El primer estudio sobre la cueva de Tinshemet, en el actual Israel, revela que los neandertales y sapiens que vivían juntos en el Paleolítico Medio compartían tecnología, modos de vida y costumbres funerarias. Estas interacciones favorecieron el intercambio cultural, la complejidad social y las innovaciones sociales, como las prácticas formales de enterramiento y el uso simbólico del error.
La investigación, publicada en abierto en la revista Nature Human Behaviour, muestra, según los autores, que las conexiones humanas fueron el motor fundamental de los avances tecnológicos y culturales y que el Oriente Próximo fue un lugar destacado en la evolución de los sapiens.
Los investigadores iniciaron la excavación en 2017 con el objetivo de conocer la relación entre los neandertales y sapiens del Paleolítico Medio, es decir, si luchaban entre sí para obtener recursos, si eran vecinos o, más aún, si actuaban conjuntamente.
Se han centrado en cuatro aspectos clave: la producción de herramientas de piedra, las estrategias de caza, el comportamiento simbólico y la complejidad social. Analizando los datos obtenidos de todos ellos, se concluye que los diferentes grupos humanos (pre-andertales, neandertales y sapiens) tenían una interacción fuerte. Esto facilitó la transmisión del conocimiento y se fueron homogeneizando culturalmente las poblaciones: la técnica de construcción de los instrumentos de piedra, la caza de grandes ungulados, el uso del ocre… De hecho, en la cueva se han encontrado numerosos ocre que, al parecer, se utilizaban para decorar los cuerpos y mostrar la identidad colectiva. Todos estos aspectos coinciden con las evidencias encontradas en otros yacimientos de esta época en Oriente Medio.
Los enterramientos formales también son una evidencia evidente de innovación y complejidad, ya que es allí donde se iniciaron estos enterramientos, hace unos 110.000 años, por primera vez en todo el mundo. Según el estudio, al igual que en la cueva de Tinshemet, en las cuevas cercanas de Qafesp y Skhul, los cuerpos fueron enterrados en forma de fetos y tumbados en la parte derecha, sin diferencias de edad y sexo. Como también hay objetos en las fosas, los investigadores han llegado a insinuar que quizá creerían en la vida que siguió a su muerte.
En cualquier caso, el estudio de la cueva de Tinshemet ha aportado valiosas evidencias de interacción entre diferentes grupos humanos.