Hace cuatro años un atleta puso una marca muy bonita: recorrer 3500 km en siete semanas. Durante este tiempo un grupo de investigadores analizó las funciones corporales del corredor. Este estudio permitió recopilar un montón de datos sobre los cambios musculares que provocan esfuerzos físicos prolongados.
El atleta tenía 46 años y desde su juventud corre 30 km al día. Los cirujanos extraieron muestras musculares de su muslo tras iniciar y finalizar la prueba. Los investigadores han analizado las muestras mediante microscopio electrónico y óptico: número de células, tamaño, apariencia, actividad química y suministro de sangre.
Después de la carrera había indicios de exceso de daño muscular, debido a fallos repetidos en la circulación local. El tejido muscular murió y se sustituyó por tejido conectivo. Pero el nuevo tejido muscular se regeneraba como parte del proceso de restauración.
Lo más sorprendente fue que, al final de toda la carrera, la estructura del músculo estaba notablemente modificada. Las fibras eran más pequeñas y muchas de ellas eran del tipo 1. Este tipo de fibras utilizan menos energía y se contraen más lentamente. Además, muchas de las fibras tipo 2 (que necesitan más oxígeno y energía) se convirtieron en tipo 1 o murieron.
Este fenómeno sólo se ha observado en animales sometidos a condiciones de laboratorio. Las fibras tipo 2 acumulan ácido láctico que produce dolor en los músculos, por lo que su eliminación conlleva la desactivación de la alarma del cuerpo.