Ordenadores, papeles, aceites... Todo lo que te rodea puede arder. Quizá tú también, a una temperatura determinada. Como se explica en el libro Farenheit 451 de Ray Bradbury, el papel, por ejemplo, arde a esa temperatura. Imagina que el conjunto de papel que has arrojado a reciclar arde y no tienes agua cerca. Sin duda, los extintores son el mejor medio de extinción en ausencia de agua. Sin embargo, a pesar de conocer la teoría sobre los extintores, es imprescindible saber utilizarlos para afrontar la situación.
Si se coge y se revisa en las manos, destacan varios capítulos principales en el extintor. La primera y evidente es la botella. Es el recipiente con un extintor que apagará el incendio. En su interior habrá polvo extintor. La botella siempre tiene una válvula que bloquea o mide el flujo de este extintor. En el exterior, una etiqueta con información general para todos. Este último también forma parte del extintor.
Se coge el extintor en la mano y se comprueba que sabemos manejarlo en caso de incendio. Todos los años se producen incendios. El 30% de los incendios son provocados de forma accidental; se producen al quemar matorrales, arrojar cigarros mal apagados en cualquier lugar, apagar mal los fuegos que se producen durante el tiempo de ocio, etc. Son, en definitiva, fruto de la irresponsabilidad humana. También son originados de forma natural, por ejemplo por rayos, pero muy pocos.
Sea cual sea el tipo de uno u otro, el combustible (por ejemplo, madera, plástico, gasolina, matorrales...), la comburente (en general, el oxígeno del aire) y la energía de activación o el calor son los elementos esenciales para la producción del fuego. La suma de estos tres componentes produce fuego. Al contrario, si se quita uno de estos elementos, el fuego se apaga. Para ello existen varias vías: reducir la concentración mediante la eliminación o disolución total del combustible, eliminar el calor o reducir la temperatura y evitar que los vapores resultantes se mezclen con el oxígeno del aire --utilizando una manta, por ejemplo, o directamente con el extintor-.
Los extintores más utilizados son los que contienen dióxido de carbono, mezclas de varios polvos e hidrocarburos halogenados. Dependiendo del fuego que se produzca, se utilizará un extintor u otro. Porque no todos los fuegos son iguales.
Los tipos de incendios se clasifican, en general, en función del combustible: Los de la clase A son fuegos de materiales sólidos. En la mayoría de los casos, estos materiales son orgánicos y suelen formar brasas al quemarlos. La combustión de líquidos como gasolina, pinturas, aceites, etc., produce fuegos de tipo B. Cuando se queman gases (metano, propano, butano...) y metales (sodio, magnesio, potasio...) son de las clases C y D, respectivamente. Por último, hay fuegos de clase E o eléctricos. Esta diferenciación es muy importante y es imprescindible tener claro.
Supongamos, por tanto, que tu ordenador te arde. Así que tienes un fuego tipo E. El dióxido de carbono, por ejemplo, es fácilmente penetrable en el fuego y no conduce electricidad. El extintor de incendios eléctrico tipo E más adecuado es por tanto de dióxido de carbono. Además, no emite residuos que puedan dañar el circuito eléctrico. También es muy eficaz en caso de incendio de metales de naturaleza eléctrica. Además, los extintores de dióxido de carbono se caracterizan por tener un filtro en forma de trompeta. Incluso con tubos flexibles, al final de estos tubos flexibles hay un filtro especial, la trompetilla. De hecho, el CO 2 sale por debajo de cero a 70ºC y puede producir quemaduras en la piel por contacto. El frío también quema a menudo. La fuerte expansión de salida enfría el gas.
Similares a los anteriores pero sin trompeta son extintores con mezcla de varios polvos. Son muy eficientes pero producen grandes daños, especialmente en los aparatos eléctricos. Además, tienen un pequeño obstáculo: estos polvos son algo asfixiantes.
Los siguientes, los extintores que contienen hidrocarburos halogenados, tienen muchos usos. En general, salvo los fuegos de tipo A y D, todos los demás son capaces de apagarlos. Sin embargo, estos compuestos del grupo de clorofluorocarbonos dañan la capa de ozono por lo que los expertos buscan nuevas soluciones para evitar daños al medio ambiente. Quién diría que estos compuestos existen en los extintores... Actualmente está prohibido el uso de estos extintores. No obstante, todavía se utilizan en instalaciones antiguas.
También disponemos de hidrantes contra incendios. Las bocas de incendios deben estar dotadas de agua. Son muy simples. Disponen de tubo flexible, manómetro de control de presión y lanza. Hay dos tipos: Rígidos y flexibles. La principal ventaja de la primera es que se puede utilizar sin soltar completamente el tubo rígido. Parece una tontería, pero en caso de emergencia no es tan fácil liberar completamente el tubo. La segunda, totalmente blanda y flexible, requiere una liberación total para su utilización.
El agua también puede apagar fuegos de tipo B o líquidos. Pero no todos. Si el líquido que se está quemando es polar (como el alcohol), no habrá ningún problema para apagarlo. Sin embargo, si se trata de un líquido apolar, como el petróleo, es posible que las llamas se expandan.
Por otra parte, la presión del agua a la salida del tubo flexible es elevada y en algunos casos esta presión puede dispersar el líquido que se está quemando y aumentar el fuego en lugar de apagarlo. Por eso, a menudo, cuando el fuego es muy localizado, por ejemplo cuando está en un bote de pintura, lo ideal es ahogarlo con una manta.
Y no digas cuando el incendio se produce alrededor de enchufes, cables, etc., por si acaso no lo uses. Porque corres el riesgo de recibir una descarga eléctrica.
No hay que olvidar la espuma utilizada por los bomberos en general, producto de la mezcla de unos polvos especiales con el agua. La espuma se utiliza principalmente en la extinción de incendios de líquidos. Aunque en menor medida, también puede utilizarse cuando se queman sólidos.
Imagínate que eres empleado de una empresa y que arde un depósito de aceite a altas temperaturas. Para apagar todo esto, no bastarán todos los extintores que tengas a tu alrededor. Por eso, lo mejor será llamar a los bomberos. Su espuma, además de enfriar el medio, producirá una capa superior que impedirá el contacto físico entre el aceite y el oxígeno. Así, a corto plazo el fuego se apagará completamente.
Todos estos extintores son de uso manual. Pero también hay extintores estables. En la actualidad se instalan detectores automáticos de fuego en diferentes zonas, tanto por encima de una temperatura como por si se observan llamas.
Tan importante como disponer de un extintor ante cualquier incendio. También hay que ser prudente y relajado. Intentar apagar el fuego a distancia al principio y, a medida que se vaya apagando, ir acercándose poco a poco, sin poner en peligro uno mismo. Si alguna vez te toca resistir al fuego, ten cuidado.