Biología en Francia XIX. siglo

Introducción

Los cambios provocados por la revolución francesa llevaron al XVIII. A finales del siglo XX se abrieron nuevos campos al conocimiento. Luego esas nuevas áreas serían ampliadas por Europa por la política imperialista napoleónica. Sin embargo, la difusión de estos nuevos conceptos tuvo obstáculos habituales en muchos lugares y muchas veces, y los innovadores tuvieron que hacer sus propios y cinco para poder ampliar sus ideas.

Por todo ello, teniendo en cuenta el ambiente que había en Francia, no nos debe extrañar que los nuevos caminos encontraron la mayor facilidad y el mayor apoyo. Por lo tanto, los científicos franceses, sobre todo el XVIII. Asumiendo las líneas maestras del pensamiento del siglo XX y desarrollando el camino del método inductivo, pudieron obtener más de un logro sorprendente.

XVIII. Ya en el siglo XVIII, algunas escuelas científicas vieron el amanecer de la nueva era e incluso se atrevieron a formular nuevas hipótesis básicas. Pero, dejando de lado una intuición apreciable o distinta, el XIX. El siglo XX debería venir para poner las bases sólidas de la ciencia actual. Hay mil razones para ello (especialmente sociológicas), pero si tuviéramos que mencionar una es la profesionalización de la investigación y, por decirlo de alguna manera, su socialización (es decir, salir de la nobleza o de los diletantes e integrarse en las universidades). Esto, unido a la mejora de los medios técnicos, supondría de inmediato efectos ricos.

Se partió de las controvertidas conclusiones de Buffon en materia biológica. Los científicos, accediendo por el método inductivo, buscaron las bases o leyes que llevan del particular a los generales. Así, los biólogos franceses comenzaron a investigar y explorar fenómenos especiales. Estos, a través de la comparación de las conclusiones obtenidas, pudieron sacar a la luz un hilo común o generalista, dando lugar a la formulación de las leyes que rigen los fenómenos naturales. Este nuevo sistema eliminó los esquemas antiguos, es decir, las soluciones aceptadas previamente. Por tanto, la esterilidad de la deducción escolástica quedaba definitivamente contrastada.

La biología francesa, que luego tendría una gran influencia en tantos lugares, se centró en tres áreas: la investigación macroscópica y microscópica de la morfología orgánica, las relaciones entre las funciones de los órganos y la búsqueda y origen de microorganismos.

XVIII. A finales del siglo XX las perspectivas estructurales encontraron sus límites, dando paso a una visión morfológica. Junto al descubrimiento de los tejidos, se consideraba muy necesario revisar todo el conocimiento previo. Por un lado, por nuevos descubrimientos, porque la pobreza de las hipótesis mecanicistas quedaba clara y, por otro, porque los conocimientos fisiológicos no se ajustaban al concepto del organismo, sino a la de la estructura. La nueva idea de morfología orgánica, entendida como el primer estudio del organismo, permitía superar la verificación descriptiva detallada.

Anatomía comparativa y paleontología

Georges Cuvier.

En este campo hay que mencionar el nombre de Georges Cuviera. Su trabajo se funde con la ciencia del pasado (o mejor dicho, de la vida del pasado). Se conocían restos de fósiles y de seres que siempre han vivido en otras épocas, pero no estaban investigados. Cuvier partió de todo esto y a partir de ahí dio paso a la paleontología.

Georges Cuvier nació en 1769 en una humilde familia en un pequeño pueblo del condado de Müttemberg. Tras unos estudios de Stuggart, viaja a Normandía como profesor del hijo de un conde. Allí empezó a dedicarse a la zoología en sus horas libres, realizando labores de recogida de la fauna marina local. Recogió sus observaciones en el “Diarium zoologicum” y realizó sus imágenes muy precisas. A pesar de su corta estancia en Normandía, en ella tuvo estrechas relaciones con Teissier, sacerdote e investigador. En 1794 Cuvier se dirigió muy bien en la capital francesa.

