Una importante estación de la ruta de los barcos hundidos es la bahía de la Concha. Miles de personas viajan todos los años, durante el verano, en la Concha de San Sebastián, chapoteo de plistis... pero seguramente pocos sabrán que en esas aguas, unos metros más abajo, hay restos de varios barcos antiguos. Según datos de la Sociedad de Investigación Submarina INSUB de San Sebastián, el fondo marino de La Concha alberga restos de diez barcos. Entre ellos destacan el “barco de los relojes” y el “barco de los flejes”.
El 'Barco de los relojes' se encuentra a nueve metros de profundidad, a la altura de los relojes de la Concha... de ahí su nombre. En 1999 se realizó un estudio exhaustivo del envase y se comprobó que sólo se conserva una quinta parte de la estructura total, faltando proa y pop, quedando sólo algunas piezas de madera del casco. Sin embargo, han estudiado cómo estas piezas están ensambladas unas de otras en el XVI. y XVII. que es entre siglos. Sin embargo, el contexto arqueológico no está formado únicamente por los trozos de madera del barco... de este contexto forma parte también el pico de cantos que cubre todo el barco. La investigación ha descubierto que todos estos arrecifes eran el lastre del barco. El objetivo de este lastre era evitar que los barcos floten demasiado en el agua cuando circulaban con poca carga. En cuanto a la carga que llevaba el envase, no han encontrado nada.
El otro es 'el barco de los flejes'. La asociación INSUB conoce este barco desde principios de los años 70. Se encuentra hundida en la barra de entrada a la bahía, aproximadamente a la altura del Aquarium. Se encuentra a catorce metros de profundidad, y cuando lo descubrieron se le puso el nombre de piedras de afilado y flejes de hierro forjado, porque sólo le quedaba carga.
Los técnicos arqueólogos consideran que esta carga era de ferrerías cercanas. De hecho, el hierro más comercializado en el XVIII era el fleje. En el siglo XX. Posteriormente, este hierro se utilizaba en los talleres de forja asociados a los astilleros. De la estructura del envase no queda nada… no hay ningún rastro de trozos de madera. Se ha disuelto por la fuerza del mar, pero también por la lombriz Teredo navalis... este gusano come toda la madera que no está bajo la arena.
¿Pero por qué se hundieron los dos barcos? En el caso del “barco de los flejes” se descartan la hipótesis de la catástrofe o el vuelco del buque. El hecho de que los bultos de fleje y las muelas estén consecutivas y contiguas hace pensar que el barco se hundió por su cuenta debido a una mala maniobra. En el caso del “barco de relojes” es más difícil decir. Se han encontrado cenizas en el fondo marino, por lo que puede haber sido hundido por un incendio o por una tormenta.
Si a alguien se le ocurriera la curiosidad de ir a ver los restos de dos barcos, no encontraría nada, ya que hace unos años decidieron cubrirse de gravas para proteger el conjunto arqueológico que forman los residuos.
Si nos dirigimos hacia el este de la costa donostiarra, Orio es el siguiente parón en el recorrido de los barcos hundidos desde la costa donostiarra hacia el este.
Históricamente, la ría de Orio ha sido un camino importante para la navegación comercial y, por tanto, testigo de numerosos hundimientos. Los trabajos de dragado frecuente del fondo de la ría para su limpieza han dado lugar a la aparición de la primera lancha en 1992.
Cuando los INSUB recibieron el aviso del descubrimiento, se hundieron rápidamente para investigar. Se realizaron quinientos horas de inmersión y se tomaron 800 fotografías, que no eran más que el principio. Hasta el año 2003 aparecieron restos y cargas de otras cuatro lanchas, todas ellas XVI. y XVIII. hasta siglos. La carga estaba compuesta por lingotes de hierro y mineral de hierro, mientras que los restos de las lanchas constituían unas doscientas piezas de madera. Todos los barcos se denominaron Orio: Orio I, Orio II, Orio III, Orio IV y Orio V .
Inmersos en el agua, los técnicos del INSUB pasaron muchas horas investigando la estructura de cada envase, dibujando la disposición original de cada pieza y etiquetando todas las piezas. Por otro lado, mediante GPS, se registró la ubicación exacta de cada una de las embarcaciones.
