Investigando el verbal

Alberro Garitano, Ainhoa

Biogipuzkoa Osasun Ikerketa Institutuko neurozientzia-arloko ikertzailea

Otaegi Bichot, David

Biogipuzkoa Osasun Ikerketa Institutuko neurozientzia-arloko ikertzailea

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Ed. Mircea Iancu/Stockvault/CC 0

En el año 2025 el 25% de la población vasca tendrá 65 años o más. Y no es una excepción, esta frase sería correcta en casi cualquier parte de Europa. La población ha aumentado en gran medida gracias al desarrollo de las medidas científicas y sanitarias en el último siglo. Ejemplos de estos logros son las vacunas, la canalización de aguas negras y las medidas de higiene alimentaria. Al mismo tiempo, la representación mental de las personas de nuestra edad ha ido evolucionando y, hoy en día, al pensar en una persona de 70 años, seguramente dejamos a un lado el palo y la boina y generamos una imagen completamente diferente.

Todos estos cambios suponen, por supuesto, retos filosóficos, sociales, demográficos y sanitarios. Las organizaciones deben definir estrategias de investigación basadas en esas necesidades actuales y futuras, y los investigadores tenemos que desarrollar proyectos que avancen en este camino. Empecemos por una idea importante: el objetivo no es sobrevivir, sino vivir mejor. La esperanza de vida máxima registrada hasta ahora en los seres humanos es de 122 años y se piensa que llegará hasta los 130 años aproximadamente. Por otra parte, y aunque Euskadi tiene una de las esperanzas medias de vida más largas del mundo (sólo Hong Kong y Japón están por delante), se sitúa en torno a los 84 años (diferente en función del sexo, ya que en las mujeres es más largo). Además, los años de carencia de discapacidad siguen siendo menores y, de media, en los últimos 12 años las personas mayores viven con alguna discapacidad. Por lo tanto, nuestras investigaciones no pretenden alargar la esperanza de vida, sino vivir mejor y en la medida de lo posible sin dependencia los años que vivimos.

Las investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas han demostrado que la base genética influye en la longevidad y la dependencia, pero el estilo de vida influye mucho más, sobre todo la actividad física, la alimentación y la actividad mental. Una de las áreas de la investigación está orientada a describir los procesos bioquímicos que subyacen al proceso de envejecimiento para comprender mejor nuestro cuerpo y cómo éste condiciona el desarrollo de las enfermedades. La edad es uno de los factores de riesgo más importantes para el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas y cáncer. Podríamos decir que es un peaje a pagar por la edad. Y si el puzzle se complica aún más, hay que tener en cuenta que los órganos del cuerpo envejecen a diferente velocidad en función de los estímulos recibidos y que la edad biológica no se corresponde exactamente con la edad cronológica.

Así las cosas, el reto es identificar y describir los procesos biológicos que se producen en el organismo y evitar los principales problemas de salud relacionados con el envejecimiento, como debilitamiento muscular (o sarcopenia), deterioro cognitivo y desarrollo de enfermedades.

De momento, mientras seguimos estudiando los sustratos biológicos que subyacen a estos procesos y sus interacciones con el entorno, somos conscientes de que invertir en la calidad de vida (ejercicio físico, alimentación, actividades sociales) y en la investigación dará sus frutos en el futuro.

-> Fragilidad como aspecto fundamental para dar una respuesta clínica adecuada

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