En busca de bosques en la historia

Roa Zubia, Guillermo

Elhuyar Zientzia

Haya y hojarasca. Pino y helecho. Hojas pardas impregnadas de castañas y lluvia. Recordamos millones de imágenes del bosque vasco. El bosque; nuestro bosque de siempre. Sin embargo, nuestro bosque de siempre no siempre ha sido como lo conocemos ahora.
D. Solabarrieta

Metidos entre árboles, nos sentimos como huidos: parece que la sociedad tecnológica no llega hasta el corazón del bosque. Sabemos que no es cierto, pero es un fraude agradable. A veces, basta con no ver carreteras para hacernos sentir que estamos en el lugar de residencia de nuestros antepasados. Un fraude agradable, sí. Pero no sólo por la cercanía de la carretera, sino también por el fraude de la idea de residencia de nuestros antepasados.

“La gente cree que la situación del bosque ha sido mejor que la actual en todas las épocas del pasado”, afirma el historiador de la Sociedad Aranzadi, Álvaro Aragón. “Pero, por ejemplo, hoy en día el XIX. En Euskal Herria hay tres veces más árboles que en el siglo XIX”.

Hace siglos que el hombre empezó a transformar el bosque, qué necesidad, qué necesidad. Y, por lo tanto, es difícil para nosotros tener una idea directa del bosque de origen vasco. ¿Cómo era el bosque de origen?

Sin duda, el bosque actual no es el origen sino el resultado de la industria de los últimos siglos. La actividad que aporta dinero.

Gran cantidad de árboles de rápido crecimiento fueron plantados en los años XIX y XX. responder a la demanda de la industria papelera durante siglos.
IKT, S.A.

En cuanto a los bosques, el sector papelero es el que más fuerza ha tenido en los últimos cien años. Necesitaban mucha madera para hacer papel. Mucho y rápido. Por ello, las Diputaciones Forales de Gipuzkoa y Bizkaia crearon en 1905 servicios forestales. Uno de los objetivos era plantar árboles de rápido crecimiento. Muchas especies procedentes del exterior fueron plantadas para probar su idoneidad.

En los alrededores de las zonas papeleras, el pino radiata fue la mejor opción. Y eso es lo que plantaron en muchos lugares y lo que aprendieron a explotar. Sin embargo, han quedado otros tipos de árboles, como el abeto Douglas y el matorral. Laritza es un árbol japonés con forma de pino que pierde totalmente su hoja en invierno, típico de los montañeros, pero en absoluto del bosque de origen.

Expurgo duro

Los jarabes eran idóneos para realizar troncos en forma de Y. Estos troncos eran imprescindibles en la construcción naval para conseguir la forma básica del envase. Arriba se ve uno de estos troncos que sostiene un balcón, en Pasai Donibane. Además, las ramas superiores de estos árboles eran fuente de madera para carbón (abajo). (Fotos: Superior: A. Aragón. Inferior: I. Irazabalbeitia).

No puede decirse que estos árboles extraños de rápido crecimiento representaran al bosque tradicional. De hecho, antes de que la industria papelera tuviera ese gran éxito había una gran escasez de bosques. Y es comprensible, ¿quién quiere ser dueño de un bosque si no da rendimiento neto? XIX. En el siglo XVIII había pocas razones para dedicarse a la actividad forestal y muchas para la deforestación. Tenían muchos recursos fuera del bosque.

“El maíz revolucionó el XVIII. Según Aragón”. “El alto rendimiento del maíz trajo consigo un crecimiento en la población. Paralelamente, aumentó la necesidad de hierro, así como la construcción naval, la agricultura y la ganadería”.

Los cambios ganaderos también tienen mucho que decir en la gestión del bosque. El cuidado de la oveja se extendió por aquel entonces en Euskal Herria. “En Legazpi hay un documento sobre las ovejas que data de 1750, cuando llegó el primer rebaño al pueblo”. Hasta entonces predominaban las vacas y los cerdos, aunque también crecían cabras y yeguas. Vacas y cerdos pueden pastar en el bosque, pero las ovejas necesitan pasto. Al proliferar las ovejas, muchos bosques fueron deprimidos. Aralar es un ejemplo de ello.

Los propietarios forestales hicieron fortuna vendiendo esa madera. Ese dinero era imprescindible, entre otras cosas, para pagar las guerras carlistas. Además, hubo desamortización y los nuevos propietarios preferían el dinero que el bosque. Vendieron el bosque vasco original. De todas formas, ¿aquel bosque era originario? Vamos a dar un paso atrás.

Jarabarra y árboles trasmochos

XVII y XVIII. La industria de los siglos XIX necesitaba muchos árboles y los pastos deprimidos por el hombre eran muy escasos en aquella época. En la industria, la industria siderúrgica y naval era la que más fuerza tenía, y ambas solicitaban la explotación de los árboles. Sin embargo, cada uno de ellos pedía un tipo de bosque. La primera necesitaba madera para fabricar carbón, es decir, muchas ramas pequeñas; la segunda, piezas grandes y curvadas para fabricar envases.

Siderurgia y construcción naval. Ambos necesitaban grandes cantidades. Ambas eran preciosas fuentes de bienes, ambas en manos de distintas autoridades.

