Del cerebro del salmón se pueden extraer datos sobre la regeneración de los nervios. Así lo afirman Sven Ebbensson y sus compañeros de la universidad de Alaska, tras analizar el abundante salmón plateado del mar de Alaska (Oncorhychus Kisutch).
Los investigadores han descubierto que el cerebro de estos peces se recupera cuando fluyen aguas abajo. Por ejemplo, cuando el salmón cumple 18 meses, la parte del cerebro que se encarga del olfato aumenta un 70%. El número de células nerviosas aumenta y las fibras nerviosas encargadas de la visión se conectan en otros lugares del cerebro.
La sencillez del cerebro de salmón facilita mucho la detección de estos cambios. Ebbensson, para conocer las vías nerviosas, inyecta color al cerebro y analiza la propagación del color. Así, puede identificar algunos neurotransmisores y su ubicación.
En el caso de los mamíferos la especialización se produce una sola vez en el feto. Por tanto, realizar un seguimiento muy exhaustivo de los factores que controlan el desarrollo
es difícil. Por ello, los ensayos con salmones pueden ayudar a comprender mejor el comportamiento de los nervios humanos.