Nuestro cuerpo sería un puzzle frágil formado por huesos rígidos si no fuera por articulaciones. Gracias a estas articulaciones entre los huesos es posible el movimiento. Y para asegurar el funcionamiento normal de las articulaciones, y para evitar el deterioro de los huesos cuando se frotan unos con otros, ahí están los cartílagos, como cojines o amortiguadores entre los huesos.
Es normal que el tiempo (y los movimientos en la vida cotidiana) deterioren y erosionen articulaciones y cartílagos. Y en los casos en los que este proceso degenerativo es continuo, el cojín entre los huesos va desapareciendo y los huesos chocan directamente con el otro, sin que el cojín suavice el golpe: es ahí donde comienza la artrosis y poco a poco van apareciendo los síntomas (dolor articular, inflamación, rigidez, deformidad y dificultad para moverse) y a veces también la chispa o los sonidos crujientes.
Esta enfermedad crónica puede aparecer en cualquier articulación del cuerpo, pero suele aparecer en las que más se usan o soportan más peso, como las articulaciones de columna, cadera, rodilla y manos. Según el Dr. Carlos Ossorio, miembro de la Sociedad Española de Reumatología, “entre 20 y 40 años la artrosis afecta aproximadamente al 4% de la población, mientras que a partir de los 70 años la incidencia es del 80%.” ¿Qué significa esto? Cuanto mayor es la edad de la persona, mayor es el riesgo de sufrir artrosis, pero no todas las personas mayores tienen que tener artrosis, ya que no saben porqué se produce la enfermedad.
Si el peso afecta a las articulaciones hasta su deterioro, es lógico pensar que las personas muy obesas tienen un mayor riesgo de sufrir una artrosis, ya que sus huesos deben soportar un sobrepeso constante. Si ese es tu caso, lector, quita los kilos que te sobran. Tu espalda y tus articulaciones te lo agradecerán.
No todos, claro. Por ejemplo, los que utilizan martillos neumáticos (y aparatos que, como éste, generan muchas vibraciones). O profesiones que requieren un uso excesivo de una determinada articulación: peluqueros, sastres, etc.
Sólo en la artrosis de mano, no en el resto de articulaciones. Y como curiosidad, el componente hereditario es mucho más evidente entre los hombres que entre las mujeres (aunque 7 de cada 10 personas con artrosis son mujeres). Los hijos tienen más riesgo de sufrir artrosis y no de padecer esta enfermedad.
Desgraciadamente, las posturas inadecuadas se adoptan desde edades tempranas y se mantienen en la madurez. Por ejemplo, dormir en una cama inadecuada (normalmente demasiado blanda), dormir impide que la columna pueda adoptar su postura anatómica durante el sueño.
La práctica deportiva excesiva o inadecuada y el deterioro de una articulación como consecuencia de una fractura ósea anterior también pueden facilitar el desgaste del cartílago, que a la larga provocará la aparición de la artrosis.
Hoy en día no hay tratamiento curativo, pero eso no es razón suficiente para desesperarse de la enfermedad. La artrosis no es algo normal o fisiológico, algo que debemos soportar. Y la aparición o no está en nuestras manos, pero debemos conseguir que la persona afectada tenga menos dolor y más movilidad.
Para las articulaciones es importante realizar un ejercicio no excesivamente cargado y descartar el sedentarismo, es una recomendación que el médico siempre hace y que muchas veces se puede cumplir fácilmente.
Una vez disminuido el dolor (debido a los fármacos), el paciente debe entender que es necesario caminar o nadar: de este modo, el cartílago de la articulación queda impregnado de líquidos sinoviales y abarca todos los nutrientes necesarios. Si la persona no se mueve, el cartílago no nutre y la degeneración aparece más rápido.
La influencia de la dieta puede ser muy elevada, hasta el punto de disminuir la gravedad de los síntomas de la artrosis. Algunos consejos son:
Ejercicio físico realizado con moderación y siguiendo los tratamientos prescritos por el médico o fisioterapeuta, manteniendo en cada situación la postura o postura correcta de las articulaciones. Estas son las mejores vías para retrasar el proceso de deformación y degeneración.