Garoña: comienza la cuenta atrás

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

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Ed. Mika Meskan/CC-BY-ND

Desde el inicio del año, la central nuclear de Garoña está parada. En principio tenía autorización para actuar hasta julio de este año, con posibilidad de prorrogarse hasta 2019, ya que ni el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ni el Gobierno español veían impedimentos para seguir funcionando las centrales. Sin embargo, Nuclenor, propietario de la central, decidió a finales de 2012 sacar el combustible del reactor y cortar la actividad. Un mes después, el Gobierno anunció el cierre definitivo, aunque algunos medios de comunicación apuntan que es posible el retroceso.

Nuclenor, formado por Endesa e Iberdrola, señaló en su nota de 28 de diciembre de 2012 que el cierre se debe al nuevo impuesto del Gobierno a las centrales nucleares. En concreto, el congreso español decidió a finales de diciembre establecer un nuevo impuesto sobre el combustible nuclear utilizado y los residuos radiactivos generados. El impuesto tiene carácter retroactivo, por lo que Nuclenor estaría obligado a pagar 153 millones de euros.

Según Nuclenor, este pago supondría un desastre para los empresarios y los trabajadores, por lo que decidió salir de la barra de uranio reactora y mantenerla en el estanque de inactivación "para proteger los derechos de los trabajadores y la capacidad económica de los trabajos de demolición". En caso contrario, a partir del primer día de enero, estaría obligado al pago del impuesto.

Aunque los grupos ecologistas han tomado el anuncio de cierre con entusiasmo, los motivos son económicos y no otros. Así lo cree, por ejemplo, el ingeniero Marcel Coderch. "No hay que olvidar que desde el punto de vista técnico no tenía impedimento para funcionar hasta 2019, aunque la central ya tendría 49 años. Y económicamente, si siguiera funcionando en las mismas condiciones que hasta ahora, sólo tendría beneficios, ya que hace tiempo amortizó los costes de construcción".

Por eso Nuclenor quería alargar el funcionamiento de Garoña. "Hasta que el Gobierno decidió sacar parte del dinero que necesita de las centrales nucleares. Así, anunció que a finales de año iba a aplicar nuevos impuestos y, por ello, a Nuclenor no le salen bien las cuentas", ha explicado Coderch.

Combustible utilizado, almacenado en el estanque. El agua absorbe el calor que desprende y las sales presentes en el agua impiden reanudar la reacción. Ed. © Nuclenor

En concreto, tendría que pagar 2.190 euros por kilogramo de combustible utilizado. A Coderch, sin embargo, no le parece desproporcionada. "En Alemania pagan 145 euros por gramo de combustible, es decir, 145.000 euros el kilo, 66 veces más que en España".

Además, si desea seguir en funcionamiento, Nuclenor debería realizar trabajos de mejora de las medidas de seguridad por orden de la Unión Europea. De hecho, tras el desastre de Fukushima, la Unión Europea, preocupada por la seguridad de las centrales existentes en el territorio, realizó estudios específicos que evidenciaron la necesidad de mejorar las medidas de seguridad de muchas centrales, entre ellas las de Garoña.

El plan de acción presentado por el CSN en diciembre del año pasado en la Unión Europea indica que debería reformar la estructura para combatir desastres naturales, aumentar la fiabilidad del condensador de aislamiento, garantizar la permeabilidad para evitar drenajes accidentales... Todo ello obligaría a Nuclenor a realizar grandes inversiones.

Garoña es la segunda central de España. El primero fue el central José Cabrera (Zorita), que entró en funcionamiento en 1968 y funcionó durante 38 años hasta que el Gobierno dictó la orden de clausura. La de Garoña se inició en 1971 y fue la mayor de Europa occidental en su tiempo. Actualmente es el de menor capacidad de los reactores en funcionamiento en España: Tiene una capacidad de 466 MW, aproximadamente el 6% de la capacidad productiva total de las centrales nucleares españolas.

Experiencia limitada

Ahora parece que se cerrará definitivamente. El primer paso será el diseño del plan de demolición, según los criterios de la Agencia Internacional de Energía Atómica (CECA en inglés). Posteriormente, una vez presentado, aprobado y autorizado el plan, comienzan los trabajos. Estos trabajos se realizan bajo la responsabilidad de Enresa, empresa encargada de los residuos radiactivos en España, y son a largo plazo.

Marcel Coderch es ingeniero de telecomunicaciones y experto en temas energéticos y medioambientales. También es autor del libro "La tormenta nuclear", junto a Núria Almirón. Ed. © Marcel Coderch

Coderch ha recordado, sin embargo, que ya han hecho su primer trabajo, es decir, han sacado el combustible del reactor y lo han guardado en la charca. "Será además la primera vez que se derribará una central de este tipo en España". Tiene un reactor de agua hirviendo (BWR), uno de los pocos europeos, y el gemelo de la descomposición total de Fukushima.

