexibilidad. Las uniones se rompen y regeneran con facilidad y aún más fácil si el pelo está mojado. ¿Por qué crees que es más fácil peinarse cuando el pelo está mojado? Ahí tienes la respuesta.
Además de los enlaces de hidrógeno, los puentes disulfuros son la base de la forma del pelo en el espacio, la base de la hélice. Los puentes de hidrógeno y disulfuro son fuerzas de atracción entre los átomos de hidrógeno y azufre respectivamente. Estas fuerzas de atracción se producen cuando dos átomos de hidrógeno o azufre entre moléculas iguales y diferentes se aproximan y, por decirlo de alguna manera, estabilizan la estructura de la molécula.
El pelo liso o rizado dependerá de los puentes de disulfuro que se formen entre las proteínas del pelo. Es decir, a mayor número de uniones de disulfuro entre estas proteínas, más rizado es el pelo y, por el contrario, más liso cuanto menor es el número de uniones.
Con la ayuda de productos químicos, los puentes de disulfuro se rompen o crean nuevos, todo aquel que quiera puede cambiar de pelo. Sin embargo, este cambio suele ser a corto plazo. De hecho, cuando la influencia de los productos químicos se agota, el pelo pierde estas propiedades y, además, el nuevo pelo que crece vuelve a crecer en su estado natural.
Los tintes utilizados para el cambio de color del pelo, así como los decolorantes, si se utilizan con cierta asiduidad, pueden dañar al pelo. No estaría mal que antes de utilizar algún producto de este tipo se pruebe en una pequeña zona del pelo o en los pelos del brazo para demostrar que no provoca irritación o irritación.
Por lo demás, cuanto más cuidemos nuestro pelo, más sano estará, pero siempre sin obsesionarnos, porque todos los excesos son perjudiciales. El mejor tratamiento capilar es mantenerlo limpio. Lavarse la cabeza a menudo no es contraproducente, pero por supuesto si se utilizan productos de calidad. También se recomienda cortar el pelo de vez en cuando para que esté más fuerte, pero no es cierto que llevar el pelo largo debilite.
A medida que envejece el pelo, poco o más, se blanquea; no hay duda de ello. Empieza poco a poco, pero una vez empezado no hay vuelta atrás. De hecho, las arrugas y el pelo blanco son señales de que no somos tan jóvenes.
El pigmento que da color al pelo es la melanina. La melanina la forman unas células situadas en la raíz del pelo. De joven las células producen gran cantidad de melanina, pero a medida que envejecen estas células mueren y el pelo pierde el color de su juventud.
El proceso de blanqueo del pelo suele ser largo, entre 10 y 20 años, dependiendo de sus características genéticas. A unos les empieza a pelar el pelo muy joven y a otros en la vejez o incluso en la hora.
Sin embargo, hay grupos humanos que no pierden el color del pelo, entre otras cosas porque su pelo nunca ha tenido color: son personas albinas que no tienen células para crear melanina. Una mutación genética hace que no tengan la capacidad de producir melanina y por eso siempre tienen el pelo blanco.
El champú, tema necesario
Dicen que la costumbre hace falta y que en la actualidad el champú para el lavado del pelo es un tema necesario para el aseo diario. Según la costumbre, el acondicionador, el endurecedor y demás productos también pueden considerarse necesarios, pero lo más básico en cuanto al pelo es el champú.
La función básica del champú es la de eliminar la grasa propia del pelo, que es la que se adhiere al polvo y demás sustancias que le dan forma de suciedad. Esa necesidad no es la actual, por supuesto, y hay siglos en los que se dieron los primeros pasos para llegar al champú actual. Los egipcios, por ejemplo, utilizaban agua de limón diluida con agua y añadían hierbas aromáticas para que el pelo adquiriera un aroma dulce.
La palabra xanpu proviene del idioma hindú. XIX. En la segunda mitad del siglo XX, el champú era el masaje que se producía en la cabeza en las peluquerías más refinadas de Inglaterra, al tiempo que se lavaba el pelo, y no el producto que se utilizaba para limpiarlo. La fórmula básica de este producto era la misma en todas las peluquerías (agua, jabón y sosa), pero guardaban en secreto la medida de estas materias primas y el resto de ingredientes que les añadían.
Pero la verdadera revolución la trajeron los detergentes al mundo de los champús. Por ello, se dice que el precursor de los champúes actuales fue producido en Alemania en 1890, cuando se hizo por primera vez el primer champú con detergente en lugar de jabón. Sin embargo, muchas veces se reconoce este mérito a los estadounidenses porque fueron los primeros en producir y utilizar el champú en grandes cantidades.
Con el tiempo se ha ido adaptando la fórmula de los champús en función del pH de la piel de la cabeza, del tipo de pelo y, cómo no, de las necesidades y demandas de los clientes. En la cosmética del pelo se invierte mucho dinero, en definitiva, la investigación busca el champú más adecuado para cada situación. Además, hoy en día la gama de champús es cada vez más amplia, ya que si el pelo es rizado o liso, largo o corto, claro o oscuro, graso o seco, teñido o natural, hay un champú que se adapta a tu pelo.
Cada año se gastan miles de millones de euros en productos de arreglo de pelo. Antes se utilizaban los artículos disponibles en el hogar según las necesidades: jabón tradicional para el lavado del pelo, cepillado y destellado del vinagre, agua de avellanado de la cabeza, etc. En la actualidad, sin embargo, existe una gran variedad en el mercado. Existen productos especiales para cualquier necesidad.