Un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad del País Vasco ha descubierto la función del olor a hongos. De hecho, se ha comprobado que las esporas asexuales de los hongos son las responsables de la emisión de los compuestos volátiles que producen este característico olor, evitando la germinación de las esporas cuando se acumulan en su entorno.
Aunque cada hongo emite una combinación de sus compuestos volátiles (denominados huella dactilar volátil), muchos de estos compuestos se encuentran en todos los hongos, como el alcohol 1-oct-3-ol. Este es el compuesto estudiado por los investigadores de la UPV en la especie Aspergilus nidulans. Dado que este alcohol evita la germinación de las esporas, los investigadores han llegado a la conclusión de que la función del alcohol es dar a conocer la densidad de esporas en un determinado medio. Cuantos más olores hay, más esporas hay, por lo que es más inapropiado para germinar. Sea cual sea la causa, la dispersión de las esporas conduce a la desaparición del compuesto volátil y a la germinación de las esporas.
Los procesos que definen las fases de desarrollo de los hongos responden a dos tipos de señales: las estímulas del medio y las señales endógenas autorreguladoras. Por ejemplo, han visto que la salida a la superficie terrestre y el contacto con la atmósfera es una quinada de gran fuerza para crear esporas asexuales (conidios). Estas esporas se fecundan después cuando las condiciones de crecimiento son adecuadas. Sin embargo, los investigadores de la UPV han descubierto que las esporas también emiten señales que interrumpen la germinación cuando se acumulan mucho. De este modo, garantizan una colonización efectiva del suelo.
Además de encontrar el efecto regulador del alcohol 1-octen-3-ol, los investigadores han demostrado que un compuesto asociado (3-octanona) inhibe el crecimiento del propio hongo si se coloniza de forma exagerada un medio e impulsa la producción de esporas. El descubrimiento de este segundo mecanismo indica que el lenguaje de los compuestos volátiles es significativamente más rico y complejo de lo esperado. El trabajo realizado ha sido publicado en la revista Fungal Biology.