Por primera vez, en la zona helada de la Antártida, se ha cartografiado un gigantesco sistema de agua líquida. Este trabajo se ha realizado al oeste de la Antártida y ha sido publicado en la revista Science.
Hasta ahora sólo se conocían los sistemas de ríos y lagos en superficie. Además son fundamentales para comprender el comportamiento de los glaciares, por lo que en los últimos años se han realizado bastantes investigaciones sobre ellos. Los investigadores sospechaban que los sistemas de agua líquida también podían estar bajo el hielo. Ahora, los investigadores de la Universidad de Columbia han confirmado que la hipótesis era correcta y han subrayado su importancia, especialmente por las posibles consecuencias del cambio climático.
Estudios realizados en el pasado, como los radares, entre el hielo y las rocas del fondo, revelaron la existencia de cuencas sedimentarias. A través de los sondeos se ha intentado comprobar la existencia de agua líquida, pero no era lo suficientemente profunda. Así, el comportamiento de la capa de hielo sólo implicaba a los sistemas hidrológicos superficiales.
De hecho, la mayor parte de las cuencas sedimentarias expansivas de la Antártida se encuentran por debajo del nivel actual del mar. Parece que surgieron en los fondos marinos durante los períodos cálidos, cuando los niveles del mar eran más altos. En el presente estudio se ha centrado en el arroyo de hielo Whillans, uno de los que alimenta la plataforma de hielo más grande de Ross.
El grupo ha utilizado la técnica denominada Dibujo magnetotelúrico. Esta técnica mide la penetración de la energía electromagnética atmosférica en el suelo. El hielo, los sedimentos, el agua dulce, el agua salada y la roca conducen la energía electromagnética en diferentes proporciones, lo que permite crear mapas en función de los elementos.
Con ello se confirma la existencia de un sistema de agua líquida en el sedimento a una profundidad de 220-820 m (y quizás más profunda). El agua salada conduce mejor la energía que el agua dulce, demostrando que las aguas subterráneas se vuelven más saladas en profundidad. Por otra parte, consideran que el agua dulce fluye desde los sedimentos hasta el océano, dejando un espacio para derretir más y mantener un sistema estable.
Según los investigadores, si la superficie del hielo se derrite debido al calentamiento climático podría cambiar la dirección del flujo de agua. Pero no han investigado lo suficiente para saber la probabilidad de que ocurra esto, ni para predecir sus posibles consecuencias.
Además, el conocimiento de la presencia de microorganismos en sedimentos poco profundos genera nuevas hipótesis. De hecho, es probable que en esa cuenca sedimentaria que han investigado haya microorganismos en profundidad, y si las aguas subterráneas comienzan a moverse hacia arriba, el carbono de estos organismos podría llegar al océano. Pero aún no son capaces de predecir sus posibles consecuencias y, en su caso, cómo.
Está claro, pues, que hay muchas preguntas que responder, pero, al menos, con esta investigación han conseguido resultados que van a cambiar radicalmente los modelos existentes.