Fuera de focos, min

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

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Ed. De archivo

El 11 de febrero se celebró el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia. Las mujeres científicas tuvieron mayor repercusión en los medios de comunicación de lo habitual, destacando los pasos dados en materia de igualdad en el ámbito científico-técnico. Paralelamente, se realizaron numerosas acciones, como por ejemplo, para atraer a las jóvenes al mundo de la ciencia, especialmente a disciplinas minoritarias (física, algunas ingenierías, informática…). Pero que el exceso de brillo no cegue: cuando los focos se apagan, el entorno está muy oscuro.

Prueba de ello es el número especial que la revista de medicina The Lancet ha publicado con motivo de este día. El título de la editorial no deja lugar a dudas: “El feminismo es para todos”. Los artículos de investigación que componen el número llevan el título por motivos.

En uno de ellos, por ejemplo, se han analizado 11,5 millones de investigaciones publicadas entre los años 1980 y 2016, y la conclusión es lamentable: en las investigaciones médicas las mujeres están infravaloradas y no se tienen en cuenta las diferencias genéticas, fisiológicas entre los sexos, ni los efectos diferenciales de los medicamentos sobre unos y otros. Todavía los hombres son el centro: a menudo son los jefes de investigación, son ellos los que son la medida y para ellos se diseñan los tratamientos.

Para superar los problemas que ello conlleva, hace unos años las instituciones tomaron medidas, como el Instituto de Salud de EE.UU. tiene criterios claros para utilizar también células y animales hembras en los experimentos y para que las mujeres también participen en las sesiones clínicas. Existen medidas similares en la Unión Europea.

Sin embargo, el estudio de The Lancet revela que estas medidas son insuficientes: Ocho de cada diez medicamentos retirados del mercado entre 1997 y 2001 eran más perjudiciales para las mujeres que para los hombres.

La excusa más utilizada para excluir a las mujeres en las pruebas clínicas es que son más azarosas debido al ciclo menstrual. Sin embargo, en algunos aspectos se ha demostrado que los hombres presentan mayores fluctuaciones que las mujeres. Y, sin embargo, ¡qué difícil es derribar estereotipos!

El dolor es un ejemplo. Un artículo científico de 2001 se titula: “Chica que grita con dolor: derrame contra las mujeres en el tratamiento del dolor”. El artículo indicaba que, en general, las mujeres tienen más dolor que los hombres, es más profundo y dura, y sin embargo, el tratamiento que se les da es menor.

Pues bien, según otro estudio publicado en 2017, la situación no ha variado, al menos en el tramo de edad analizado (18-24). La investigación muestra que los médicos tienden a infravalorar el dolor de las mujeres jóvenes. Esto es habitual en casos de endometriosis y agresiones sexuales, entre otros. Ya es hora de poner los focos en los rincones más oscuros y reivindicar “Yo te lo creo”, también en la ciencia.

Publicado en Berria

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