Ecoetiqueta europea

El “consumo verde” es un fenómeno emergente. Cada vez es más común que las etiquetas que reivindican que no dañan el medio ambiente se vean en todo tipo de productos. La desconfianza de muchos consumidores ha crecido en la misma medida que los productos verdes, preguntando si lo que dicen las etiquetas es creíble. Preocupado por este problema, la Comisión de la Comunidad Económica Europea quiere poner en marcha para el próximo mes de octubre un sistema que asegure la autenticidad de las etiquetas verdes.

Papel, detergentes, sprays, electradores, etc. se tendrán en cuenta en este sistema pero no se tomarán alimentos ni medicamentos. Estos últimos siguen teniendo una normativa estricta y no se ha querido volver a entrar en esta materia. Los productos que cumplan los estándares establecidos tendrán derecho a una “ecoetiqueta”. Esta ecoetiqueta tendrá forma de flor y sustituirá a los pétalos por 12 estrellas de la Unión Europea.

La definición de estos estándares ha sido, lógicamente, el trabajo más importante. Para ello se ha realizado un nuevo planteamiento. Por ejemplo, en el caso de una lavadora no sólo se tiene en cuenta el consumo de uso sino también los consumos energéticos del proceso de fabricación y las consecuencias del transporte. De esta forma se realiza un análisis de ciclo de vida completo del producto y se definen los pasos que tienen mayor incidencia ambiental en este ciclo.

Sin embargo, y a pesar de disponer de una información exhaustiva a lo largo de los pasos del ciclo de vida del producto, es necesario establecer alguna medida que permita comparar diferentes tipos de contaminación para poder realizar comparaciones entre productos. Para establecer las equivalencias de impacto ambiental se ha utilizado el concepto de volumen crítico. Por ejemplo, si el límite admisible de un contaminante del agua es de 1.000 ppm y el de otro contaminante del aire de 500 ppm, ambas cifras se consideran equivalentes.

El planteamiento es discutible, por supuesto, pero de momento es la forma más científica que se ha encontrado y que se presentará para su aprobación por parte del productor. Por otro lado, este análisis paso a paso pone de manifiesto la dimensión de la responsabilidad de cada uno de ellos, tanto del productor como del consumidor o usuario.

Como ya se ha comentado, con este esquema se ha querido añadir la cientificidad a todo el sistema, pero el problema es más complicado. El deseo de definir un consumo inocuo o aceptable para el medio ambiente incluye contradicciones. El aumento del grado de información y sensibilización de los productores y consumidores requiere de un largo camino en los próximos años.

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Eusko Jaurlaritzako Industria, Merkataritza eta Turismo Saila