De momento existen dos centrales en fase de demolición: Vandellos I y José Cabrera. El reactor de la central Vandellos I, refrigerado por gas (GCR), es sólo 39 en el mundo. La demolición comenzó en 1998 y desde 2003 se encuentra en la segunda fase de la demolición, es decir, sólo queda el reactor para su completa demolición. Una vez hecho esto, entrará en la tercera fase y los propietarios, Enresa e Iberdrola tendrán que decidir qué hacer con el espacio que ha ocupado la central.

Mientras tanto, están en reposo: El reactor de Vandellos I está enmarcado en una estructura gigantesca en la que nadie podrá entrar hasta que pasen unos veinte años. Hasta ese momento, los técnicos realizan las labores de vigilancia y revisión habituales para asegurar la ausencia de incidencias.

El derribo de la central Vandellos I ha sido una experiencia pionera para Enresa, tras la cual han venido los trabajos de la central de Zorita. Con reactor de agua presurizada (PWR), funcionó hasta 2006. Ese año el Gobierno ordenó el cierre de la central y 4 años después autorizó el inicio del plan de demolición en 2010. Se encuentran, por tanto, en la primera fase de demolición.

Por tanto, España no tiene mucha experiencia en el derribo de las centrales nucleares, pero no es de extrañar: Se les da una vida útil de entre 40 y 60 años (en Estados Unidos hay 71 reactores autorizados para actuar durante 60 años), edad a la que ya han llegado. El reactor más antiguo del mundo tiene 44 años y hasta ahora se han derribado muy pocas centrales, concretamente ocho en Estados Unidos y una en Japón. Cerrados o suspendidos, 143 reactores, la mayoría en Alemania (27), Estados Unidos (28) y Gran Bretaña (29).

Lo que viene, futuro

Agentes sociales y ecologistas vienen reclamando desde hace tiempo el cierre de la central de Garoña. Ed. Imagen de una manifestación celebrada en Bilbao en 2009. Ed. : Roberto Cacho/CC-BY-ND

Próximamente se incorporará a este listado el de Garoña. Nuclenor no ha querido hablar con la revista Elhuyar, por lo que algunas preguntas han quedado sin responder. Sin embargo, hay cuestiones sobre las que no hay dudas.

Por ejemplo, Nuclenor ha afirmado en numerosas ocasiones que la electricidad generada por la central de Garoña era imprescindible para cubrir las necesidades energéticas de España. Marcel Coderch lo niega: "La central de Garoña ha sido un símbolo para la industria nuclear, pero es muy pequeña [tiene capacidad para generar 466 MW] y la electricidad que sale de ella no es en absoluto necesaria".

Francisco Castejón es investigador del CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) y responsable de Ecologistas en Acción en temas de energía nuclear. Coincide con Coderch: "La central de Garoña es totalmente despreciable". Según él, la central está muy obsoleta y tiene claras carencias en las medidas de seguridad, "pero si no es necesario, por lo que no tiene sentido seguir funcionando".

Más aún ha dicho Coderch: "Los datos demuestran que España dispone en estos momentos de un excedente eléctrico. España tiene suficientes parques eólicos y centrales de ciclo combinado para satisfacer la demanda energética". Sin embargo, según el informe del Ministerio de Industria de 2012, teniendo en cuenta las centrales generadoras de más de 1.000 MW, el 21,77% de la electricidad total producida procede de centrales nucleares.

Sin embargo, de cara al futuro, parece que la energía nuclear irá perdiendo fuerza, no sólo en España, sino también en todo el mundo. Así lo atestiguan, por ejemplo, las previsiones energéticas de la Unión Europea para el año 2050 y el cambio en la construcción de nuevas centrales.

De hecho, en los últimos años, cada vez más expertos han advertido de que la tendencia no debe ser cómo conseguir un aumento de la producción de energía para dar respuesta a las crecientes necesidades, sino reducir el consumo, aspecto en el que la Unión Europea se ha sumado.

Derribo de la estructura exterior del reactor de Vandellos I. Ed. Enresa/CC-BY-ND

Por otra parte, hace unos años la industria nuclear sufrió una cierta recuperación al considerar que la energía era limpia; sus partidarios aseguraban que ayudaba a reducir las emisiones de dióxido de carbono y parecía que iban a construir nuevas centrales allí y aquí. Ahora, sin embargo, la mayoría de las intenciones han quedado en nada.

Coderch lo tiene claro: "En estos tiempos nadie quiere construir una central nuclear en Europa. Los gastos se han disparado y es muy difícil rentabilizar esta inversión. Por eso quieren alargar al máximo la vida de las centrales en funcionamiento. Ante ello, creo que es necesario llegar a un acuerdo entre los propietarios de las centrales, los gobiernos y la sociedad. Entre todos tendrían que decidir hasta cuándo una central puede mantener su actividad, ya que con el paso de los años los propietarios aumentarán sus ingresos, pero al mismo tiempo aumenta el riesgo de que ocurra un imprevisto".

