Se sabe que el ser humano siempre se ha ocupado de la observación de animales y plantas. Sin embargo, lo primero que hay que hacer cuando se quiere convertir los resultados obtenidos a través de estas observaciones en ciencia es ordenarlos y para ello es necesario hacer una clasificación adecuada. Las antiguas clasificaciones, tanto de animales como de plantas, se basaban en la usabilidad y tenían en cuenta algunas características a la vista. Las plantas se clasificaron como hierbas, árboles y arbustos. Pero en 1660 el científico John Ray (1627-1705) publicó su primer trabajo sobre la botánica sistemática. A esta obra le seguirán otros trabajos.
Con estos trabajos se avanzó mucho la clasificación y la propia morfología. Él, por primera vez, separó los embriones de las plantas como monocotiledóneas y dicotiledóneas, iniciando un tipo de clasificación basado en la investigación de la flor, la hoja, el fruto, etc. Más tarde se dedicó a la anatomía animal y también en esta materia dio un paso adelante en el sentido de la clasificación natural, diferenciando las plantas, aves e insectos. Ray realizó muchos viajes y, al margen de las teorías de los antiguos, puso las bases de las ciencias naturales actuales basadas en las observaciones.
Lineo tomó la ciencia natural en el punto que dejó Ray. Carl von Linné (1707-1778), hijo de un pastor sueco de la iglesia, creó su propio sistema de clasificación basado en los órganos sexuales de las plantas. Este tipo de clasificación ha estado vigente hasta la implantación del sistema actual.
Estas líneas clasificaban a los estambres, órgano sexual macho situado en el centro de las plantas, dividiéndolos en siete mil plantaciones que conocía. A pesar de que, a juicio de algunos, Lineo aporta poco a un nuevo botánico y la clasificación que da su método es la misma que si se tomaran calizas o corolas en lugar de jardineras, no se puede negar el mérito de poner una nueva y singular metodología.
Lineo se preocupó por las diferencias humanas, es decir, por las distintas razas humanas que observó en sus viajes en busca de plantas arcaicas. En su “Sistema de la Naturaleza” introdujo al hombre junto a sus simios en la sección de primates, dividiéndolos en cuatro subdivisiones en función del color de la piel y de sus peculiaridades.
La zoología tenía dificultades que desconocía la botánica para hacer una clasificación útil y adecuada. Por un lado, la estructura interna y externa de los organismos se conocía muy poco y, por otro lado, el número de datos disponibles era relativamente escaso. Sin embargo, el conocimiento continuaba en el XVIII. a lo largo del siglo XX. Se redactaron numerosas monografías y se realizaron numerosos estudios anatómicos descriptivos.
Los antiguos y medievales creyeron que de la materia muerta surgían los seres vivos de forma espontánea. Se admitía que los rayos solares podían provocar ranas desde el león y, al descubrirse el Nuevo Mundo y viendo las dificultades que había para demostrar que los seres humanos de América nacieron de Adán, más de uno dijo que también se crearon por naturaleza. Al parecer, Francesco Redi (XVII. En el siglo XX se alzó contra él. Demostró que si los cuerpos, los cuerpos de los animales, quedaban completamente protegidos de los insectos, no aparecía ningún tipo de piedra. Se pensó que las ideas de Rei iban en contra de la enseñanza bíblica y en ese sentido tuvo que luchar (XIX. En el siglo XVIII el frente sería totalmente opuesto.
Entonces, mientras Vogt, Haeckel y otros materialistas defendían el devenir espontáneo, pensando que así se expresaba de forma naturalista el nacimiento de la vida, los teólogos ortodoxos aplaudieron resultados negativos al considerar que la vida era testigo de la necesidad de la participación directa de Dios). XVIII. En el siglo XVIII el cura Spallanzani (1729-1799) rehace las obras de Redi, demostrando que en un zumo bien cocido y protegido por el aire no se produce ningún tipo de vida.
C.S. Fisiología Stahl (1660-1734) llevó la actitud de la mente que utilizó el médico del rey de Prusia para estudiar química. En su opinión, todos los cambios que se producen en los cuerpos vivos, a pesar de su gran similitud con los procesos químicos convencionales desde la superficie, eran en realidad completamente diferentes, guiados por el alma sensible que penetraba en todas sus partes. El alma sensible de Stahl, sin ningún medio, controlaba todos los procesos del cuerpo, tanto químicos como no químicos. Este alma y el alma racional de Descartes eran muy diferentes.
En el dualismo de Descartes, el cuerpo humano, independiente del alma, era una máquina sometida a las leyes habituales de la mecánica. Según Stahl, en cambio, no se conducía mediante leyes físico-químicas convencionales, sino que durante su vida hasta el último punto era un alma sensible y su nivel estaba por encima de las fuerzas físico-químicas. Según Stahl, el puente entre el cuerpo y el alma era el movimiento. Las sensaciones y semejantes no eran más que formas de movimiento dirigidas al alma sensible. Por lo tanto, Stahl puede ser considerado el creador del vitalismo moderno.
