La investigación ha sido llevada a cabo en Washington por el endocrinólogo Paul Lee del Instituto de Investigación Médica Garvan de Sydney, en el Instituto Nacional de la Salud. Y los resultados han sido publicados en la revista Cell Metabolism.
“Cuando estamos fríos nuestro organismo activa la grasa parda para producir calor. Cuando esta energía no es suficiente, el músculo se contrae mecánicamente o comienza a vibrar, provocando escalofríos, generando calor. Hasta ahora no sabíamos cómo se comunicaba músculo y grasa en este proceso”, explica el médico Lee.
Gracias a este estudio, los investigadores han descubierto que las grasas y los músculos se comunican mediante hormonas específicas. Estas hormonas son las que convierten las células de la grasa blanca en pardos.
“Durante la investigación bajamos la temperatura de 18 a 12 ºC de forma gradual y durante ese tiempo tomamos muestras de sangre a los voluntarios que participaron en la investigación. A través de unos dispositivos especiales que les colocamos en la piel medimos la actividad eléctrica de los músculos y vimos que se produjeron escalofríos”, explica el médico Lee.
En esta prueba se detectó un aumento del flujo de dos hormonas por efecto del frío: irisina y hormonas FGF21. Posteriormente, durante las pruebas realizadas en el laboratorio, los investigadores observaron que la grasa blanca expuesta a estas hormonas se quemaba más rápidamente y emitía calor, es decir, cumplía la función de grasa parda. Los investigadores creen que conocer los mecanismos para convertir la grasa blanca en grasa parda puede ayudar en los tratamientos de la obesidad.