Entre los métodos utilizados para medir el consumo de drogas ilegales y conocer tendencias, se encuentra la medición de sus concentraciones en las aguas residuales o sus metabolitos. Así, por ejemplo, han confirmado que en Europa, entre 2011 y 2017, el consumo de cocaína ha crecido considerablemente, siendo ésta la principal droga del sur y oeste de Europa.
Además de las drogas ilegales, en las aguas negras se pueden encontrar restos de otras sustancias como el alcohol, los fármacos psicoactivos, los antibióticos, la fibra, las vitaminas... En Australia, midiendo 42 indicadores biológicos en las tuberías de fecales de varias regiones, se llegó a deducir las diferencias existentes en el nivel socioeconómico de la población de una región a otra.
Al igual que estas sustancias, se pueden detectar virus en las aguas residuales. En EEUU, por ejemplo, durante años se ha utilizado este método para medir el éxito de las vacunaciones contra la poliomielitis. Actualmente se está probando el seguimiento de la propagación del virus SARS-CoV-2 en países como Estados Unidos, Holanda y Suecia.
En concreto, detectan el material genético del virus, el ARN. Según han explicado en la revista Nature los miembros del Instituto de Investigación Acuática (KWR) holandés, la detección del coronavirus en el agua es muy útil para una detección precoz de la epidemia: si en una población determinada, sin ser atendida por el coronavirus en el sistema sanitario, aparece el RNA del coronavirus en el agua, la peste ya ha llegado a esa población. Esto permite tomar medidas lo antes posible.
Sin embargo, no todos los investigadores ven con buenos ojos la detección del coronavirus en aguas negras. De hecho, se utilizan los mismos reactivos que se utilizan para ello y para diagnosticar a las personas. Y, ante la escasez de recursos, consideran que el diagnóstico de las personas tiene prioridad, y que a ello habría que destinar todos los recursos.
Por su parte, el Instituto Suizo de Tecnología considera que el seguimiento de las aguas residuales sirve para frenar la propagación de la peste y mitigar el golpe. Esto supondría un ahorro de recursos. Y la clave es el tiempo: tres días después de infectar a una persona, se puede detectar un virus en sus excrementos. Para desarrollar los síntomas y ser lo suficientemente graves como para tener que ir al hospital, pueden transcurrir hasta dos semanas. Así lo tienen claro: detectar el virus en las aguas residuales supone ganar tiempo.
Además de en esta fase de la pandemia, los investigadores suizos han afirmado que es eficaz para detectar si el confinamiento ha comenzado a expandirse de nuevo. Teniendo en cuenta que el virus SASR-CoV-2 se transmite fácilmente, que en muchas personas no produce síntomas y que en las que se enferman pasan muchos días para que aparezcan síntomas graves, es evidente que habrá que implantar sistemas de detección precoz. En caso necesario, una de ellas será la de aguas residuales.
Para ello, conviene disponer de herramientas de análisis baratas y fáciles de usar, como parece el desarrollado en la Academia China de las Ciencias.Presentado en la revista Environmental Science & Technology, es un test en papel. Al igual que en los test de embarazo, en esta parte del papel se realizan todos los pasos para la detección del ARN del virus (extracción, enriquecimiento, purificación, elusión, amplificación y percepción visual), pudiendo quemarse una vez utilizado para evitar la contaminación. Señalan que el sistema es también eficaz para detectar causas de otras enfermedades como la sequía, la malaria, el sida, la listeriosis...