En junio de 1981 se describieron los primeros casos de lo que posteriormente se denominaría Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) y a partir de entonces la enfermedad fue extendiéndose. En 1984, tras confirmar que el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) aislado el año anterior era el causante del SIDA, se pensaba que se iba a desarrollar rápidamente una vacuna eficaz. Sin embargo, en aquella época nadie sabía que conseguir la vacuna contra el VIH sería mucho más complejo que conseguir vacunas exitosas contra otros virus. Actualmente la mayoría de las vacunas virales se basan en virus atenuados e inactivos, pero ambas opciones fueron descartadas por considerarlas como peligrosas. Así, y siguiendo el modelo de vacuna contra la hepatitis B, la comunidad científica apostó por vacunas basadas en la glicoproteína superficial del VIH. Lamentablemente, pasados 30 años, no disponemos de vacunas contra el VIH.
En la última década, sin embargo, se han logrado grandes avances en el control de la enfermedad. El informe 2013 del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el SIDA (UNAIDS) revela que las muertes por SIDA y las nuevas infecciones han disminuido un tercio respecto a los valores máximos. Estas mejoras han sido derivadas de la implantación de programas de prevención y tratamiento, principalmente por antirretrovirales. Los antirretrovirales, además de evitar el desarrollo y la muerte de la enfermedad, pueden reducir la transmisión del virus hasta un 96%. En los países de renta baja y media, las personas que reciben retrovirales pasaron de 300.000 personas en 2002 a 9,7 millones en 2012.
Por otro lado, los métodos preventivos también han tenido efectos positivos, como las circuncisiones voluntarias de los hombres, que pueden reducir la transmisión del virus en un 60%, y la prevención de la transmisión del virus de la madre a sus hijos, que ha evitado que 670.000 niños y niñas pudieran atrapar el virus entre 2009 y 2012. El objetivo de UNAIDS es ampliar estas medidas para reducir al máximo las nuevas infecciones del virus. Por lo tanto, ¿necesitamos una vacuna eficaz para eliminar esta grave pandemia?
La respuesta es afirmativa. A pesar de que los métodos de lucha contra el virus están cada vez más disponibles, en 2012 35,3 millones de personas vivían con el VIH-1, el 70% en África Subsahariana. Cada día se produjeron 6.300 nuevas infecciones, el 95% en países de renta baja y media, destacando las dificultades de los países con menos recursos. De hecho, a pesar de los avances experimentados, sólo el 34% de los potenciales receptores recibe antirretrovirales. En la lucha contra el VIH, los países más pobres siguen estando en manos de la ayuda internacional. Sin embargo, los recursos reducidos de un pueblo no son el único obstáculo. La transmisión del virus también se da en las economías desarrolladas, aunque tienen acceso a mucha información y recursos. La responsabilidad en la adopción de medidas es sobre todo consecuencia de la propia naturaleza, es decir, de que la prevención depende de las propias opciones saludables. En España, el número de nuevos infectados apenas disminuye año tras año. En 2012 se notificaron 3.210 nuevas infecciones, 161 en Euskadi. Además, el hecho de que un individuo no sepa que es portador es un problema enorme, ya que a estos infectados, unos 45.000 en España, se les acusa la mayor parte de la transmisión del virus.
Todo ello nos demuestra que en un contexto sin vacunas hay muchas barreras para erradicar el virus. Manteniendo la actual tendencia del VIH/SIDA, una hipotética vacuna implantada en 2020, aunque parcialmente eficaz, puede tener una gran incidencia en los países de renta baja y media. De hecho, la Iniciativa para el Desarrollo de la Vacuna contra el Sida (IAVI) ha valorado que entre 5,2 y 10,7 millones de nuevos VIH podrían prevenir infecciones. Esto supondría además un ahorro de 46-95 mil millones de dólares en antirretrovirales. Por otro lado, una vacuna permitiría a aquellos que no disponen de una infraestructura estable de vigilancia de la salud recibir un tratamiento a una o pocas dosis, evitando no sólo la infección, sino también el costoso tratamiento de antirretrovirales para toda la vida. En los países de renta baja y media, la disponibilidad de antirretrovirales es mucho más compleja que la falta de dinero. El estigma social de las personas VIH-Positivas provoca que muchas de ellas se nieguen a acudir a las clínicas a buscar medicamentos. Además, la malnutrición que sufren algunos pueblos reduce la eficacia del antirretroviral.
Por tanto, deberíamos apostar por una vacuna contra el VIH. Desde el descubrimiento del virus, el conocimiento adquirido sobre el virus y el funcionamiento del sistema inmune puede conducir a nuevas estrategias de diseño de la vacuna. Sabemos que durante los tres primeros años de infección, entre el 20 y el 30% de los infectados desarrollan la capacidad de neutralizar las distintas cepas del virus. Lamentablemente, cuando se producen anticuerpos responsables de esta capacidad, ya está establecido el depósito latente del virus. Por ello, se están realizando esfuerzos intensos para aclarar cómo y en qué condiciones se producen estos anticuerpos neutralizantes. El número de anticuerpos neutralizantes conocidos en los últimos años ha aumentado. Los anticuerpos muestran zonas vulnerables al virus y, estudiando sus características, se pueden determinar los componentes que necesita una vacuna para producir anticuerpos. Además, se ha dado a conocer que el ensayo de vacunación RV-144 realizado en Tailandia ha obtenido resultados exitosos, alcanzando una eficacia mínima del 31%. La investigación de estas respuestas inmunes protectoras también puede contribuir a la lucha contra el virus.
Aunque la tendencia de los últimos años ha sido la de reducir la financiación de la investigación vacunal, la comunidad científica ha fomentado la colaboración para mejorar la eficiencia del uso del conocimiento colectivo y de las infraestructuras de investigación, mediante la creación de equipos multidisciplinares. En cualquier caso, hasta que se disponga de una vacuna eficaz, se deberán promover y difundir métodos de prevención para el control efectivo de la pandemia. Es especialmente importante que ni la sociedad ni los financiadores piensen que estamos a punto de derrotar el virus, ya que esto puede provocar efectos nocivos, ya que habría riesgo de tomar menos medidas.