El río es fluir, es transporte, es movimiento, es vida. Los de los ríos son uno de los ecosistemas más diversos y amenazados. Desde el inicio de la construcción de molinos y ferrerías, el ser humano ha puesto y puesto obstáculos al flujo y a la vida de los ríos. Es hora de derribar estos obstáculos.
En los ríos europeos existen 1,2 millones de obstáculos tarificados inbens, prácticamente una barrera por kilómetro (0,74 en concreto). La mayoría son presas, algunas grandes, pero sobre todo pequeñas. El 70% de los obstáculos inventariados son estructuras de altura inferior a dos metros. Y la mayoría ya no tiene ninguna función, pero tiene mucha influencia en el río y en la vida del río.
El río fluye y el transporte lo hace. “Son sistemas de transporte”, así los define Arturo Elosegi Irurtia, ecólogo de la UPV. “Como llevan agua, mueven los sedimentos. Y todos sus habitantes tienen que moverse de arriba a abajo”.
La situación de estos habitantes no es fácil en los ríos actuales. “Los ríos siempre han sido utilizados para las necesidades sociales”, explica Arantza Unzurrunzaga Iturbe, Ingeniera de Obras Hidráulicas de la Diputación Foral de Gipuzkoa. “Y se han construido infraestructuras como molinos, ferrerías y paredes en los ríos desde hace tiempo, y otras estructuras como muros laterales también se ha enterrado el río, lo que ha dado mucha artificialidad al río. En algunos lugares no es el río, sino el canal, y es totalmente diferente”.
Esta es una de las principales problemáticas que tienen actualmente los ríos. Y la Estrategia Europea por la Biodiversidad establece que para 2030 se deben abrir 25.000 km de cauces, derribando presas y obstáculos. En Euskal Herria llevamos años. “Han trabajado fundamentalmente el Gobierno de Navarra y la Diputación Foral de Gipuzkoa, que son bastante pioneros en Europa”, dice Elosegi. “Gipuzkoa, por ejemplo, realizó un plan de filtración hace unos 20 años y se han eliminado más de cien presas”.
“En su día comenzamos a realizar saneamientos para mejorar la calidad del agua, etc. Y el siguiente paso que estamos dando es la recuperación de la potencialidad del río”, afirma Unzurrunzaga. “Y para ello estamos eliminando las paredes transversales a los ríos”.
Los resultados han sido los trabajos de mejora de la calidad del agua. “En el País Vasco, en general, la calidad del agua era mucho peor hace 40-50 años, explica Elosegi. “Muchos ríos no tenían ni peces ni casi vivos. Y eso ha mejorado mucho”. Sin embargo, la contaminación sigue siendo un problema. “Ahora hay peces, pero eso no quiere decir que estén bien. Aunque no es tan grave como antaño, ahora tenemos una contaminación más compleja, los fármacos, los nuevos contaminantes… Tenemos un preocupante cóctel de contaminantes”.
“El hábitat físico ha empeorado”, apunta Elosega. “Especialmente los ríos cantábricos se han canalizado fuertemente y los valles se han urbanizado completamente. Y todavía quedan un montón de presas. Cuando los arroyos estaban casi muertos, no tenía mucho sentido empezar a retirar las presas. Pero hoy en día, una vez resueltos estos graves problemas químicos, las presas son uno de los principales factores limitantes”.
La demolición de las presas es, por tanto, clave para la recuperación de los ríos. “La pared es lo que hace que el río pierda el equilibrio”, explica Unzurrunzaga. “Los sólidos no pasan, se pierden fases del proceso, empeorando la calidad del agua”.
Además de dificultar el movimiento de peces y seres vivos, las presas crean un hábitat artificial. “Este inerte espacio sobre la presa puede gustar a la gente, pero no a los habitantes de la zona —explica Elosegi—, donde hay más especies foráneas que autóctonas.
Por otro lado, “las pequeñas presas aumentan el riesgo de inundaciones”, añade Elosegi. “Como suben un par de metros el nivel del agua, cuando llegan las lluvias fuertes, el río comienza a crecer y se hunden zonas que de otra manera no se inundarían”.
Entre las obras de demolición de las presas realizadas en los últimos años, ha tenido un hito el desagüe de la presa de Enobieta en Artikutza. Es uno de los más grandes retirados de Europa. Fue evacuada en 2019. La pared aún no ha sido demolida y no se ha decidido si se va a demoler en su totalidad o sólo en parte. El Gobierno español tiene la última palabra. El propietario de la presa es el Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián, que propone abrir un tramo central de 7 metros de anchura en el que se deposite el resto debido al impacto ambiental que tendría la evacuación de todos los residuos de Artikutza.
El equipo de Elosegi investiga las consecuencias del vaciamiento de la presa: “De momento, lo que hemos visto es, por una parte, que el desagüe apenas ha tenido efectos negativos, algunos de los que podía haber tenido, pero casi no los ha tenido. Y por otro lado, que la recuperación está siendo muy rápida, tanto por debajo como por encima de la presa, el río se encuentra en muy mejores condiciones que antes”.
