En estos casos, además, pueden acabar con el equilibrio ecológico del ecosistema invadido, descartando las especies presentes. Según los expertos, las invasiones biológicas son en la actualidad la tercera causa más importante de pérdida de biodiversidad tras la destrucción y fragmentación del hábitat. Además de los daños ecológicos, son frecuentes los daños económicos.
La mejor forma de tratar las especies invasoras es mantenerlas en el exterior, es decir, prevenir. Cuando la detección es rápida y todavía no se ha extendido mucho la especie, es posible que exista una solución, pero una vez que el invasor ha llegado a estar extendido y bien fijado, puede ser muy difícil, si no es posible, eliminarlo.
El grupo GEIB, experto en invasiones biológicas, recopiló en un libro el año pasado las 20 especies invasoras más perjudiciales de España. Muchas de estas especies también existen en el País Vasco. Algunos ejemplos son:
La hierba de la pampa es originalmente sudamericana. Fuerte y vivaz. En condiciones medias, puede alcanzar un diámetro de tres metros y una altura de cuatro metros, y las hojas largas y estrechas presentan herbáceas cortantes aserradas, lo que explica su nombre científico. Florece entre septiembre y octubre y se reproduce con semillas. Si lo hace, puede producir más de 100.000 semillas de dintel. Estas semillas de transporte tienen viento y son capaces de recorrer un largo camino: Pueden extenderse hasta 30 km.
Además, con las características de la tierra no es nada mezquino, ni en el pH, ni en la estructura, ni en los alimentos. Soporta desembarcos no muy largos y plantas maduras incluso temperaturas inferiores a -15ºC. Y tras los incendios se vuelve fuerte. Con este tipo de características, la hierba de la pampa presenta claras ventajas sobre las especies autóctonas y puede colonizar rápidamente terrenos que han sido baldíos y alterados.
XIX. Llegó a Europa a mediados del siglo XX y hay dos hipótesis principales: es posible que los ingenieros lo hayan introducido para evitar los desprendimientos o que los indianos lo traigan como planta ornamental. Desde entonces, esta planta ha tenido diversos usos: plantas medicinales anti-fiebre, plantas forrajeras, materia prima para la cestería... y también se ha utilizado para estabilizar tierras y crear barreras en las márgenes de caminos y polígonos industriales.
En muchos lugares la hierba de la pampa se ha convertido en una especie dominante, especialmente en la costa. Coloniza hábitats abiertos y ocupa el lugar de las especies autóctonas. Además de incidir directamente en la pérdida de biodiversidad, aumenta el riesgo de incendio. Sin embargo, las semillas de esta elegante planta están al alcance de todos.
Árbol de hoja caduca que puede alcanzar una altura de 25 metros y capaz de generar semillas a los seis años. Estas semillas pueden durar hasta 10 años, y cuando las condiciones son adecuadas, las nuevas plantas pueden crecer en un metro por año. Sin embargo, la reproducción asexual a través de las altitudes que salen de las raíces es más importante para colonizar nuevos lugares.
La falsa acacia es una planta pionera, de luminosidad, poca competencia y requiere un buen drenaje. Pero puede vivir en todo tipo de terrenos y resistir grandes sequías. Además, puede fijar nitrógeno mediante micorrizas, lo que aumenta su capacidad de colonización.
Aparece totalmente naturalizada en las márgenes de caminos y carreteras, taludes y márgenes de ríos. Debido a su alta tasa de crecimiento y fecundidad, el falso acacia desplaza a las especies autóctonas. Genera una sombra inmediata que impide el desarrollo de plantas autóctonas. Además, puede provocar competencia en polinización, ya que las flores aromáticas de la falsa acacia atraen a los insectos polinizadores.
El mejillón cebra se ha popularizado recientemente por su presencia en aguas de Euskal Herria. En Álava, en la zona de Sobrón y en Navarra, en el río Arga, ha aparecido este molusco originario de la región pontaspórica (mar Negro, mar Caspio y mar Aral). Gracias a la navegación se ha extendido por toda Europa y Norteamérica.
Se trata de un pequeño mejillón de tres centímetros de longitud que se debe a las bandas oscuras y claras con zigzag en el caparazón. Vive sobre todo en aguas dulces, aunque también tolera las salobres. Y prefiere aguas inertes, de baja corriente.