Los rivales de Stahl formaban dos escuelas: la mecanicista y la química. Estos últimos daban especial importancia a la fermentación química y Boerhaave recogió ambas teorías en su Institutiones Medicae (1708). Con el paso del siglo, y a través de experimentos con perros, milanos y otros animales, se aclararon ideas sobre la digestión. Stephen Hales XVIII. En la primera mitad del siglo XX midió por primera vez la presión sanguínea de los caballos, así como la de la sábana de los árboles.
El año 1757 es el límite entre la fisiología moderna y todas las anteriores, año en el que Albrecht von Haller (1708-1777) publicó su obra Elementa Physiologiae. En él se explicaron de forma sistemática, clara y precisa los conocimientos fisiológicos de cada parte del cuerpo. Él logró grandes avances en el desarrollo embrionario de la mecánica respiratoria y en la investigación de irritabilidad muscular.
En ese siglo, y en el marco que nos ocupa, los viajes tuvieron una importancia capital. Se veían nuevos lugares, distintos seres humanos, plantas y animales desconocidos, y se propuso un afán de investigación, aunque en el mundo de las ideas surgiera una visión más amplia.
En los viajeros hay que citar a William Dampier (1651-1715). En sus viajes veía cualquier árbol o planta nueva, con una pluma afilada de color e imagen con una precisión increíble. Su libro Discours on Winds se convirtió en un clásico de la meteorología. También se ocupó de la hidrografía y del magnetismo terrestre.
Dampier empezó como pirata y siguió como pudo hasta que sus libros consiguieron su nombre y prestigio. Pero a lo largo del siglo la atención científica a la investigación alcanzó su máximo esplendor, por lo que la sociedad estaba dispuesta a apoyar esas tareas. Por eso el capitán James Cook (1728-1779) pudo hacer las cosas mucho más fácil. Tras la publicación de un trabajo sobre un eclipse solar por parte de este capitán, Royal Society tomó el encargo de investigar a Venus desde Tahiti. La emoción de encontrar la Antártida en sus viajes posteriores y, aunque no lo consiguiera, sus viajes tuvieron resultados de gran valor científico, como la causa del escorbuto y muchos detalles sobre su tratamiento o sobre Australia, Nueva Zelanda y el Pacífico.
Por otro lado, y desde el punto de vista técnico, otro factor a tener en cuenta es el microscopio. XVIII. La demanda de compra de estos aparatos en el siglo XVIII aumentó mucho, pero no para su uso en laboratorios, sino para mantenerlos como algo extraño en las salas. Por ello, muchas veces, en lugar de preocuparse de sus mejoras ópticas, se encargaron de su ornamentación. Sin embargo, el paso del microscopio simple al compuesto fue muy rápido. Sin embargo, durante mucho tiempo el simple obtenía mejores resultados que el compuesto y antes de 1730 los microscopios compuestos tenían muy poco espacio.
A través de ellos protozoos y bacterias, espermatozoides y diversos animales microscópicos (espongiarios, celentereos, neumoforos, etc.) los vieron. Sin embargo, en los años 1740-1750 los compuestos experimentaron un enorme impulso que les permitió introducirse en el mundo submicroscópico.
Parece ser que el padre de la clasificación natural fue el casi desconocido Michel Adanson (1727-1806). Sus trabajos fueron copiados y su resultado no se ha conocido hasta muy tarde. Al principio recogió todos los conocimientos sobre las plantas existentes. Luego puso un paralelismo entre los sistemas artificiales y el natural. Observador empedernido, realizó una explicación detallada y completa de todas las partes de las plantas, desde las raíces hasta los embriones.
En cuanto a su clasificación natural dijo: “... para empezar, hago una explicación completa de cada planta, poniendo cada una de sus partes en diferentes artículos especiales con cada determinación; cuando aparecen otras nuevas especies relacionadas con las especies expuestas, las pongo a su lado, eliminando las afinidades y simplemente señalando diferencias. Debido al conjunto de explicaciones comparadas, las plantas se ordenaban por sí mismas en clases o familias...”
Esta forma metodológica tenía grandes dificultades, pero Adanson avanzó en la clasificación basada en el conocimiento de las plantas y en el sentido común.
XVIII. La botánica del siglo XX terminó con el linaje de Jussieu. Participaron cinco generaciones. Luis XV encargó a Bernard Jussieu la creación del jardín botánico del Triano Menor. Esto comenzó con la ayuda de su sobrino. Clasificó las plantas por orden natural, pero al ser más práctico que teórico, dejó muy poco trabajo escrito. Sus descendientes le dieron continuidad.
Este tipo de clasificación se extendió luego a Alemania, Italia, etc. y supuso un gran avance.
En las obras de Ray, excepto los insectos, no se consideraron invertebrados. A modo de ejemplo, podemos decir que colocó los crustáceos entre insectos apteros (junto a arácnidos y miriápodos). Por lo tanto, aunque Lineok particionara el campo de los animales en base a caracteres anatómicos en seis series (y en la décima edición sustituyera la palabra del lauoine por la mammalia, que luego daría la serie de mamíferos), estaba descartada la investigación de los invertebrados.
