Aunque las potencialidades y los logros de la inteligencia artificial son innegables, su uso también suscita dudas y controversias, como la medicina o la justicia. Así, la Unión Europea ha propuesto una normativa para proteger a AI Act de los riesgos de la inteligencia artificial. Existen, en cualquier caso, otras preguntas como, por ejemplo, en el arte: ¿los textos, imágenes o melodías creados a través de la inteligencia artificial son arte? ¿Y el receptor los percibe como los hechos por un ser humano? La doctora en psicología Ujué Agudo Díaz, que ha investigado la percepción de los receptores y Martin Etxauri Sainz de Murieta “Txo! ?” artista e investigador tiene algunas respuestas.
Txo sigue de cerca la trayectoria de la inteligencia artificial en el arte. Hasta ahora ha trabajado especialmente el arte generativo. “Se basa fundamentalmente en los algoritmos que yo creo. Estos algoritmos reciben unos inputs o entradas, aleatorias o de otro tipo, a través de los cuales se produce lo que no es algo que yo mismo haya generado directamente. El arte a través de la inteligencia artificial entra dentro del arte generativo, por eso me interesa”, aclara, y reconoce que está ansioso por entrar en ello de lleno.
Ujué Agudo, por su parte, comenzó a investigar durante la realización del doctorado en psicología entre la inteligencia artificial, concretamente en la percepción que el receptor tiene de ella. En un primer momento investigó la influencia de los algoritmos de recomendación en las decisiones de los usuarios, como las redes sociales o las aplicaciones de búsqueda de contactos (Tinder). Además, quería saber si la opinión de los usuarios sobre el algoritmo puede influir. Por ejemplo, vio que, como a los algoritmos se les atribuye objetividad y neutralidad, se siguen más las recomendaciones a la hora de decidir a quién votar que a la hora de hacer una cita con alguien, porque esto último se asocia a las emociones (y se supone que los algoritmos no saben de emociones).
Saltó hasta aquí porque estaba realizando su tesis en el laboratorio de arte generativo Bikolabs by Biko. Así, quiso investigar si una pieza producida por inteligencia artificial se valora de la misma manera sabiendo que es creada por inteligencia artificial o se cree que ha sido realizada por una persona y qué matices hay en esa percepción.
Tradicionalmente se ha considerado la creatividad como un rasgo específico del ser humano. Desde este punto de vista, las máquinas (inteligencia artificial) no son capaces de hacer arte. Para Txo, por un lado, el debate sobre la definición del arte está todavía abierto y, por otro, habría que concretar qué es la creatividad.
“Yo creo que el arte tiene que tener un deseo claro y en eso creo que la mayoría está de acuerdo. Si esto es así, las máquinas y la inteligencia artificial no tienen agencia, no tienen voluntad. Por lo tanto, no pueden hacer arte. Pero ahí hay una especie de falacia, porque para mí la inteligencia artificial es un instrumento. Yo lo utilizo con un deseo. Además, yo utilizo una herramienta de inteligencia artificial ya hecha, pero antes las personas que la han desarrollado también han dejado huella de sus intenciones”.
Txo también ha definido la creatividad: “Desde mi punto de vista, la creatividad es la capacidad de buscar soluciones. Así que me mojaré, yo creo que las máquinas tienen creatividad, porque con ellas se encuentran soluciones que no se nos ocurrirían de otra manera. Y la inteligencia artificial tiene una capacidad que nosotros no tenemos para buscar y encontrar otras soluciones”.
Agudo ha comprobado en sus experimentos que la percepción se ve afectada por el reconocimiento por parte del tomador de la participación de su creatividad a la inteligencia artificial. “Quienes creen que es capaz de generar inteligencia artificial valoran mejor el trabajo. Sin embargo, es complejo y, entre ellos, se confunde el litigio de los derechos de autor. No es lo mismo considerar instrumento que aceptar la agencia. Para tener derechos de autor sobre una obra, debe estar detrás de ella una persona”. Sin embargo, Agudo cree que todavía hay mucha gente que no se ha dado cuenta de que detrás de la inteligencia artificial hay personas y no son tan neutros como creen.
