“Si no se cierran los cuarenta reactores nucleares que están funcionando en Moscú, se producirá un accidente inmediato”.
Esta frase es de Vladimir KouznetSOV, experto en seguridad nuclear. Su influencia ha cerrado ya diez reactores nucleares en Moscú.
En comparación con el de Chernóbil, la potencia de los reactores nucleares de la zona de Moscú no es elevada, ya que el mayor de estos últimos tiene una potencia de 40 MW y el de Chernóbil de 1.000 MW.
Todos los reactores de la zona de Moscú son utilizados en investigación y están distribuidos en siete lugares diferentes. Uno de ellos, el instituto de física nuclear Kourtchov, con 25 reactores nucleares, se encuentra a una docena de kilómetros de Kremlin.
Estos reactores se construyeron en las décadas de los años 50 y 60, cuando la antigua Unión Soviética pretendía equipararse a los EEUU en el ámbito nuclear. Para Vladimir Kouznetsov estos reactores nucleares se encuentran en muy mal estado, es decir, las paredes de las habitaciones están agrietadas, las tuberías están expuestas a corrosión, no hay medidas de seguridad y no hay dinero para mantenerlas.
Cuando se analizó uno de los diez reactores previamente cerrados, se observó que el agua escapaba y que se recogía en un depósito sin ninguna medida de seguridad. Estos reactores son utilizados principalmente por los militares, por lo que es muy difícil luchar contra ellos. El presidente Boris Jeltsin, tras visitar estos lugares, no ha podido realizar ninguna promesa a favor de su cierre.
Pero ese no es el único peligro que existe en la zona de Moscú. La cercanía de los lugares de almacenamiento de los residuos nucleares hace que entre todos acumulen más de 30 millones de curies, es decir, lo mismo que el fugado de Chernobil. En Moscú hay más de 600 puntos de alta radiactividad y la mayoría de científicos e investigadores son antiguos y no saben hacer frente a la situación.