“Después de la tormenta calma” dice el dicho, y algunos físicos estadounidenses han calculado en qué medida la lluvia calma la atmósfera, es decir, cuánto le quita la energía. Según los resultados publicados en Science, este factor puede influir más de lo esperado en la circulación atmosférica.
El Sol aporta energía en forma de calor al aire de la superficie terrestre. Y por la tendencia de este aire a pasar calor al aire frío superior, parte de ese calor se transforma en energía cinética (movimiento). De esta forma se generan los vientos y la propia circulación del aire. Y por último, esa energía cinética que se acumula en la atmósfera se disipa sobre todo por medio de las turbulencias, o al menos eso se pensaba hasta ahora.
De hecho, durante la lluvia también se consume energía atmosférica como fuerza de fricción entre las gotas de lluvia y el aire. A partir de los datos tomados por el satélite para medir la lluvia tropical de la NASA, han calculado que la energía disipada como fuerza de rozamiento de las gotas de lluvia es igual a la que se gasta en las turbulencias, por lo que es un factor a considerar en el balance energético de la atmósfera.