No dispone de normativa específica y no hay evidencia sólida sobre los efectos de su consumo en la salud. Sin embargo, el cigarrillo electrónico se está extendiendo y su uso es cada vez más habitual, no sólo entre los que quieren dejar de fumar, sino también entre los que quieren reducir el consumo de tabaco. También han empezado a consumir ex-fumadores y no fumadores.
Juana Umaran, responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Galdakao, destacó así en unas jornadas celebradas en Deusto. Y así lo hemos recogido en el reportaje "Cigarro electrónico: dudas entre vapores" de este número. La jornada reunió a profesionales del sector para hablar de sus conocimientos, desconocimiento e inquietudes sobre el cigarro electrónico.
En la jornada quedó claro que es mucho más lo que desconocen --lo que desconocemos - los efectos del cigarro electrónico sobre la salud. Lo recogido y visto hasta ahora indica que no es tan perjudicial como fumar, pero también que ha tenido riesgos para la salud y no parecen insignificantes. Y que puede afectar no sólo al consumidor sino también a los que le rodean, ya que lo que libera no es sólo vapor de agua. Es decir, que no es un sustituto seguro del tabaco, aunque los productores y vendedores de cigarrillos electrónicos emitan este mensaje. Sin embargo, las evidencias no son lo suficientemente robustas como para obtener conclusiones nítidas, por lo que es difícil formular recomendaciones de consumo concluyentes.
Y ahí está la cuestión. ¿Cómo actuar ante un producto que puede afectar a la salud de las personas y, en este caso, a la salud pública, en apariencia, sin conocer con certeza los riesgos que conlleva? Los profesionales reunidos en Deusto apostaron por el principio de precaución, destacando la necesidad de regular el consumo de cigarrillo electrónico. Es una opción prudente que se aprovecha con frecuencia cuando hay más preguntas que respuestas. En las páginas interiores encontraréis la reflexión que ha llevado a esta elección.