“Creemos que esto es una lección interesante, porque las presas tienen una duración, no son para siempre”, subraya Elosegi. El de las enobias perdió su función hace tiempo y estaba completamente obsoleto. “Muchas prisas están envejeciendo y no sólo hacen daño al medio ambiente, sino que tienen otros riesgos. Si se explotasen, por ejemplo, afectarían negativamente a los habitantes e infraestructuras del entorno”.
Elosegi y Unzurrunzaga están trabajando en el proyecto Merlin. El objetivo de este proyecto es la regeneración de ríos y humedales en 18 puntos de Europa. Uno de esos lugares es el río Deba. El cauce principal, entre Arrasate y Deba, cuenta con diez presas en desuso que se pretenden eliminar. Ya han eliminado cuatro.
“Este proyecto es un ejemplo muy bonito de ver, aunque sean pequeñas presas, qué diferente son los ríos antes y después de estas acciones”, señala Unzurrunzaga. “Se nota en el tráfico, hay más oxigenación… La gente también ve que donde antes había un pozo ahora hay río”.
En todos los casos no se produce la demolición total de las presas. En ocasiones se trata de un patrimonio a conservar, en cuyo caso la solución pasa por demoler sólo una parte, por ejemplo la parte central para dejar pasar el agua y conservar las dos costillas.
Hay que estudiar bien el caso de cada presa. “Se realiza un estudio geotécnico para estudiar las posibles consecuencias de la eliminación de la presa, se tiene en cuenta la importancia ecológica del río, los arqueólogos estudian si es un bien a conservar, etc.”, explica Unzurrunzaga. “Trabajamos con geólogos, biólogos, arqueólogos, químicos, abogados, etc.”.
El equipo de Elosegi sigue investigando las consecuencias medioambientales de la eliminación de estas presas: “Estamos midiendo su impacto en peces, invertebrados, calidad del agua, funcionamiento de los ecosistemas, etc.”
Y se acaba de poner en marcha otro proyecto de regeneración fluvial: Cantábrico. Su objetivo es liberar 85 kilómetros en cinco ríos del País Vasco, Oria, Urumea, Urdazubi/Urdax, Errobi y Bidasoa, derribando 25 obstáculos y permeabilizando otros 7. Además de eliminar obstáculos, trabajarán para recuperar especies autóctonas (desmán, visón europeo, salmón…) y para combatir especies invasoras (visón americano, cuento…). “Es un proyecto ambicioso, muy interesante y optimista”, dice Unzurrunzaga. “Es una buena oportunidad para impulsar la recuperación de los ríos y cumplir la legislación europea”.
Ya existió el proyecto Zabalik, en el que se eliminaron 11 presas en el Bidasoa y Leitzaran. “Los ríos del proyecto Kantauribai y Zabalik son uno de los ríos más limpios del País Vasco con salmón y con él”, dice Elosegi. “Deba no se encuentra en esta situación. No hay salmón, sí anguila y tiene muchos problemas… Son proyectos bastante diferentes en ese sentido”.
De hecho, las presas empezaron a derribar en los lugares más críticos para los primeros salmones. “Luego los gobiernos de Gipuzkoa y Navarra empezaron a darse cuenta de que esto había que hacerlo en otros sitios”, dice Elosegi. “Hubo grandes controversias sobre la eliminación de las presas de Endarlatza y Bera. Algunos pescadores al principio estaban muy en contra. Pero luego ellos también se dieron cuenta de que esto favorecería al salmón. Y en Bera han visto que ahora están mucho mejor en época de inundaciones. Pensamos que es un mensaje que se va transmitiendo poco a poco”.
“Pero no siempre es fácil”, continúa. “Yo creo que el ejemplo más claro es el de Elizondo. La presa de Txokoto se encuentra en el centro del pueblo. Y provoca enormes problemas en las inundaciones”. Los daños causados por el año 1913 obligaron a la demolición de la iglesia, por ejemplo. “Y, sin embargo, a los lugareños les gusta”. También a los visitantes. Forma parte del paisaje de Elizondo, presente en todas las fotografías, icónica. “El caso es que si ese paisaje produce tales daños ecológicos, económicos y sociales es algo que hay que pensar”.
Muchas veces hay una mala percepción detrás de las resistencias a quitar presas. Vemos un lago donde se encuentra el embalse. “En el caso de las enobias, también muchos veían un bonito lago y la mayoría seguían apostando por mantener la presa”, recuerda Elosegi. “Pero cuando te explica que esto no es un lago, sino un embalse, que son muy diferentes, que tienen un funcionamiento diferente, que tienen un valor ecológico muy diferente, que liberan agua de muy distinta calidad, entonces cambia la percepción. Y yo diría que ahora nadie que ha seguido un poco al de Enobieta está en contra de que se le haya quitado”.
