La relación de los recién nacidos con las secreciones vaginales de su madre se interrumpe al nacer por cesárea. En consecuencia, no desarrollan el microbiot típico de los recién nacidos. Dada la importancia de las comunidades bacterianas iniciales en el desarrollo del sistema inmune y la digestión del niño, los investigadores han buscado una manera de influir en ello. Según el estudio publicado la semana pasada en la revista Nature Medicine, han conseguido una recuperación parcial de esta microbiota: limpiar al final de la cesárea al niño con bacterias vaginales de su madre.
Hasta el nacimiento, los niños se desarrollan en un medio sin bacterias. El primer contacto con las bacterias se produce cuando pasan por el canal vaginal de la madre. En ese momento se bañan en bacterias vaginales: se pegan en la piel, se les introduce por la boca... De este modo, las bacterias vaginales colonizan la piel, la cavidad bucal y los intestinos del niño, convirtiéndose de alguna manera en la primera semilla del microbio del niño, que incide directamente en el desarrollo del sistema inmune y la digestión del niño.
Sin embargo, los nacidos por cesárea no tienen contacto con los fluidos vaginales de su madre, lo que se refleja en la flora intestinal. Apenas existen los géneros Bacteroides y Lactobacillus habituales en los niños nacidos de la vagina. El desarrollo de un microbiota diferente puede estar, según los investigadores, en la base de las enfermedades metabólicas e inmunológicas que posteriormente desarrollan algunos niños nacidos por cesárea.
A la vista de ello, se han colocado gases en la vagina de la madre y los niños nacidos por cesárea han sido limpiados con estos gases nada más nacer. Les han pasado por la cara, la boca y todo el cuerpo. Los resultados han demostrado que los bebés han conseguido un microbiot similar al de los niños nacidos por la vía normal un mes después de su nacimiento.
Los investigadores han reconocido que la transferencia de bacterias vaginales no ha sido total y que es necesario afinar el método, pero han dejado claro la importancia de que los niños entren en contacto con estas bacterias tras una cesárea. Las bacterias vaginales tienen una función fundamental en las mujeres: la protección contra las infecciones. Pero, según los investigadores, las bacterias vaginales tienen una segunda tarea tan importante como la primera: ayudar a desarrollar el microbiota posterior de sus hijos.
Por tanto, el tipo de parto condiciona el perfil bacteriano de los hijos. Sin embargo, han reconocido que no es el único factor. Según los investigadores, los factores más comunes que alteran el desarrollo natural del microbioma neonatal son las cesáreas, los antibióticos adoptados durante el embarazo y la ingestión de leche de fórmula en lugar del pecho materno.