Ciencias de la Tierra: Clave del Futuro en el Pasado

A los científicos de la tierra muchas veces nos preguntan por qué investigamos las rocas y sus contenidos y, junto con la consulta, nos piden que nos explique las aplicaciones correctas de nuestras investigaciones. La verdad es que al margen de la explotación de petróleo y minerales, la mayoría de la gente no se da cuenta de la importancia de las Ciencias de la Tierra, ya que en cierta medida los científicos, en general, damos pocas explicaciones.

“El presente es la llave del pasado”, afirma uno de los principios fundamentales de la Geología. De este modo, se supone que los procesos que operan en la actualidad también han actuado en el pasado, es decir, que la influencia de estos procesos no sólo se ha producido en la actualidad, sino también en el pasado. La aplicación de este principio nos permite explicar la naturaleza de la formación de las rocas y, por tanto, nos sirve para comprender el porqué de sus características. Aunque la filosofía del principio es gradualista, en su nacimiento predominan las filosofías catastrofistas y, en gran medida, condicionadas por la religión. De este modo, la Biblia utiliza a menudo acontecimientos catastróficos, como la Inundación Universal, para enseñar lecciones de la historia humana. Esta visión bíblica ha impregnado durante siglos el pensamiento de la moderna civilización occidental; de ahí se puede entender que el científico trate de explicar nuestro entorno físico y biológico a través de este pensamiento.

Por ejemplo, condicionada por la perspectiva bíblica, la historia de la Tierra se midió durante miles de años hasta la época de Darwin. Por lo tanto, cualquier proceso geológico tenía un plazo de tiempo muy corto para actuar y, en consecuencia, el fenómeno geológico tenía que suceder muy rápidamente para producir los “resultados” que se veían posteriormente, como la formación de montañas. Por ello, para explicar el medio físico se utilizaron principalmente las hipótesis catastrofistas. Hasta el siglo XIX, muchos procesos son extremadamente lentos y la tecnología ha tenido que adelantarse por primera vez para conocer o demostrar su existencia. Así ocurrió, por ejemplo, con la teoría de la “Deriva de los Continentes”, que hasta la década de 1960 tuvo una extensión muy reducida.

Pero XIX. En el siglo XVIII la edad de la Tierra comenzó a prolongarse para poder constatar los datos que poseían los científicos, llegando a pensar que para finales del siglo era de millones de años. Hoy, salvo los creacionistas, la mayoría de los científicos reconocemos que la edad de nuestro planeta se acerca a los 4.500 millones de años. Pues XIX. Hasta el siglo XX el péndulo estuvo principalmente en el lado del catastrofismo, pero a partir de entonces el péndulo pasó poco a poco hacia el gradualismo. Esta visión gradualista, sin embargo, no puede explicarlo todo y, por ello, admite fenómenos catastróficos, pero excepcionalmente.

Koldo Nuñez-Betelu

Sin embargo, las excepciones están cobrando fuerza en los últimos años. El tiempo que los seres humanos hemos observado y escrito conscientemente es muy corto, ya que apenas llega al 0,0001% de la historia de la Tierra. Si comparamos la historia de la Tierra con un año de calendario, las civilizaciones modernas apenas han observado medio minuto del último Año Viejo y los científicos de los últimos siglos apenas han pasado de tres a cuatro segundos. Por lo tanto, el principio del “Presente” supone, al menos en parte, que lo que ocurre a finales de un año en tres o cuatro segundos puede explicar todo el año.

En cualquier caso, está claro que esto puede ser válido como extrapolación e hipótesis de trabajo, pero también debe ser evidente que es limitado para los investigadores. Por ello, la explicación de todo a través de los procesos que se están llevando a cabo en la actualidad resulta imposible y existen todavía misterios relativos a las Ciencias de la Tierra, como son las extinciones de masas de los seres. Esto demuestra que algunos fenómenos y mecanismos que han ocurrido nunca se están produciendo ahora.

O que, aunque se producen en la actualidad, se han producido anteriormente con velocidades e intensidades diferentes. Pero, por supuesto, pueden volver a ocurrir y ser fenómenos muy importantes para los seres vivos, pueden influir profundamente en nuestra sociedad. Por tanto, para predecir el futuro necesitamos conocer el pasado. Esto deriva un nuevo principio que podría expresarse como “El pasado como clave del futuro”. El uso de este principio nos daría la capacidad de estar preparados ante los fenómenos que se puedan producir y puede resultar útil para la supervivencia de nuestra propia especie. En eso consiste la importancia de las Ciencias de la Tierra, que ayudan a la sociedad a leer el pasado.

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