Lo sucedido con la vacuna de AstraZeneca ha creado un remolino que mezcla información y preocupación. Las aguas ya no estaban del todo calmadas: había y hay personas que renuncian a las vacunas (todas), pero también algunas favorables miraban con recelo las vacunas del covid-19, sobre todo porque las han desarrollado muy rápido y tenían dudas sobre su seguridad.
La transparencia es fundamental para generar confianza y ha sido transparente por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Es el responsable de la farmacovigilancia europea y tiene la misión de recoger, investigar y tomar decisiones sobre todas las incidencias producidas por los medicamentos. En el caso de las vacunas, este seguimiento es especialmente estrecho ya que la autorización concedida es de emergencia. Estamos en una situación de emergencia.
Es habitual que en las sesiones clínicas aparezcan efectos no descritos o medidos sobre una población extensa. También ha ocurrido con las vacunas del covid-19. Muchas de estas conclusiones han sido positivas. Por ejemplo, han visto que, además de evitar la enfermedad, son capaces de reducir en cierta medida la transmisión del virus; que son seguras para mujeres embarazadas y lactantes; que se puede alargar el intervalo entre las dos dosis de AstraZeneca, por lo que es posible poner la primera dosis a más personas de las que pensaban; que la vacuna es segura y eficaz para las personas mayores; y que en algunos con COVID persistente elimina los síntomas.
Junto a ellos se han descrito una serie de efectos adversos, tan raros, que no han dado lugar a la retirada de la vacuna o a la imposición de limitaciones estrictas. Se han medido las proporciones en las que se producen, se ha advertido de que si afecta a determinadas personas no se las entregue y se han incluido en el prospecto. La vacuna de Pfizer, por ejemplo, ha producido shock anafiláctico (reacciones alérgicas muy severas) en pocas personas que lo hacían. Por ello, no se administrará esta vacuna a las personas que presenten este riesgo.
Con la vacuna de AstraZeneca descubren que puede estar relacionada con acontecimientos trombóticos poco habituales. Esta relación está siendo investigada y, mientras aclaran el efecto causal, es añadida en el prospecto junto con otros efectos secundarios. La SEM ha dado cuenta de todo ello con transparencia y ha confirmado que la vacuna es segura y eficaz. Lo mismo ha dicho la Organización Mundial de la Salud y el resto de organizaciones internacionales de referencia.
Sin embargo, algunos países europeos han decidido no vacunar a AstraZeneca en algunas franjas de edad. No todos han definido la misma franja de edad, ni cómo van a actuar con los que han recibido una única dosis (si la segunda será de AstraZeneca, si se les dará de otra casa o si los dejarán con una sola). Eso es lo que ha provocado el remolino. Porque las decisiones no han sido compartidas y no se han basado en criterios científicos.
El pasado domingo Felix Zubia Olaskoaga explicó en este mismo periódico que la vacuna de AstraZeneca tiene mucho más beneficios que riesgos. Como él, son muchos (somos) los que tratan de resolver dudas e inquietudes, pero no es tarea fácil cuando las aguas están tan turbulentas.
Los ciudadanos necesitan asideros, números y pruebas que les den confianza. Y afortunadamente hay evidencias claras de eficacia y seguridad de las vacunas. En las residencias de personas mayores españolas, por ejemplo, el covid-19 causó dos muertes la semana pasada, que hace dos meses fueron 791. Por su parte, la vacuna más extendida del mundo es la de AstraZeneca: Se emite en 115 países y, fuera de Europa, no han encontrado motivos para interrumpir o restringir la vacunación. Por último, en países donde las vacunaciones están muy avanzadas (Israel, algunos lugares de Estados Unidos...) han empezado a flexibilizar las medidas preventivas.
Las vacunas no darán solución definitiva. Falta mucho para introducir la mayoría de la población y no se puede saber cuándo se alcanzará la inmunidad grupal ni si es alcanzable. Durante un tiempo será necesario mantener nuestras medidas de prevención y quizás sea necesario establecer otras estrategias (la estrategia Zero Covid, por ejemplo, está dando buenos resultados en algunos países). Pero, de momento, las vacunas son las presas más fuertes para salir del remolino.