En realidad, XIX. Hasta el siglo XIX y hasta el comienzo de los laboratorios marítimos se puede afirmar que la estelaiología no ha supuesto un avance real. No obstante, el XVIII. A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo numerosas investigaciones sobre diferentes animales (y sobre todo los invertebrados). Se realizaron varios intentos de clasificación, pero debido a las dificultades técnicas (especialmente los límites de los microscopios), no progresaron demasiado. Sin embargo, debido a la labor de Gmelin, se impuso la sistemática de Line.
En este ámbito tenemos que plantear un problema de nomenclatura tanto en el ámbito animal como en el vegetal. Este problema se remonta a la antigüedad, desde que los nombres que se usaban procedían de los ciudadanos. XVI. Cuando los botánicos del siglo XX querían identificar plantas expresadas en libros antiguos, se encontraron con obstáculos insalvables, entre los que se encontraban los nombres emitidos.
La primera reforma para solucionar esta situación fue su Methode pour connaitre les plantes, llevada a cabo por Tournefort, y algo parecido ocurrió en el campo animal, en el XVIII. Cuando en el primer tercio del siglo apareció la Historia insectorum de Ray. Tras la revisión de los géneros de estas líneas, el nomenclator se acortó. La integración en una sola especie de muchas de las variedades consideradas como especiales por sus predecesores supuso una gran facilidad, sobre todo en el campo de la zoología. Lineo es, por tanto, el padre del nomenclator moderno.
La aparición de un nomenclátor útil fue la base para las ciencias de la vida. En esta base se fundamentó la sistematización de la biología. Así, poco a poco el naturalista se convirtió en biólogo.
La biología como campo científico singular XVIII. Apareció en el siglo XIX. Durante este siglo, desde la investigación empírica hasta la biología experimental, se realizaron los primeros experimentos en anatomía comparada, biología y fisiología, etc. En ese ambiente surgió la idea de la transformación de las especies, la teoría del evolucionismo.
XVIII. En el siglo XIX, las ciencias de la vida, poco a poco, pero de forma continua, abrieron el camino hacia la sistematización de la biología; primero aceptando nuevas corrientes de pensamiento filosófico (que rompían las viejas formas) y después sus estudios y resultados basados en la realidad. Pero a medida que el pensamiento se asociaba a la realidad, el conocimiento de los fenómenos fisiológicos debía ampliarse, lo que provocó la necesidad de la experimentación. Como punto culminante de este ambiente tenemos que traer un nombre: Buffon.
D. Georges Louis Leclerc, que al pasar sus extensas parcelas a condado se llamó Buffon, nació en 1707 en Montbard y murió en 1788 en París. Vivía como menturista, pero periódicamente se retiraba a su casa de Montbard, donde estudió matemáticas, física y botánica. En 1734 fue nombrado miembro colaborador de la Academia Francesa de Ciencias y tras cinco años ocupó el lugar de Bernard Jussieu. Esta temporada se dedicó a la botánica. En consecuencia, fue nombrado responsable de “Jardin et Cabinet du Roy”.
Buffon criticó todos los sistemas conocidos, incluido el de Lineo, y elaboró un catálogo razonado sobre las especies del “Jardin et Cabinet du Roy”. Aunque tenía intención de completar quince números, los tres primeros fueron publicados bajo el nombre de Histoire naturelle générale et particulière avec la description du Cabinet du Roy.
Buffon, sin duda, XVIII. Es uno de los científicos más prestigiosos y discutidos del siglo XX. Sus trabajos sacudieron las bases fundamentales del conocimiento aún vigente. Por otro lado, señaló nuevos caminos y se levantó contra la jerarquía natural cuestionando el valor de las clasificaciones y clasificadores. Las dificultades de clasificación y definición de las especies naturales eran importantes y Buffon, a través de su observación, aportó la idea de un cierto seguimiento, como queda patente en su anterior libro.
Las preocupaciones sobre la naturaleza de Buffon, que son frecuentes en sus obras filosóficas, tienen un lugar especial. Como en un conjunto de leyes, XII. En el siglo XX Lille se ocupó de un ser o una fuerza que denominaba a Dios como un milagro. Buffon tiene contradicciones, pero su investigación científica se basa en la realidad de una sólida filosofía natural.
La clasificación en las familias, géneros y clases que se conocían llevaba a unas fusiones discontinuas. Buffon sacudió la idea del fixismo en su Histoire des animaux, por ejemplo, razonando que no es capaz de expresar la ley de la herencia. Al revisar el concepto de familia, las siguientes relaciones se encontraron ligadas a un concepto de transformismo. En definitiva, dentro de una filosofía natural, la continuidad y el concepto de transformismo le otorgan el grado de Biólogo Superior.
Gran resultado de Buffon XVIII. Se trata de unir las dos corrientes que definen el siglo XX: por un lado, naturalista y, por otro, un continuo cambio lento de especies. Sus teorías no fueron aceptadas, pero si es necesario, las ideas de Buffon que tuvieron su importancia en aquella lucha no fueron aceptadas o rechazadas sin más, sino que surgieron debates. Buffon resume, critica, complementa y anticipa todas las series que justifican la ciencia biológica.