Los artistas de inteligencia artificial lo tienen claro. Por ejemplo, Txo valora su capacidad para ofrecer atajos: “Proporciona atajos significativos e interesantes, colaborando en los procesos creativos. Los procesos creativos siempre han tenido un aura especial, se ven como algo misterioso, y a veces es el propio artista quien empuja esta visión. A esto se añade una tendencia en la sociedad de desresponsabilizarse y atribuirla a los algoritmos. Por ejemplo, cuando oímos: ‘no puedo realizar esta operación, el algoritmo o la máquina no me lo permite’”.
Al margen de esto, recuerda que los procesos creativos son muy diversos y que se utilizan todo tipo de medios para ayudar, desde tirar los dados hasta consumir sustancias que transforman la percepción de la realidad, hasta dejar en manos del público por dónde y cómo seguir. “En este sentido, la inteligencia artificial es de gran ayuda y proporciona muchos atajos, es decir, te presenta muchas ideas, como si estuvieras haciendo un brainstorming con un montón de amigos”.
En el otro lado de la moneda existe otro uso, menos interesante para Pat, en el que la inteligencia artificial se utiliza para tener plantillas. “Lo cierto es que la inteligencia artificial tiene una enorme capacidad y que, además, las grandes compañías creadoras de estas plantillas captan innumerables cantidades de datos. Gracias a ello, el resultado es realmente espectacular y cualquier persona sin conocimientos ni aptitudes puede hacer algo aparente. Eso sí, el uso de las plantillas conduce a la homogeneización y al estómago hegemónico”.
¿Pero qué valor se les da a las obras creadas a través de la inteligencia artificial? ¿Se perciben como las realizadas por una persona de principio a fin? Como respuesta, Agudo realiza dos experimentos con Miren Arrese Álvarez, Karlos G. Junto con Liberal y Helena Matute Greño, gracias a la colaboración del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Deusto y Bikolabs by Biko.
Explica que antes no se han hecho muchos experimentos para verlo: “Había, por ejemplo, experimentos para medir la calidad de la obra; o para averiguar si un artista lo había hecho por sí mismo o a través de la inteligencia artificial. Es significativo que en esos experimentos, si le gustaba el trabajo, se creía que lo había hecho un ser humano. Sin embargo, las conclusiones no nos parecían muy sólidas, pues en todas ellas se mostraban los trabajos realizados por humanos y por inteligencia artificial, y no se podía saber si realmente eran capaces de distinguir el tipo de autor y hasta qué punto esto influía en la percepción”.
Así, el grupo de Agudo decidió mostrar a los partícipes un único trabajo, en concreto un vídeo, formado por imágenes y música, generado a través de la inteligencia artificial. “La manipulación experimental consiste en comentar a los partícipes a que un grupo fue construido por el hombre y al otro mediante la inteligencia artificial. Y les pedíamos que contestaran hasta qué punto se emocionaron al ver la obra y qué sensibilidad le acusaban al autor”.
Así afirmaron que los que creían que era un ser humano se emocionaban más que los que se les había dicho que era por inteligencia artificial. Además, este primer grupo atribuía más sensibilidad al autor que el segundo.
Posteriormente, se realizó un nuevo experimento para corroborar los resultados y analizar algunas variables. “En estudios previos se centraba en variables como calidad, gusto, veracidad… Nosotros decidimos reunir algunas de ellas para poder comparar con otras investigaciones, como la calidad y la intensidad de las emociones prototípicas. Además, al final les preguntamos hasta qué punto reconocían la capacidad creativa de la inteligencia artificial”.
