En 1756 se vieron por primera vez en la base del jinete, rodeando la arteria carótida que va al cerebro, con dos bolsas de aire. Cada uno tiene entre 300 y 500 ml de aire y hasta ahora no sabían para qué eran.
El canadiense Keith Baptiste sugirió que eran mecanismos de control de la temperatura en la sangre y ahora ha demostrado lo anterior. Aplicó sondas para medir la temperatura de la sangre a varios caballos y observó que entre la entrada y la salida de la bolsa la temperatura de la sangre que circulaba al cerebro disminuía en dos grados.
Otros animales buenos corredores enfrían la sangre calentada por el ejercicio a través de redes de capilares pequeños, pero los caballos no tienen sistema capilar. Sin embargo, si no quieren morir tienen que enfriar la sangre que va al cerebro.
Este descubrimiento ayudará a conocer mejor la biología de animales similares a los caballos, a pesar de que todavía queda por aclarar el funcionamiento de las bolsas de aire.