Durante su estancia en Normandía estudió en profundidad las obras de Aristóteles, Linneo y Buffon. Los datos obtenidos a través de la disección de los invertebrados, poco conocidos en aquella época, obtuvieron la cátedra de anatomía animada adscrita al Musèum. A partir de entonces y hasta su muerte, ocupó muchos puestos de alto nivel. Entre otras cosas, fue la propia innovación de la enseñanza encomendada por Napoleón quien lideró la remodelación de la Universidad.

Para comprender la revolución provocada por las obras de Cuvier, debemos mencionar la situación del conocimiento de la época. Salvo los resultados de Linneo y Buffon, la biología era un campo muy desconocido. Según el propio Buffon, “el ser expresó y pintó en su totalidad y sus relaciones con el hombre”. Por otra parte, la clasificación de Linneo, a pesar del paso previo, tenía muchos errores: ponía en común unos seres de diferente naturaleza. Los científicos descriptores de la época no miraban la estructura interna de los animales. Cuvier, en cambio, se dedicó a ello. Es decir, Cuvier decidió que su clasificación debía partir de la estructura interna.

Y en el primer curso de Musèum señaló sus líneas principales: “... antes de entrar en el detalle de los órganos, consideraremos en su totalidad el sistema armónico de interrelación, ... Luego, a continuación, analizaremos las diferentes combinaciones de relaciones entre órganos”. La rica colección de animales de Musèum los clasificó y publicó sus conclusiones en su libro “Leçons d’anatomie comparée”. Considera que las estructuras anatómicas de los animales están regidas por unas leyes. En este sentido, “Révolutions de la surface du globe” dictó en una de sus obras más compactas leyes de correlación y subordinación, expresando la esencia de las ideas transformistas.

Según Cuvier, cada uno de los seres vivos forma un sistema único y cerrado en el que cada parte está relacionada con el resto. Por lo tanto, es imposible que una parte sufra un cambio y las otras partes no lo conozcan. De este modo, se establecía un punto de referencia para guiar las transformaciones de la materia orgánica y se pretendía clarificar las diferencias morfológicas de los diferentes animales que se sustentan en ella. Expresaba, por ejemplo, diferencias en la estructura y composición de los dientes de carnívoros y herbívoros, o entre el estómago y el reptil de estos últimos.

Todo ello motivó en un segundo paso a una nueva clasificación de los seres vivos. Cuvier introdujo el concepto de animales de “sangre blanca”, es decir, de invertebrados. Su clasificación toma como patrón la estructura interna y, a pesar de algunos errores, además de mejorar la de Linneo, permite dar detalles sobre insectos y gusanos. Por supuesto, esta clasificación se centraba únicamente en el método experimental.

Nuevamente nos encontramos con la identidad de Cuvier en el campo de la paleontología. En este campo del saber obtuvo numerosos resultados y se reconoce que es el propio fundador de la paleontología. Como consecuencia natural de los trabajos de anatomía comparativa emprendió la búsqueda de los esqueletos de los “animales perdidos”, como él llamaba a los fósiles. En principio estaban investigados de alguna manera, pero las conclusiones obtenidas eran muy superficiales o irritantes.

Las conchas de moluscos, por ejemplo, se conocían lejos del mar o incluso sobre las piedras imágenes de las plantas, pero en aquella época se aceptaba como “ludus naturae” (juegos de la naturaleza) siguiendo la idea de Plinio. En aquel ambiente Bernard Palissy (y no nadie) se atrevió a decir que eran restos de seres reales que habitaron allí. Sin embargo, tuvo que soportar las burlas de Voltaire, ya que en su opinión las conchas descubiertas eran sólo las cedidas por los peregrinos de Compostela. Por tanto, XVIII. Habrá que esperar hasta el siglo XX para ver un tratamiento real de la mano de Buffon y Jussieu en este campo. Estos descubrieron la importancia de los fósiles sobre todo en la línea evolutiva. Sus opiniones se contrastaron cuando el investigador Pallas encontró restos de mamíferos muy grandes como el mamut en un viaje a Siberia. Sin embargo, uno de los mayores inventos de Cuvier fue que sus investigaciones, conscientes de la importancia de las conchas de los moluscos, partieran de ella.