En opinión de Coderch, España tiene un vacío importante en este sentido, pero en otros países el problema es aún más grave, especialmente en Francia. Allí su dependencia de la energía nuclear es muy grande: Tienen 58 reactores y producen tres cuartas partes de la energía que consumen. "Esta dependencia no es razonable, en una época en la que se cometió un gran error, y ahora tendrán que decidir cómo y con qué sustituir las centrales nucleares a medida que llegan al final de su vida útil".

Volviendo de Francia a Garoña, Coderch ha querido aclarar que el coste de la demolición de la central está "teóricamente" cubierto, ya que Enresa cobraba una cantidad de dinero por kilovatio generado por la central para sufragar el derribo. "Lo cierto es que no se puede saber cuánto se va a gastar realmente, no tanto en los trabajos de demolición, sino sobre todo en el almacenamiento seguro del material radiactivo".

Cuestión pendiente. Francisco Castejón ha hablado con claridad: "Durante cientos de miles de años hemos generado residuos que serán radioactivos sin saber qué vamos a hacer con ellos. Lo único que podemos hacer hasta encontrar una solución es no crear más".

Investigación como vía para mejorar los próximos derribos
Durante el derribo de la central Vandellos I, Enresa creó en 2004 el centro tecnológico Mestral en sus instalaciones. Y es que el reactor tiene que estar al cuidado de Enresa durante 25 años, por lo que, según Enresa, era un lugar idóneo para acoger el centro tecnológico.
De las personas a los robots
De hecho, el objetivo del centro tecnológico Mestral es mejorar los conocimientos adquiridos en el proceso de demolición e impulsar investigaciones relacionadas con la destrucción de las instalaciones nucleares. Para ello colaboran con otras instituciones, especialmente con la Universidad Rovira y Virgili.
Enresa y la universidad han realizado ya 34 proyectos conjuntos en diferentes ámbitos: unos de carácter tecnológico-científico, otros metodológicos y teóricos y, finalmente, también desarrollan proyectos relacionados con temas sociales.
Derribo de Vandellos I. Ed. Enresa/CC-BY-ND
Juaquín Farias es el coordinador de estos proyectos. En su opinión, el derribo de Vandellos I generó una serie de preguntas y retos, "de ahí surgieron temas para los primeros proyectos de investigación".
Entre ellas, Farias ha destacado el desarrollo de robots para la realización de mediciones radiológicas: "La misión de los robots es medir la radiactividad de las paredes potencialmente contaminadas. En Vandellos se trabajó con personas y andamios. Ahora lo hacen los robots con sensores y todo se gestiona a través de una aplicación informática. Este proyecto tiene continuas mejoras y continuará en 2013. Mientras tanto, los robots desarrollados por los investigadores se utilizan en Zorita".
Limpiadores de radiación
Además, prueban técnicas de limpieza de la radiación. Por ejemplo, para la recuperación de suelos contaminados con isótopos radiactivos se han realizado estudios con plantas especiales y algunas técnicas agrícolas. Farias ha explicado que "estas plantas absorben de sus raíces los metales pesados que hay en el suelo y los acumulan en el tallo o en las hojas". Salix eleagnos (permanente), y Amaranthus retroflexus (anual) son dos de las especies investigadas. "Estas investigaciones se han aplicado posteriormente en la restauración minera, como en Salamanca".
Midiendo la radiactividad de las paredes. Ed. Enresa/CC-BY-ND
Además de los isótopos radiactivos que hay en la tierra, existen proyectos de eliminación de los que se encuentran en aguas contaminadas. Normalmente se emplean procesos de filtración y evaporación o ósmosis inversa, pero estos métodos, además de ser poco eficientes, son costosos. Para superar estos obstáculos, Mestral investiga a las magmoléculas.
"Las magmoléculas son moléculas orgánicas con átomos de hierro y tienen cierto magnetismo. Son adsorbentes selectivos de algunos radioisótopos, como el cesio. La hemoglobina en sangre es uno de los ejemplos de las magmoléculas presentes en la naturaleza y en el laboratorio han probado otras para limpiar las aguas contaminadas y medir la contaminación. De hecho, recientemente se ha presentado una tesis doctoral al al respecto. De hecho, a veces ocurre que el isótopo radiactivo se encuentra en una concentración tan baja que no se puede medir por métodos convencionales. El uso de magmoléculas permite concentrar los radioisótopos y así saber hasta qué punto el agua está contaminada", explica Farias.
La mayoría de los proyectos tienen una duración de un año y al finalizar deciden si continuar o no, en función de los resultados. "Tanto el proyecto de robots como el de magmoléculas tienen continuidad y se han presentado en la oficina de patentes".
Preguntando si se están realizando o tienen previsto realizar estudios encaminados a la próxima central de Garoña que será derribada en España, Farias responde que no: "De hecho, la tecnología de desmantelamiento de las centrales nucleares está desarrollada y hay muchas centrales en el mundo en proceso de derribo o derribo. No obstante, dada la singularidad de cada central, se hace necesaria una planificación específica. En Garoña tendrán que empezar ahora".
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