En la técnica de Ipinabarra, se dejaron dos ramas principales al árbol. Estas ramas se unían a las piedras o al suelo para que pudieran crecer como se ve en la imagen.
A. Aragón

“XVI y XVII. Durante siglos el rey y la propia provincia gestionaban el bosque. Y los intereses de ambos eran contradictorios. La diputación guipuzcoana quería sacar adelante las ferrerías. Hay que tener en cuenta que en aquella época había señores de los ayuntamientos, es decir, propietarios de las ferrerías. La construcción naval estaba en manos del rey. Por eso siempre había competencia”, dice Aragón.

Sin embargo, había una solución: se podía utilizar el jarabe y los árboles trasmochos. De hecho, ambas industrias exigían distintos tipos de bosques, pero no distintos. Mediante estas técnicas, el mismo tipo de árbol respondía a ambas necesidades.

En ambos casos, la idea básica era la de empeorar las ramas principales del árbol para obtener tablas de este aspecto, y utilizar las ramas superiores para hacer carbón. Además, si tuvieran roble, encina, haya, etc., también daban fruto. Tres usos, por tanto, para un solo árbol.

Antiguo mercado de la madera

No podemos considerar como bosques de origen los formados por árboles que fueron transformados para tres usos. Tenemos que retroceder en la historia para buscarlos de nuevo. Sin embargo, el bosque no alterado no es fácil de encontrar. Antes de utilizar la técnica de los arbustos y árboles trasmochos, los árboles eran explotados de otra manera: en general, crecían gotas y cháridas.

Charadía de castaños. Los troncos pequeños y rectos tenían muchas aplicaciones en el siglo XVI. Industria maderera del siglo XX.
G. Roa

Las goteras eran árboles largos. Se dedicaba a la fabricación de leña para carbón y además se utilizaba para la fabricación de varas domésticas, mástiles de barcos, etc. Los constructores de la época no doblaban las goteras, sino que buscaban lo que en realidad eran erróneas.

Los txaradios eran principalmente castaños y avellanos. Se cortaban cada 15 años y volvían a crecer. Y el aspecto que adoptaban las ramas en ese plazo daba muchas posibilidades. Por un lado, desde estas ramas se fabricaban y vendían pequeñas varas, por ejemplo, para hacer picas (mercado internacional próspero). Por otro lado, se extraían los flejes, es decir, los “chapitos” de madera para su uso en la industria de la bodega y la cestería.

Estos árboles, por tanto, satisfacían muchas necesidades, mantenían el mercado y la dieta básica. No hay que olvidar que en aquella época el maíz no era la comida habitual y que el arte, el roble, el nogal y el castaño eran la principal fuente de los frutos.

XV. A partir del siglo XX la población aumentó rápidamente, y todos ellos debían comer. En general, la sociedad necesitaba más comida, hierro y madera que en la Edad Media. Por ello, era imprescindible proteger el bosque. Por lo tanto, empezaron a tomar las primeras medidas contra la eliminación. En Gipuzkoa, por ejemplo, en 1548 se elaboró una nueva normativa: por ley cada pueblo debía plantar quinientos robles o castaños cada año.

Bosque del pueblo antiguo

La bellota y la castaña fueron alimentos básicos, sobre todo en épocas de hambre.
G. Roa

Hasta la expansión de la población, en la Edad Media los bosques no estaban muy controlados. En otros países europeos, los reyes impusieron normas estrictas para controlar el patrimonio forestal, como en Inglaterra, pero no en Navarra. Los bosques pertenecían al rey, sí, pero no hacía ese control.

Además, la deforestación no se consideraba un problema. La población no era muy grande y no había ninguna razón para que los bienes de los bosques estuvieran en peligro.

Entonces, ¿era el bosque de origen? La verdad es que no del todo. Algunas especies de árboles no eran autóctonas. El castaño, por ejemplo, había pasado mil años, pero no más. Según los investigadores, fue traída por los romanos. Se trata de una creencia basada en documentos de historiadores romanos. “Cuando Plinio y Estragón mencionaban los territorios de aquí decían que la gente comía bellota. No decían nada sobre el castaño” dice Aragón.

Y antes, ¿qué? La verdad es que la época anterior a la llegada de los romanos no es tan conocida. La gente del Neolítico hizo las primeras clareos en el bosque para empezar a la agricultura. Por supuesto, fueron muy calvas, pero merece la pena mencionar. En opinión de los palinólogos, estas pequeñas simplificaciones facilitaron la introducción del haya en el bosque vasco.

De las txaradias se fabricaban flejes que, entre otras cosas, se utilizaban para fabricar cubas. Posteriormente se sustituyeron estos flejes por planchas metálicas en las cubas.
A. Aragón

Los palinólogos estudian polen y semillas y afirman que no hay huella de haya hasta hace 5.000 años. No había hayas; poco a poco llegó por el Adriático, acompañado de pequeñas clareos.

Sabiendo todo esto, podemos ir de nuevo a la idea inicial: haya y hojarasca, pino y garoa, castañas y hojas pardas impregnadas por la lluvia... ¿Cuál de ellas debe descartarse para ser el bosque original? Puede que no haya bosques 'originales'. Tal vez nunca. Tendremos que aceptar lo de temporada.

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Eusko Jaurlaritzako Industria, Merkataritza eta Turismo Saila