Mal nombre

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

Con nombre, pues”. El prestigioso neurobiólogo Rafael Yuste vive en Estados Unidos y no es vasco de origen, pero le gusta mucho la frase y la ha utilizado en más de una ocasión en sus artículos y conferencias. Dice que ese es su objetivo: poner nombre a las neuronas y comprender su naturaleza y función. Así que la expresión tiene buen sabor para Yuste. Pero no siempre es así.

Cuando el propio nombre tiene un tono incorrecto o pesimista, se añade al ser, que puede ser perjudicial. Es el caso, por ejemplo, del diagnóstico de algunas enfermedades. Tanto el nombre como el nombre del enfermo serán tratados de una u otra manera, y el riesgo de sufrir daños es especialmente elevado en enfermedades complejas de difícil diagnóstico o en los extensos síndromes que se denominan con el mismo nombre.
 
Un ejemplo de ello es la esquizofrenia. Otro neurólogo, Luis Querol, del hospital Sant Pau de Barcelona, explicó en un artículo que muchas veces si el paciente tiene alucinaciones se diagnostica esquizofrenia. La ausencia de marcadores sanguíneos asociados a la esquizofrenia hace que los médicos se basen en este síntoma. Pero, en cierta medida, Querol cree que la diabetes es similar a la de la sed. En su opinión, este es un problema grave, ya que no sólo afecta al tratamiento que posteriormente se le va a someter al paciente, sino también a otros aspectos como la investigación y las políticas que se implementan.
 
Además, como muchas otras enfermedades mentales, la esquizofrenia sigue estando muy estigmatizada en la sociedad, y la generalización no favorece la imagen de la esquizofrenia y mucho menos a las personas que han recibido este diagnóstico.
 
Afortunadamente, la preocupación por este tema está cada vez más extendida y prueba de ello es el artículo publicado el año pasado por la revista British Journal of Medicine. Su título es “La esquizofrenia no existe” y reivindica la renovación de la clasificación de enfermedades. Según el articulista, la actual se basa en los síntomas y, al no ser exhaustiva, produce más daño que beneficio.
 
Sin embargo, el grupo de alteraciones conocido como “esquizofrenia” no es el único problema. La epilepsia, en la mayoría de los casos, se diagnostica a partir del síntoma y el tratamiento es sintomático, es decir, tiene como objetivo evitar convulsiones. De hecho, lo mejor sería que, una vez conocido el origen, se pusiera un tratamiento adecuado. Y lo mismo con otras enfermedades, desde la diabetes hasta los cánceres. Ya han empezado a hacerlo, a ver si acertan rápido y bien.
 
Publicado en el diario Berria.
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