En 2003 los arqueólogos recibieron una triste sorpresa: En la margen izquierda del río Oria se estaba construyendo un nuevo andén, muy cerca de la antigua lancha de Orio IV. Ante el peligro, los responsables de las obras fueron avisados por INSUB, pero fue un desastre… el nuevo andén atropelló la barca. Un tercio de ella quedó bajo el andén para siempre. Los arqueólogos se pusieron al fuego. Vestidos de neopreno, tomaron la cámara de agua y enseguida fotografiaron a Orio IV, atrapado bajo el andén. La foto fue enviada a la UNESCO y su presidente, al verla, decidió denunciarla en una publicación especial de la institución, en contraportada.
Los INSUB decidieron dejar de lado el enfado y continuar con el trabajo emprendido. El siguiente paso era sacar de las aguas las piezas de cinco lanchas y la carga dispersa en el fondo marino. Durante este trabajo se encontraron con varios objetos. Junto a la lancha Orio II se encontró una jarra de estaño, probablemente para guardar el vino. Tras las investigaciones, concluyen que la jarra data de 1510.
En Orio IV se encontraron entre las maderas restos de un zapato. El zapato fue enviado a Canadá para su estudio y como jarra de vino, el XVI. Dicen que es de siglo. Ahora este zapato está siendo restaurado. Una vez extraídas las 200 piezas de Txalupe del fondo del mar, todas fueron trasladadas a la ferrería de Agorregi en Aia. En la actualidad se conservan sumergidos en las charcas de la zona. Tienen que estar así para poder conservarse, porque después de tanto tiempo el agua se ha convertido en el medio natural de estas piezas. Si se dejaran fuera del agua se contraerían.
Tras analizar la tipología de los botes se ha llegado a la conclusión de que todos son patachas. Este tipo de embarcaciones se utilizaba para transportar mineral a lo largo de la costa, pero también llegaba hasta las ferrerías, ya que al tratarse de lanchas de pequeño zinc, podían circular por los ríos. En los vados los carros de buey les esperaban para recoger el mineral de hierro y llevarlos hasta las ferrerías.
Sin salir de la costa cantábrica, la ría de Gernika es la ubicación de otro "tesoro".
La ría de Gernika ha sido a lo largo de la historia uno de los caminos más importantes y antiguos de la navegación fluvial del País Vasco. Gracias a la gran profundidad de la ría, los barcos han podido acceder fácilmente desde el mar hasta Gernika, superando los 6 kilómetros que separan la costa de los terrenos del interior.
En julio de 1998, durante las obras de encauzamiento de la ría de Gernika, una excavadora se encontró con varios trozos de madera bajo una capa de barro de cuatro metros, en una zona llamada Urbieta. Eran restos de un recipiente. El Ayuntamiento de Gernika ordenó la paralización de las obras y la realización de un estudio arqueológico. Los científicos empezaron a trabajar y los análisis del radiocarbono dieron un resultado impactante: el envase era de 1450, antes del descubrimiento de América. Así descubrieron, por casualidad, el barco más antiguo de Euskal Herria.
Por su importancia decidieron sacar el envase de los barros para recuperarlo. Estuvo tres años en una pila, una mezcla de agua desmineralizada y ceras líquidas. El objetivo era sustituir progresivamente el agua absorbida por la madera por la cera líquida. De este modo, las piezas conservarían el volumen y la forma original una vez seca.
Una vez analizada la arquitectura del barco, los arqueólogos vieron que era construida con un sistema superpuesto. Este sistema tiene su origen en Escandinavia, desde donde se extendió a otros países del Atlántico durante la Edad Media. Creen que llegó a la costa vasca desde Aquitania. El barco, originariamente, tenía 12 metros de eslora y 4 metros de manga, y para recorrer la costa y los ríos se servía de velas y remos.
El buque más antiguo del País Vasco fue expuesto al público por primera vez hace un año y actualmente se encuentra expuesto en el Museo Marítimo de Bilbao.