Elosegi y Unzurrunzaga consideran fundamental trabajar este tema en la sociedad. “Es muy importante que la sociedad reconozca estas acciones”, dice Unzurrunzaga. “Los cambios nos dan miedo y es normal, sobre todo cuando te toca cerca. Incluso cuando empezamos con los saneamientos, hubo mucha gente que decía qué había que hacer para gastar dinero público. Y ahora son los ciudadanos los que avisan de una fuga. La sociedad avanza y demanda ya otro tipo de río, el río”.
“Aún así, tenemos que conseguir explicar mejor qué es un río”, confiesa Unzurrunzaga. En el proyecto Merlin se está haciendo un gran esfuerzo. “Hemos realizado muchos talleres para explicar al público cuáles son nuestros planes, cómo los ven ellos mismos y buscar soluciones consensuadas”, explica Elosegi. “A veces sucede que los ciudadanos también nos muestran unos valores que nosotros no vimos y que deberían ser conservados”.
Por el momento, en general, en los lugares donde se han eliminado las presas no se han encontrado muchas resistencias. “En algún momento le veían algún problema, al principio porque pensaban que benefician a la biodiversidad o que sirven para hacer frente al riesgo de inundación”, dice Elosegi. “Pero cuando les dijimos que tienen un efecto totalmente contrario, se pusieron a favor de la eliminación”.
El derribo de las presas es bueno para el río y sus ecosistemas, pero también para la población. “Los daños producidos por las inundaciones van en aumento. Y, en particular, estas pequeñas presas en los núcleos urbanos aumentan considerablemente el riesgo de inundación. Existen casos conocidos: En Elgoibar, por ejemplo, hace 50 años, todo el río estaba preparado y sufrieron desperfectos en las inundaciones. Desde entonces se han eliminado todas las presas y ahora funciona bastante mejor”.
Por otro lado, tal y como señala Unzurrunzaga, “nuestro derecho es disfrutar del río y con estas acciones mejoramos la calidad del mismo, recuperamos el río”.
“En general la acogida está siendo muy buena, la gente es muy optimista ante estas acciones”, dice Unzurrunzaga. Elosegi coincide: “La ciudadanía nos agradece que la tenga en cuenta”.
Una vez desmontadas las presas, los expertos tienen claro por dónde habría que seguir la recuperación de los ríos: “Recuperar, en la medida de lo posible, las riberas”, dice Unzurrunzaga. “Hemos reducido la superficie de los ríos, hemos eliminado las márgenes y hemos construido infraestructuras para el paso de los ríos, que no es el río. La recuperación de las riberas es muy difícil en muchos lugares, pero por lo menos para que no sigamos perdiendo y en los puntos donde sea posible debemos empezar a recuperarlas”.
“El río debería estar conectado con su llanura de inundación, donde debería ser un bosque natural, que a menudo se inundaría”, explica Elosegi. En el País Vasco las labores de recuperación son muy puntuales. En otros lugares se está haciendo. “En los Países Bajos, por ejemplo, se están haciendo grandes obras en el río Rhin”, dice Elosegi. “Tienen muy claro que la mejor manera de hacer frente a las inundaciones es dejar que el río salga en unas zonas, en las que menos se dañe, para que en otras no haga más daño”.
Unzurrunzaga está esperanzado, aunque confiesa que va a tardar: “El río se está recuperando lentamente. Y las acciones hasta ahora son muy positivas. Por esta vía, será la propia humanidad la que lo solicite”.
Los resultados obtenidos hasta el momento también permiten el optimismo. “Al principio se pensaba que era muy difícil quitar las presas y cada vez se hace más fácil técnicamente”, explica Elosegi. “Además, existía la preocupación por qué ocurriría con los sedimentos acumulados, y hemos visto que no causan apenas daños. Y el río se regenera a su manera en muy poco tiempo. Por ejemplo, en algunas zonas se plantan sotos de vaguada, pues aquí nos parece que no hace falta porque como él viene a una velocidad increíble. Lo hemos visto en las enobias, lo rápido que viene el bosque en lo que fue el embalse”.
Otra materia que han sacado del trabajo de demolición de las presas es la importancia de la inclusión social: “Hay que entender y tener en cuenta las opiniones de la gente”, dice Elosegi. Y lo mismo ha subrayado Unzurrunzaga: “Estamos trabajando muchos profesionales en la recuperación de los ríos. Es un trabajo en equipo en el que es importante la presencia social. Necesitamos una sociedad para formar equipo”.
Queda mucho por hacer. “Hemos eliminado muy pocas presas en Europa”, destaca Elosegi. “Y, claro, no se trata de eliminar todas las prisas. Necesitamos prisas y en el futuro. Pero, por un lado, tenemos que perpetuar al máximo los que tenemos y, por otro, eliminar los que han perdido la función”.