El primer escrito de Cuvier sobre paleontología es “Memoire sur les espèces d’elèphants vivants et fossiles” (1796). En ella se plantean dos ideas principales: el elefante fósil, aunque el oso, el ciervo o el rinoceronte, no pertenecían a la misma especie que los que viven en la actualidad, sino que eran consecuencia de los desastres de la desaparición en la Tierra. Decía: “…si alguien se pregunta por qué no se encuentran los restos de tantos animales que no se conocen hoy en día, reconocerá que son restos de seres de otro mundo anterior al nuestro (seres que han sido destruidos por una revolución mundial) y que hoy en día están sustituidos por otros animales”.

Una vez clarificada la naturaleza de los fósiles, Cuvier vio la necesidad de llevar a cabo una investigación exhaustiva en función del lugar y del tiempo. Para ello y con el fin de disponer de una cronología adecuada, se hizo consciente de la necesidad de investigación geológica. El trabajo fue impresionante y contó con la ayuda de su compañero geólogo Brongniart. Una vez explorados los fósiles, utilizó métodos de anatomía comparada, sobre todo el principio de correlación de órganos. A través de este primer paso consiguió enormes reconstrucciones de animales antiguos, pero sin embargo, quedaban muchas preguntas en el aire: la desaparición de especies diferentes y la aparición de otras nuevas.

La mejor teoría para expresar todo esto era la de la evolución, es decir, reconocer que las especies han cambiado a lo largo de los siglos. Lamarck, que analizaremos más adelante, sentó las bases del mismo, pero Cuvier se opuso muy violentamente. Quizá su creencia religiosa no le dejaba otro camino y, si se descarta totalmente la idea de evolución, sólo tenía el camino de la hipótesis de los cataclismos. Es decir, algunos cataclismos limpiaron los últimos rayos de la vida y Dios volvió a poner otras especies sobre la Tierra.

El trabajo de Cuvier, en general, puede decirse que más que el resultado es abierto. A través de sus investigaciones y descubrimientos eliminó grandes interrogantes y preguntas, generando fuertes debates y abriendo la puerta a la hipótesis del transformismo.

Lamarck

Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck.

Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck nació en 1744 en un pueblecito de Picarda. Siendo el undécimo hijo de una familia de baja nobleza, tras los primeros estudios trabajó como militar y fue tan valiente durante la guerra de los Siete Años, por lo que fue nombrado oficial en el mismo campo de batalla. Pero un siniestro accidente le obligó a abandonar el ejército cuando sólo tenía veinte años. Vivió en París sin apenas dinero.

Allí tuvo que dedicarse a distintas profesiones: periodismo, contabilidad, etc. Pero hacia 1770, al margen de todos ellos, comenzó como estudiante de Jussieu. Con un trabajo inmenso, se dedicó a la anatomía y a la sistemática de las plantas fuera de los estudios oficiales. En 1778 publicó su obra “Flore française”. Tuvo muy buena acogida y Jussieu, su profesor, lo presentó a Buffon, quien lo acogió bajo su tutela. Tras 25 años, fue nombrado miembro de la Académie. A sus cincuenta años le darían la cátedra de zoología. Tras realizar trabajos espectaculares en 1819, quedó ciego por el uso excesivo de la lupa, y en los próximos diez años, hasta su muerte, tuvo que vivir de una forma pobre, oscura y desconocida. Es quizás una de las mayores injusticias que ha sufrido la historia de la ciencia.

Aunque partamos tan tarde por las vías de la zoología, los resultados en este campo son el fruto más fructífero de Lamarck. Ofrece una investigación anatómica sistemática de los invertebrados de su “Histoire naturelle des animaux sans vertèbres” y explica en su “Philosophie zoologique” la primera teoría positiva sobre la evolución de la materia orgánica.

