Conociendo en los últimos días los daños producidos por las inundaciones y sus muertos en toda Europa, me ha venido a la cabeza con más fuerza que nunca la política de los ríos que se está llevando a cabo en Euskal Herria desde hace tiempo.
Debido a las características geomorfológicas de Euskal Herria, las refinerías humanas se han desarrollado tradicionalmente en zonas de valle. Sin embargo, este fenómeno se ha intensificado a finales de este siglo, debido a que el rápido y no planificado proceso de industrialización que hemos vivido ha conducido a la ocupación masiva de nuestros ríos y riberas. Para estas acciones y para evitar la entrada de agua, nuestros ríos han tenido unas canalizaciones salvajes que se han realizado sin ningún tipo de consideración ecológica.
No podemos olvidar que desde el punto de vista ecológico el río no puede separarse de los bosques de su ribera, que son, entre otras cosas, la principal fuente de alimento para los seres vivos acuáticos. Sin embargo, su importancia no se limita a convertirse en una fuente de alimentos, ya que en estos ecosistemas los bosques de ribera desempeñan otras funciones importantes como la obtención de nitrógeno atmosférico, la capacidad de fijación de riberas, la aparición de especies de baja tolerancia a los cambios de temperatura, la facilitación de la abundancia de especies de invertebrados acuáticos y terrestres y una mayor capacidad de depuración respecto a los agentes contaminantes.
Si se tiene en cuenta todo lo anteriormente mencionado, cualquier persona comprenderá que difícilmente se está trabajando en la recuperación de nuestros ríos y arroyos si en estos trabajos se abandona la recuperación de las márgenes. Las labores de depuración que se están promoviendo, si no se llevan a cabo en paralelo a la recuperación de la estructura natural, sólo conseguirán que las aguas salgan limpias, pero nunca recuperarán la vida de nuestros ríos y arroyos.
Pues aunque no sea tan difícil de entender, parece que para los responsables de nuestras instituciones es increíble. Y es que, lejos de prescindir plenamente de la política de canalizaciones fluviales, se están impulsando con ganas.
El principal argumento que suelen utilizar para defender esta política es que las canalizaciones nos protegen de las inundaciones. Pero los desbordamientos de agua ocurridos en varios municipios con sus ríos totalmente canalizados han demostrado que la realidad es diferente.
En este sentido, la ecología tiene mucho que ver; si el río ha conservado los bosques de sus riberas y los terrenos fluviales, se absorberá una gran cantidad de agua en época de inundación, disminuyendo la cantidad de agua que fluye aguas abajo a través de la vegetación de las márgenes. Un muro de hormigón nunca podrá cumplir esta importante función de las plantas, de manera que el agua se desplace hacia abajo, aumentando el efecto de la inundación.
Además, no hay que olvidar que si las inundaciones actuales provocan mayores daños que nunca, está directamente relacionada con la fuerte deforestación que se ha producido en nuestros montes en los últimos años. Por eso, el primer trabajo que habría que hacer para luchar contra las inundaciones, yo creo que sería una planificación seria de reforestación.
Sin embargo, en las organizaciones predomina la mentalidad de un ingeniero que no ha tenido en cuenta la visión ecológica, y hasta el momento ha sido inútil todo el trabajo realizado por nuestros representantes políticos para utilizar formas más originales, eficaces y respetuosas con el medio ambiente que las canalizaciones.
Mientras tanto, muchos de los tramos de nuestros ríos y arroyos se han canalizado, siendo cada vez más difícil su recuperación.
Si conoces un río que ha mantenido su estructura natural, ve cuanto antes a disfrutar de la frescura de sus alisedas y de sus aguas limpias y vivas, que no durará mucho tiempo.