Las hembras pueden empezar a los dos años y proliferar casi todos los meses. Pocos días después de la puesta del huevo nacen larvas planctónicas de fácil dispersión. Un mejillón cebra puede producir un millón de descendientes al año.
Esta elevada fecundidad permite una rápida expansión. En un lago de los Grandes Lagos de América del Norte había 200 mejillones/m 2 en 1988; al año siguiente ya eran 4.500. En otro lago se alcanzaron los 750.000 mejillones/m 2 en pocos meses.
El ecosistema puede alterar totalmente los mejillones de cebra. Se alimenta de fitoplancton y hace competencia directa a los animales que tienen el mismo alimento. Aumenta la cantidad de materia orgánica y disminuye el oxígeno. También provoca la pérdida de los bivalvos autóctonos, creciendo sobre ellos. Al ocupar todas las superficies (sustratos, piedras, plantas, infraestructuras...) produce grandes desequilibrios ecológicos y la acumulación de miles de valvas altera totalmente las características del sustrato. Por último, puede ocasionar pérdidas económicas, ya que puede obstruir tuberías de infraestructuras, sumideros, etc.
El cangrejo de río americano ha sido muy utilizado en acuicultura y en la actualidad tiene una extensión mundial. Fue introducida intencionadamente en los ríos peninsulares, con fines de explotación, cuando la población de cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipes) se redujo por sobrepesca y destrucción de hábitat. Y ese fue el remate para el propio. De hecho, el americano es el portador del hongo afanómicosis Aphanomyces astaci, una enfermedad mortal para los autóctonos.
Por otro lado, también produce más daños en el ecosistema invadido. Al perforar el sustrato, transforma el medio y cuando aparece en altas densidades puede desequilibrar la cadena trófica, afectando a la productividad del ecosistema. Produce la pérdida de plantas acuáticas, así como de algunas especies de peces y anfibios.
El visón americano es un carnívoro semiacuático de cuerpo alargado. Habita en ríos, arroyos, lagos y embalses, sobre todo en zonas de gran vegetación. Es carnívoro, pero a veces también come frutos y excrementos, siendo solitario y territorialmente. Se reproduce una vez al año y puede tener entre 4 y 6 crías cada vez. Los jóvenes visones alcanzan la madurez sexual en 10 o 11 meses.
La especie, originaria de Norteamérica, es traída para la peletería y actualmente está asentada en muchos países europeos y en Sudamérica. Fue traída a Europa en la década de los 20, y tras naturalizar los ejemplares fugados de las granjas, se ha extendido de forma natural.
En este caso, la principal víctima ha sido el visón europeo local (Mustela lutreola). Ambos comparten un mismo hábitat y modo de vida, pero el americano es más grande y agresivo, tiene mayores esperanzas y además los machos pueden cubrir a las hembras europeas. En este último caso, se generan embriones inviables que no vuelven a copular. Además, el visón americano es portador de enfermedades que afectan al europeo, como el parvovirus de la enfermedad aleutiana (ADV), una enfermedad incurable para los visones europeos.
Este roedor, de 60 cm de largo y 6 kg de peso, también fue traído desde Sudamérica para el cuero. Desde finales del siglo XX y sobre todo XX. en la tercera década del siglo XX. Gracias a las fugas y a los abandonos que se produjeron cuando perdieron su valor económico, hoy en día está presente en más de 30 países europeos. En Euskal Herria es cada vez más abundante y se puede ver en los ríos Bidasoa y Oiartzun, Baztan y Leitzaran, entre otros.
El cuento tiene forma de gran ratón, es acuático y forma pequeñas colonias. Se reproduce a lo largo de todo el año y puede llegar a tener 2-3 crecidas al año. La madurez llega a los seis meses.
Por otra parte, también puede causar pérdidas en la agricultura y daños importantes en las infraestructuras. Y es que, debido a su costumbre de aztalizar, destruye los ríos, colmata los cauces, destruye las infraestructuras y aumenta el riesgo de inundación.
En Italia, se estimó que causó unas pérdidas de 14 millones de euros entre 1996 y 2000.