Desde el punto de vista darwinista, la competencia no sólo es una condición necesaria para la evolución, sino también la causa principal de las extinciones. