La comunicación es la clave en las crisis alimentarias

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

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Ed. Fundación Elhuyar

"Las últimas crisis alimentarias han puesto de manifiesto que la ciudadanía no entiende ni cree en la comunicación que se realiza". Estas palabras son de José Luis Anda, Viceconsejero de Agricultura y Desarrollo Rural, que anunció en la apertura del congreso sobre Sociología de la Alimentación que se celebró en julio en Vitoria.

De hecho, en el congreso no se habló de seguridad alimentaria, pero la conferencia de Anda se centró en la seguridad alimentaria y la comunicación de alertas. Por tanto, sus manifestaciones pueden ser consideradas como indicadores de la importancia que ha tenido el tema.

De hecho, las autoridades alemanas y los responsables sanitarios han recibido críticas severas por la gestión de la alerta causada por la variante enterohemorrágica de la bacteria Escherichia coli. El periodista científico especializado Xavier Pujol, por ejemplo, ha definido con el término "caótico" el protocolo utilizado por los responsables sanitarios para comunicar la comparecencia y la comunicación dirigida a la sociedad.

Según ha escrito Pujol en su blog Política Científica, el trabajo realizado por los científicos ha sido "excelente", ya que el agente infeccioso (bacteria) fue inmediatamente identificado. Sin embargo, la investigación de la cadena de transmisión no fue en absoluto satisfactoria. Por lo tanto, ha llegado a la conclusión de que "es necesario revisar y reforzar el sistema de trazabilidad". Sin embargo, ha hecho las críticas más duras a la comunicación: "han sido demasiado ágiles, descuidados, y una y otra vez".

Al margen de la crisis alemana, en la misma época, otra noticia en nuestro entorno suscitó una preocupación entre los consumidores, aunque a otro nivel. De hecho, a principios de verano se informó de que el consumo de pescado azul puede suponer un riesgo para la salud por su contenido en mercurio. A pesar de que este tipo de pescado era un buen momento para comer, muchos consumidores lo descartaron, asustados por los titulares de los medios de comunicación.

Riesgo no alerta

En este contexto, los expertos en seguridad alimentaria consideran importante diferenciar bien qué es la alerta y qué peligro, ya que los protocolos y pautas a seguir no serían iguales en ambos casos. Y es que la influencia que puede tener una y otra situación en la sociedad no es la misma, ni el comportamiento de los consumidores.

Isabel Martínez Elika, Directora de la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria. Ed. Ana Galarraga

De esta opinión se encuentra Isabel Martínez, directora de la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria, Elika. El caso del E.coli enterohemorrágico es una alerta y el del pescado azul un peligro.

"Es decir, en uno tenemos un agente nocivo y los responsables deben tomar decisiones para proteger a los consumidores. Por el contrario, el mercurio que contienen algunos peces azules puede ser peligroso, pero sólo para un grupo de la población y si la concentración de mercurio es muy elevada, no siempre. Por tanto, en estos casos, los responsables deben informar a los consumidores para que ellos mismos sean capaces de actuar con prudencia", ha explicado Martínez.

Sin embargo, para que esto sea así, la información debe ser clara y fácilmente comprensible y, según Martínez, en el caso del mercurio del pescado azul no fue así: "Se produjo una alarma desproporcionada. Para que esto no ocurra es necesario diseñar una estrategia de comunicación adecuada, y no basta con informar de ello en caso de peligro, la información debe transmitirse de forma continuada".

Claves de la comunicación

Aun reconociendo que la información sobre los alimentos debe ser continua, en caso de alerta es imprescindible reaccionar rápidamente. Martínez, sin embargo, otorga tanta importancia a la coordinación como a la rapidez en la adopción de medidas y en la comunicación: "Hay que evitar la improvisación".

Así, las organizaciones responsables tienen preparados los protocolos con el objetivo principal de evitar la introducción de productos peligrosos en la cadena alimentaria. Además, los protocolos deben garantizar que se facilita información directa y completa a todos los agentes, como productores, consumidores y autoridades. Acertar en esa comunicación es fundamental.

De hecho, no todo eso es nuevo. Tras la crisis provocada por la acrilamida de ciertos alimentos en 2003, EUFIC, Consejo Europeo de Información Alimentaria, publicó un informe que recogía las lecciones básicas para la comunicación. Estas lecciones básicas eran, respectivamente, conocer a tu público; preparar el mensaje apropiado; no exagerar los riesgos o los hechos; no confundir demasiados organismos científicos; utilizar la comunicación proactiva (transparencia); tener en cuenta que no siempre es útil dar todos los detalles; no citar marcas acompañar a los medios de comunicación; utilizar fuentes fiables; y evitar que se produzca un vacío de comunicación.

El objetivo de los sistemas de trazabilidad es conocer el origen de los alimentos. Para ello, cada punto de la cadena alimentaria debe estar debidamente identificado. Ed. Peggy Greb/ARS

Ahora, en el informe emitido por la misma institución en relación con la crisis alemana, se mencionan aproximadamente los mismos puntos. La única novedad destacable es la relativa a las redes sociales. Además de los medios de comunicación tradicionales, EUFIC considera que hay que tener en cuenta las redes sociales.

En la comunicación, Martínez advierte de la existencia de factores como el nivel de riesgo, la zona afectada (limitada o extendida), la estación del año (ya que algunos alimentos son de temporada), la previsión de evolución previsible del brote y los efectos cruzados (edad, estado de salud, tiempo...).

"Y hay más. En función de todos ellos, la comunicación será de una manera u otra y se dirigirá a unos u otros. Eso sí, siempre hay que descartar la ambigüedad; el mensaje debe ser claro, no debe permitir una comprensión incorrecta. Eso es imprescindible para que la gente reciba el mensaje correctamente y sepa qué debe hacer".

También considera urgente evitar el ruido: "debe evitarse la difusión de información interesada a favor o en contra de una determinada parte". Junto a ello, cree que hay que descartar también mensajes contradictorios, "por ejemplo, no se puede decir que no hay peligro y, en todo caso, estaría a largo plazo, porque eso genera inquietud y puede provocar ansiedad en muchos consumidores". Por último, los mensajes que no dicen nada también son rechazables: "la comunicación debe informar, sino es inútil".

Por ejemplo, en el caso alemán, Martínez cree que muchos de los criterios mencionados no se tuvieron en cuenta: "Desde el principio hubo lagunas en la planificación y coordinación. Además, se dieron por probadas las sospechas y se publicaron muchas informaciones contradictorias. Por lo tanto, surgió una alerta desproporcionada y, peor aún, los consumidores no se sintieron protegidos. No es de extrañar, por tanto, que ahora salga el recelo, tanto con los alimentos como con las autoridades y responsables".

Prevención previa

En cualquier caso, Martínez destaca la existencia de medidas preventivas previas a las situaciones de alerta. "Las políticas de prevención son fundamentales. Sin embargo, la gente debe saber que el riesgo cero es imposible".

La Universidad de Florida investiga variedades resistentes a Salmonella. Ed. Universidad de Florida

Uno de los instrumentos más valiosos para la prevención es el análisis de riesgos. Tras la crisis de las vacas locas, la Unión Europea elaboró el Libro Blanco sobre la seguridad alimentaria, a partir del cual los responsables de cada territorio establecieron las vías para el análisis de riesgos. Para ello se constituyeron comités científicos o grupos de expertos.

Estos comités son independientes y tienen como misión analizar toda la información sobre los alimentos y publicar un informe con la probabilidad y gravedad de un riesgo.

Gestión del riesgo

Por tanto, las administraciones se basan en informes científicos para diseñar políticas de seguridad alimentaria. Sin embargo, Martínez aclara que las administraciones también tienen en cuenta otros factores: sociales, económicos, éticos, clínicos, legales, políticos... "Es decir, la gestión del riesgo la realizan las administraciones. Considerando que no existe riesgo cero, determinan el riesgo asumible por la sociedad y calculan el coste de las medidas de control necesarias para que dicho riesgo sea asumible. Este coste es comparado con los beneficios que las medidas reportarían a la sociedad y finalmente deciden qué medidas aplicar".

Según Martínez, comparar los costes de las medidas con los beneficios de la sociedad es relativamente nuevo: "Antes no se hacía, pero ahora se han dado cuenta de que no siempre es mejor tomar todas las medidas para reducir el riesgo. Por ejemplo, las campañas de la enfermedad de las vacas locas son muy caras y quizás ya no son necesarias, ya que el riesgo de aparición de algún caso es mínimo. Pues eso es lo que se está estudiando ahora". En definitiva, se trata de hacer un uso "lógico y eficiente de los recursos".

Elika es la secretaría técnica del comité científico que se constituyó en la Comunidad Autónoma del País Vasco en 2002. Por tanto, se encarga de la evaluación de riesgos y de cómo comunicar la información de los informes. "En eso estamos ahora", reconoce Martínez. "Porque no es fácil. Mira, por ejemplo, qué ha pasado con el atún: se advirtió que el mercurio que contiene el atún rojo puede ser peligroso para algunas personas, y la gente ha dejado de comer el bonito. Por lo tanto, es importante que se explique bien qué especies están expuestas al riesgo y que se informe de los beneficios del pescado azul para que el consumidor decida después de conocer los beneficios y riesgos. Es difícil lograr el equilibrio y acertar en la comunicación".

Para que la comunicación sea efectiva, Martínez considera imprescindible trabajar la confianza no sólo con los consumidores, sino también con los medios de comunicación, que son el puente entre las instituciones y la sociedad. "Tenemos un trabajo educativo por hacer y estamos en ello. No debemos olvidar que la gente come al menos tres veces al día, por lo que es normal preocuparse de lo que come".

La mayoría de los europeos confía en las administraciones
El Eurobarómetro realizó el año pasado una encuesta sobre los riesgos de los alimentos. Se entrevistaron a unas 26.700 personas de toda Europa y las respuestas apuntan a que la mayoría (aproximadamente dos de cada tres) confía en las administraciones, es decir, creen que intentan garantizar la seguridad alimentaria, valoran las investigaciones científicas y informan a la sociedad.
Cabe destacar que la confianza en las administraciones europeas ha crecido desde 2005, cuando el Eurobarómetro realizó la primera consulta sobre este tema y entonces poco más de la mitad confiaron en la administración.
Preguntados por las principales fuentes de preocupación, en 2010 se señalan la crisis económica (20%) y la contaminación (18%) en los primeros lugares, aunque también aparecen los alimentos (11%). En 2005 la crisis económica no aparece en la lista de respuestas y los alimentos también preocupaban menos que ahora.
Sobre todo, los restos de pesticidas que pueden contener frutas, verduras y cereales, los restos de antibióticos o hormonas en las carnes, los animales clonados y los contaminantes preocupan a los europeos. En la época de la encuesta, en la primavera de 2010, una minoría dijo que las bacterias que podían contener los alimentos le preocupaban. Sin embargo, si se realiza ahora el cuestionario, los resultados pueden variar considerablemente.
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