Hoy en día, ¿quién no tiene alguna foto en su bolsillo, que sea de su amada, de sus hijos o al menos de su carné? ¿Y qué decir de nuestros hogares? Hay algún fotón, sentado o sobre una mesa. Las fotos están muy extendidas y nos resulta difícil pensar en un mundo sin ellas. ¿Cómo vivían nuestros antepasados sin fotos? Para responder a esta pregunta no debemos ir muy lejos.
Vamos a ver qué nos dice Dickens el siglo pasado en sus “últimos papeles de Pickwick Club”. De una manera irritante, nos cuenta qué hacían hace cien años en los prisioneros ingleses para captar la imagen del hombre. El cuento pertenece a una cárcel a la que han llevado a Pickwick y al llegar le dicen que tiene que estar sentado hasta hacer su imagen.
Haciendo caso a la invitación, el señor Pickwick se sentó y entonces Samuel (su esclavo) le susurró al oído que probablemente entendían aquí en un significado especial.
Así empezó la sesión. Mientras un grueso prisionero miraba por encima al señor Pickwick, otro compañero se puso ante un nuevo prisionero y clavó su mirada fija en él. El tercero de los presos, centrándose en la punta de la nariz del señor Pickwick, comenzó a investigar cuidadosamente su aspecto.
El papel de estas “fotografías” que se guardaban en la cabeza era desempeñado por antiguas “señales personales”. ¿Quién no conoce el aspecto del pastor Joanes de “Garoa” del escritor ondarrutarra Txomin Agirre? Según nos escribió:
“¡El hombre era el agua!” Siete
pies y medio de largo, recto a la imagen de la chopo tierna, ya que el hayedo más grueso es ancho, como el arte duro, denso, como la no acebo. Era la peineta cuando yo conocí a
Joanes. Todavía estaban fuertes los brazos venosos del pastoril montés, sus oñas, sus pechugas”.
Aunque la descripción sea maravillosa y de gran valor desde el punto de vista literario, si realmente quisiéramos saber cómo era Joanes, hoy en día una sencilla fotografía suya nos daría más información que esas palabras. En cualquier caso, Txomin Agirre no sabía usar la cámara y afortunadamente nos dio ese bonito pasaje de nuestra literatura.
La fotografía se inventó a mediados del siglo pasado. Inicialmente se realizaba mediante el método denominado dagerrotipo. Este nombre se llamó Gorasarre de su inventor, Dagerre de origen vasco. Este método grababa las imágenes en láminas metálicas, pero era muy incómodo, ya que para hacer una imagen había que permanecer inmóvil decenas de minutos delante del útil.
Sin embargo, conseguir la imagen de una persona sin la participación de ningún pintor era algo nuevo y sorprendente y a la gente le costó mucho acostumbrarse a esa idea. En una revista rusa de 1845 se cuenta la siguiente anécdota:
Hay personas que no pueden creer que el daguerrotipo trabaja sin ayuda. Un respetable hombre se fue a retratar. El fotógrafo le hizo sonar, ajustó el vidrio y colocó la plancha, miró su reloj y se fue. Mientras el fotógrafo permanecía en la habitación el señor respetable estuvo sentado y sin moverse, pero nada más salir de la puerta, el que quería tener la foto no consideró que debía estar parado: se levantó, cogió la nariz, miró el daguerrotipo (aparato) por todas partes, acercó su ojo al vidrio y, moviendo la cabeza, pensó:
“¡Qué curioso! y empezó a caminar por la habitación.
Cuando regresó el fotógrafo se sorprendió junto a la puerta y le llamó diciendo:
El lector puede pensar que actualmente estamos lejos de estas minuciosas ideas fotográficas. Sin embargo, todavía la mayoría de nosotros no se han acostumbrado totalmente a la fotografía y, de paso, tenemos que decir que los que saben mirar la foto correctamente son muy pocos. Muchos responderán que sólo hay que tomar la foto y mirar. Pero no es tan fácil como parece.
A las fotos, tan extendidas, como a las mil cosas que tenemos en nuestras casas, no sabemos sacar todo su jugo. La mayoría de los fotógrafos, y por supuesto el resto, no miran las fotos correctamente. Si el arte de la fotografía tiene más de un siglo y aún así muchos aún no han aprendido a mirar la foto. Sin embargo, esto me da un tema para otro trabajo y de momento lo dejo.