La disponibilidad de combustible gaseoso tiene importantes ventajas. En comparación con la electricidad, mientras el combustible gaseoso pueda almacenarse en depósito, la electricidad no puede almacenarse. Junto a los combustibles líquidos, el gas no deposita residuos en los recipientes utilizados para el transporte o almacenamiento. Junto a los combustibles sólidos, el gas puede distribuirse libremente y de forma sucesiva en proporciones específicas desde un centro de control. Los operadores pueden medir de forma instantánea el flujo de gas y modificar su composición.
Todas estas ventajas, además, ofrecen gas natural. En el Reino Unido, por ejemplo, con la extracción de gas natural del Mar del Norte llegó el final del gas urbano. La extracción de gas del carbón era un proceso caro y de bajo rendimiento, ya que sólo se aprovechaba el 25% de la energía del carbón. El gas natural necesitaba un proceso muy económico y no dejaba residuos sólidos. La energía que podía suministrar era de 38 megajulios metros cúbicos, lo que supone aproximadamente el doble del gas urbano. Además había mucho. Por ello, en los años 1960-1970, se dejó de extraer gas del carbón y desde entonces se ha apoderado del gas natural en los países industrializados.
Sin embargo, pocos ingenieros, especialmente en el Reino Unido y los EEUU, han trabajado en la búsqueda de mejores métodos para la gasificación del carbón. El proceso de gasificación del carbón debía abaratarse y, por otro lado, había que controlar los residuos que se podrían verter de la combustión del gas, ya que la normativa anticontaminación era cada vez más exigente.
Las investigaciones realizadas comenzaron a dar sus frutos en la década pasada. Nace la segunda generación de gas carbónico. Las instalaciones experimentales que han contribuido al surgimiento de esta nueva generación fueron: la unidad “Coll Water” de California, la unidad “Deer Park” de Texas, la unidad “Baton Rouge” de Lousiana y la unidad “Westfield” de Escocia.
En la unidad “Coll Water” el gasificante transforma el carbón en combustible gaseoso. Este combustible se quema en una turbina de gas suministrando electricidad. El calor extraído del gasificador y de la turbina de gas produce vapor que alimenta una turbina de vapor. La turbina de vapor también suministra electricidad, con una potencia total neta de 94 megavatios. Además, puede utilizar distintos carbones. Y, por ejemplo, los residuos que se vierten al aire a partir de la quema de carbón de 3% de azufre (carbón común) se encuentran un 80% por debajo del límite establecido por la Organización para la Protección del Medio Ambiente de las EE.UU.
A pesar de que este resultado es satisfactorio, la unidad está en peligro de cerrarse, ya que el precio de la energía procedente de las regatas de gas natural es todavía más barato.
Los resultados de las pruebas que ha tenido que soportar la unidad “Deer Park” han sido positivos. En concreto, puede gasificar cualquier tipo de carbón y el nivel de contaminación obtenido de sus arroyos es inferior al exigido por la normativa.
La unidad escocesa “Westfield” investiga ciclos combinados. Es decir, que el carbón vaya acompañado de otros combustibles como el gas natural o el gasóleo. Para poder trabajar así, la instalación debe ser modulable. Los módulos a incorporar se regirán por el precio comercial de cada combustible.
De cara al futuro, para satisfacer las necesidades energéticas del ser humano, el carbón ocupará un espacio, pero no de forma independiente. Parece que las instalaciones mixtas o flexibles serán las que tengan mayores posibilidades. Como no podía ser de otra manera, estas instalaciones estarán sometidas a duras normas anticontaminación, cada vez más duras sin duda. Por lo tanto, el procesado y combustión del carbón y otros combustibles deberá hacerse con más atención.