Lamarck cree que todos los seres vivos son resultados de la naturaleza. Aceptando la hipótesis de la creación espontánea, cree que en un principio la naturaleza creó infusorios. Estos serían los animales más simples y humildes. A partir de ahí y a través de continuas transformaciones, surgieron el resto de especies hasta llegar a los mamíferos. Sin embargo, todas las especies tenían un eslabón u otro para poder ver la secuencia del proceso.

Asumiendo esto, debía explicar cómo ocurría el proceso de mejora evolutiva y tuvo dificultades en ese trabajo. Él admitía por un lado la influencia de un “fluido interno” y por otro la influencia del externo. En su opinión, el propio funcionamiento de la vida era suficiente para mejorar la “máquina viva”, es decir, aunque se acepte la influencia del exterior, la evolución o si se quiere la transformación, en realidad estaba asegurada por las propiedades de la materia viva.

Sin embargo, los cambios en las partes requerían el paso de varias generaciones, es decir, no se producen cambios profundos a lo largo de la vida de un organismo, y se necesita un intervalo de cientos o miles de años para poder ver un cambio. Para expresarlo científicamente Lamarck estableció dos principios. El primero dice: “La utilización en cualquier animal de cualquier órgano que no haya tenido su pleno desarrollo refuerza, desarrolla, amplía y refuerza dicho órgano en función de la duración de su uso. El no uso de este órgano, sin embargo, debilita, deteriora, elimina constantemente sus facultades y, por último, hace desaparecer el propio órgano”.

Y los segundos: “Todo lo que la naturaleza ha tomado o perdido a los seres por los efectos que ha sufrido su raza desde hace tiempo, y por tanto, por el uso o no de dicho órgano, se conserva a lo largo de la generación de nuevos seres, siempre y cuando los cambios producidos se refieran a ambos sexos o a creadores de nuevos seres”.

A través de estos dos principios, trató de expresar tantos ejemplos conocidos, como la ceguera por la vida subterránea del topo o la desaparición de las patas de las serpientes a medida que se conseguía una mayor facilidad para caminar por la narración.

En definitiva, las ideas transformistas de Lamarck pueden expresarse como: viendo la realidad del proceso de adaptación al medio, los seres vivos pierden las partes sobrantes y desarrollan las más necesarias. Por tanto, en el funcionamiento de la naturaleza no estaba guiado por una mano milagrosa, sino por leyes de transformación de la materia orgánica. Para Lamarck la ciencia de la vida era más que una teoría, es decir, la ciencia real, y la denominó “biología”.

La teoría de Lamarck no fue aprobada. En aquella época esos principios para la sociedad eran muy duros. Porque en todas partes estaban en contra de la religión. Su principal rival fue Cuvier. Éste, como auténtico protestante, era un lector fracasado de la Biblia y, en su opinión, las ideas de Lamarck borraban de la creación del mundo la mano de Dios. Esto, en cambio, decía que la negación por sí misma no demuestra nada y que la no validez de una sola acción no descarta la existencia del fenómeno. Por otra parte, a pesar de que las criaturas estaban construidas por Dios, el medio afectaba enormemente a su estructura, es decir, si se ponía en marcha la Naturaleza, Dios no era capaz de dominar aquel proceso y se iba por sí mismo. En su contra Cuvier levantó su voz en voz alta y las discusiones fueron muy duras. Estos concluyeron con la muerte de Cuvier, pero el eco de este conflicto tendría su especial peso en posteriores debates sobre el origen de las especies.

Para finalizar el estudio de los científicos más punteros de la biología francesa de la época, tenemos que traer a Geoffroy Saint-Hilaire. En su juventud trabajó junto a Cuvier en Muséum bajo la dirección de Lamarck. La conclusión de sus trabajos era que si en todo el reino animal existe un plan de formación, es muy lógico pensar que los seres vivos provienen de un único ser antiguo.

Por lo tanto, estaba más cerca de Lamarck que de Cuvier. Saint-Hilaire no construyó todo el sistema transformista y sólo planteó unas hipótesis sobre los seres constituidos y los animales desaparecidos. Sin embargo, aparece como un centro de gran importancia: Es como el eslabón entre las teorías de Lamarck y Darwin.

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