“La tierra es la cuna del hombre, pero no podemos vivir en una cuna para siempre”. Las palabras del físico Tsiolkovski han cobrado más fuerza que nunca en 2018, cuando debía ser el “Año de la Luna”. Cinco o seis misiones, que tienen como objetivo la Luna, deben llevar a los primeros turistas a la Luna. Sin embargo, con el inicio del año se ha suspendido el concurso Google Lunar X Prize, que ofreció 20 millones de dólares para el primero en colocar un vehículo en la Luna. Había muchas expectativas para 2018 y habrá que ver en qué queda. ¿Pero hasta qué punto estas misiones tienen un objetivo científico? Esta es la pregunta que presentamos en este número.
No sabemos exactamente a qué se enfrentaría el ser humano si viviera en la Luna; por ejemplo, si se libraría de virus y bacterias nocivas de la Tierra, o si es conveniente liberarlos de virus. De hecho, se está demostrando que los virus son beneficiosos para vivir. Al igual que se habla del microbioma, los investigadores están tomando conciencia de la importancia del viroma. Pero los ejemplos de beneficios son once. Es más, podemos decir que hemos adquirido los virus, ya que las últimas investigaciones indican que el 8% de nuestro genoma puede provenir de los virus. Parece que les debemos mucho más que males.
Por último, hemos querido tocar los bordes de la ciencia. Hemos preguntado a dos investigadores conocidos cuáles son, según ellos, los límites de la ciencia, y han afirmado que la ciencia necesita tener una visión abierta y sin prejuicios, y que debemos ser muy conscientes de nuestras limitaciones: nuestros sentidos y capacidades cognitivas limitadas nos condicionan en la percepción de la realidad. Que de esa humildad se desprenda la ciencia, la transparencia y la honestidad. Estos dos compañeros de viaje han sido también nuestros entrevistados para la ciencia, Javier Armentia.