Teléfonos, ordenadores, impresoras, cámaras digitales, frigoríficos, lavavajillas… Sólo la Unión Europea, Noruega y Suiza crearon 10,5 millones de toneladas de aparatos eléctricos y electrónicos en 2016. 23% de la generación mundial. Además, otros 2 millones de toneladas de baterías y 7 millones de vehículos.
Son consecuencia de la sociedad de la información y del excesivo consumo, así como de la tendencia de la industria electrónica: muchos dispositivos electrónicos son irreparables desde el diseño. Es más, no reciclables, por la complejidad que supone la miniaturización de sus partes. El rápido desarrollo de nuevos software hace que cada vez tengamos que innovar más a menudo. Conclusión: e-basura, toneladas.
Trasladando los datos a uno: cada uno de nosotros tenemos una media de 250 kg de electrónica, 17 kg de baterías y 600 kg de vehículos, teniendo en cuenta los aparatos eléctricos y electrónicos que hay en los hogares, empresas y espacios públicos, y a corto y medio plazo probablemente los tiraremos a la basura. En una época en la que se habla constantemente del reciclaje, no hay que olvidar que el 76% de los aparatos electrónicos desechados se acumulan directamente en vertederos o se queman en incineradoras.
Estas 44,7 mil millones de toneladas de basura electrónica, generadas en un año mundial, contienen una gran cantidad de sustancias peligrosas y contaminantes, pero también un tesoro que muchos desearían para sí: 55 mil millones € en metales preciosos y materiales de alto valor, según informe de la Universidad de las Naciones Unidas.
Entre estos valiosos recursos se encuentran el neodimio, imprescindible para crear imanes permanentes de motores, el indio, utilizado en pantallas planas, y el cobalto, utilizado en baterías recargables. Un dato significativo es que un simple smartphone contiene cerca de 40 materias primas, muchas de ellas de gran pureza. Esa pureza hace valiosos.
Los vehículos también son una importante fuente de metales secundarios básicos: 213 millones de toneladas de acero, 24 millones de toneladas de aluminio y 7,3 millones de toneladas de cobre son los vehículos rodados en Europa. Además, los catalizadores contienen platino y paladio y en componentes electrónicos abundan las materias primas críticas. Aún quedan pocos vehículos eléctricos descartados, pero pronto serán también una importante fuente de materias primas como el neodimio, el litio o el cobalto.
La presencia de este tipo de patrimonio en la basura ha propiciado un fenómeno curioso: la minería se está moviendo de la montaña a la ciudad, donde se concentra la mayor cantidad de materias primas apreciadas. Y viendo el potencial de la nueva minería, la Unión Europea ha desarrollado nuevas herramientas para ello: ha creado la primera base de datos de materiales disponibles para la minería urbana. El proyecto, denominado ProSUM, ha creado la Plataforma de la Minería Urbana para poner los datos a disposición de todos.
Hasta el momento, las instituciones públicas, las universidades, la industria y las organizaciones no gubernamentales recogían datos de forma muy dispersa. Era difícil tener una visión completa. En esta ocasión han mapeado conjuntamente los valiosos recursos de los residuos electrónicos y los vehículos obsoletos. De este modo, la caracterización del potencial de reutilización de las materias primas secundarias permitirá identificar el potencial de reutilización de las mismas. Además de la información sobre la composición y pureza de los componentes, la nueva base de datos incluye datos sobre el flujo y fuga de residuos.
Los informes realizados por la Universidad de las Naciones Unidas evidencian la dificultad de identificar y recuperar todas estas materias primas. En primer lugar, cada año millones de toneladas de aparatos viejos electrónicos son expulsados ilegalmente a África y Asia, donde no existe ninguna infraestructura de reciclaje. El 40% de los vehículos europeos terminan en sus montañas de basura.
Por tanto, para cumplir con los objetivos del proyecto ProSUM, consideran clave que Europa se ocupe de su basura electrónica sin ser enviada a terceros y que se centre en el metabolismo industrial. Es decir, que en el diseño de los dispositivos se tenga en cuenta desde el principio que al final de su vida deberían convertirse en materia prima secundaria para un nuevo proceso.