En este segundo experimento se obtuvieron los mismos resultados y, además, si se consideraba que se había hecho con inteligencia artificial, se consideraba que era de menor calidad. Pero cuanto más reconocía la capacidad creativa de la inteligencia artificial, más se conmocionaban, más sensibilizaban al autor y creían que era de mayor calidad.
Por último, se les dijo a los dos grupos que se habían confundido con el autor y que justo al revés. Los que creían que era lo que había hecho el hombre, al decir que era lo que había hecho a través de la inteligencia artificial, se retractaban y no le reconocían tanta emotividad como antes. Por lo tanto, pudieron concluir sin duda que en la valoración del trabajo, nuestros prejuicios hacia la inteligencia artificial tienen una influencia directa.
Txo subraya que en estas investigaciones no se pregunta si consideran la inteligencia artificial como un instrumento o si la perciben como un sistema autónomo. Por lo tanto, su impacto está aún por medir. Por cierto, advierte que: “Hay que tener en cuenta que la idea de que la inteligencia artificial es autónoma no es una idea sin intenciones, es una idea promovida por grandes compañías e instituciones que les sirve para liberar responsabilidades”.
Al margen de ello, sí cree que, a medida que se vaya extendiendo el uso de la inteligencia artificial, la percusión con ella irá cambiando. Pone algunos ejemplos del pasado para creer: “Cuando se inventó la fotografía, los pintores hiperrealistas la rechazaron. Lo mismo sucedió entre los diseñadores de la era del cúter, la regla y la leyenda, cuando aparecieron los programas de autoedición... Es decir, antes de la aparición de la inteligencia artificial ya nos decían que lo que hacemos no es arte, sino dar a un botón del ordenador”.
Además, recuerda que las emisiones que hay en la percepción de una obra no dependen sólo de la naturaleza del autor, es decir, si se trata de una máquina o de un ser humano; incluso cuando el autor es una persona, la percepción depende de nuestros prejuicios sobre esa persona. “Si el graffiti es de Banksy se queda en la pared. Si es por un desconocido se borra”.
Dice que en estos momentos, mientras se crea inteligencia artificial, se están produciendo dos fenómenos simultáneamente. “Por un lado, hay artistas que están utilizando la inteligencia artificial como herramienta para crear obras de arte. Ellos, por supuesto, tienen muy claro que la autoría es de quien usa el instrumento. Pero por otra parte, y al mismo tiempo, hay un montón de gente que, utilizando herramientas como Dall-e, está creando y creando imágenes, como si fuese un asunto. Para mí, el interés está en el texto que se da a la herramienta Dall-e para crear una imagen, ahí está la creatividad y la intención o la voluntad”.
Y a todo esto se le mezcla la disponibilidad. Dall es, aparentemente, gratuito y lo que Google ha creado ahora, Imagen. “¿Pero de quién se nutren? ¿Y quién podrá utilizarlos después? Por ejemplo, de momento, Dall-e no es de pago, pero su uso está limitado por invitación y sólo está disponible para trabajos no comerciales. En cualquier momento pueden convertirlo en pago. ¿A quién estarán a disposición?”, pregunta Txo. Agudo plantea otra pregunta: “¿Habrá posibilidad de intervenir en ellos?”. Para Txo la clave está ahí: “Qué capacidad tiene para intervenir en el proceso, ahí hay muchas diferencias”.
En definitiva, Agudo ha subrayado que la creatividad es un gradiente, como ocurre con muchos otros temas y conceptos. “No todos los seres humanos son creativos y no todas las máquinas son no creativas. En mi opinión, la inteligencia artificial es un potente instrumento, y negar su uso en el arte supondría perder oportunidades”. La clave estará en el grado de implicación del artista, en su contribución. Pero no duda de que es una herramienta útil.
Agudo recuerda una cita del compositor David Cope. Cope utiliza la inteligencia artificial para componer música y afirma que no utilizar los programas que ella ha creado sería como fabricar una pala y hacer el agujero a mano.