A lo largo del Cuaternario, todas las cumbres tuvieron largos períodos glaciales. En consecuencia, las enormes cantidades de nieve acumuladas originaron una gran cantidad de glaciares de gran capacidad erosiva. En las zonas altas de los valles, donde los glaciares acumulan la mayor parte de la nieve, fundida y congelada constantemente en las grietas de las piedras, provocó la primera erosión: las piedras se reducían y se arrastraban hacia abajo. Como consecuencia de esta primera erosión surgieron en estas zonas altas de los valles unas depresiones denominadas circos. Además, al moverse los glaciares por los valles, los transportaban junto a ellos piedras y fragmentos de roca, con un enorme efecto modelador. Debido a que en este camino la erosión de los glaciares encontraba numerosos obstáculos, la excavación inducida no siempre era la misma, por lo que en estos valles de origen glaciar, de forma típica "U", se creaban depresiones de varios tamaños y formas. Cuando el sustrato era impermeable en circos, valles y en cualquier otra depresión originada por el glaciar, al desaparecer los glaciares se acumuló agua y se formaron lagos de alta montaña.
La mayor parte de los lagos originados por la erosión de los glaciares son muy profundos y de orillas escarpadas. Por ello, los fenómenos dentro de la masa de agua tienen mayor importancia que los de la interacción agua seca, por lo que estos lagos de alta montaña no pueden considerarse humedales.
No obstante, al concentrarse los sedimentos de la cuenca en los lagos, éstos tienden a llenarse y pasarán de ser lagos a ser lagunas de poca profundidad. En la última fase de esta evolución la vegetación se extenderá por toda la zona de los lagos y se convertirá en turberas.
El proceso de llenado, a medida que disminuye la profundidad y el volumen del agua, aumenta la proporción entre superficie y volumen y las relaciones e intercambios entre la masa de agua y su medio físico son cada vez más importantes. La mayor relación con las orillas en este proceso y la ausencia de problemas para que el sol llegue a toda la columna de agua hacen que sus características varíen: aguas primarias frías, transparentes, poco mineralizadas, de baja alcalinidad, saturadas de oxígeno y con un ciclo anual considerable, las nuevas condiciones hacen que no tengan ciclo anual y tengan más nutrientes, convirtiéndose en estanques de alta montaña. Estos son precisamente los que nos interesan, ya que pueden ser considerados humedales.
Aunque estas charcas son más eutróficas que los lagos, por diversas razones no pueden ser muy ricas. Por un lado, no debemos olvidar que en estos lugares las condiciones climáticas son muy duras, ya que además de las temperaturas frías, se encuentran congeladas y bajo la nieve entre cuatro y ocho meses al año, por lo que la época del año ideal para la vida es muy corta. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en los montes altos los suelos son finos y poco desarrollados, ya que no se puede olvidar que el suelo es el lugar más importante para la fijación del nitrógeno y acumula fósforo, magnesio y otros elementos. Por tanto, si el suelo es delgado, sus humedales albergarán comunidades pobres.
Ahora bien, las condiciones extremas que impone la dureza del clima hacen que estas charcas sean verdaderas islas de la naturaleza que caracterizan a su entorno geográfico. Allí, varias especies del norte que se expandieron junto a los glaciares hacia el sur, tras el retroceso del hielo, han quedado aisladas. Se dice que estas especies son de distribución boreoalpina, ya que además de aparecer en los territorios septentrionales, las encontramos en las montañas altas del sur del hemisferio superior. Estos lagos y lagunas se formaron durante las glaciaciones por lo que son relativamente jóvenes. Por ello, sus comunidades de seres vivos son de baja diversidad y están constituidas principalmente por especies cosmopolitas.
Como ya se ha mencionado anteriormente, la escasez de alimento en las charcas de origen glaciar y la escasez de temperatura fría y de estación adecuada hacen que haya poca vida, pero las comunidades que se desarrollan en estas duras condiciones son bastante peculiares y sólo pueden verse en estas zonas.
Está formado por especies de algas de distribución amplia adaptadas a la vida del fitoplancton en aguas oligotróficas, comenzando por las que habitan en aguas libres. Los más abundantes son los crisofíceos de los géneros Ochromonas y Dinobyron y los dinoflagelados de los géneros Peridium y Ceratium, pero también son comunes los diatomeas y los cianofíceos. Estos últimos son de vital importancia, ya que su potencial de fijación del nitrógeno atmosférico les permite enriquecer estos medios, relativamente pobres en alimentos.
En cuanto a los macrófitos, en estas charcas de alto grado de llenado se organizan en cinturones vegetales. Desde dentro hacia fuera, a tres y cinco metros de profundidad, sólo encontramos sobre las piedras el alga clorofágica Nitella (a menudo junto con las cianobacterias del género Nostoc). A partir de ahí se desarrolla el cinturón de plantas acuáticas. Entre las especies más profundas de este cinturón destacan Ranunculus trichophyllus y Miriophillum alternifolium. Más arriba viven las especies de helechos Isoetes lacustris e Isoetes velatum y las especies Subularia aquatica, Ranunculus aquatilis y Sparganium angustifolium. Por último, encontramos especies que viven a unos pocos centímetros de profundidad, como la Carex rostrata o la Menyanthes trifoliata. Fuera del agua, pero en las orillas de los lagos con alta humedad de los suelos, se forman juncales formados por especies de los géneros Carex, Juncus y Eriophorum. En su interior se crean turberas en zonas con sedimentos arcillosos.
Estos humedales que albergan comunidades vegetales pobres no pueden ser muy ricos en fauna. Un ejemplo de ello es la baja densidad del zooplancton en las aguas de estos lagos. Al igual que ocurre con el fitoplancton, está formado principalmente por especies cosmopolitas y boreoalpinas, como Cyclops abyssorum copepodo, Daphnia longispina cladozero o Asplachna priodonta, Polyarthra vulgaris y Kellicotia longispina errotifero.
En cuanto a las comunidades bentónicas, además de la larva de insectos quirónidos en el sedimento y entre las piedras, encontramos cladoceros Biapertura affinis y Euryceros lamellatus o varias especies de ostracodos no planctónicas, cnidarios del género Hydra o oligoquetos rojos del género Tubifex. Sobre las piedras, sin embargo, aparecen larvas de diversos insectos (efemerópteros, tricópteros y plekópteros) que habitan en aguas frías y oxigenadas; además, debido a la escasez de carbonato cálcico, viven gasterópodos del género Lymnaea con conchas muy finas y blandas y bivalvos del género Pisidium.
Otros macroinvertebrados que encontramos en estos lagos son los temidos coleópteros depredadores del género Dytiscus, que forman una burbuja en el trasero para respirar, los heteropteros de los géneros Notonecta y Gerris o larvas de garbanzos.
En cuanto a los vertebrados, no constituyen grandes poblaciones en estos lagos de alta montaña. Por lo que respecta a los peces, las poblaciones de invertebrados bentónicos son escasas y las poblaciones de trucha común y ezkail que encontramos en estos humedales son muy escasas. En el caso de los anfibios, aquí habitan dos especies de urodelos y dos de anuros. Los urodelos son el tritón pálido (especie omnipresente) y el tritón pirenaico (especie endémica y de alta montaña). Sin embargo, los amuros son la rana silvestre roja y el txantxikua.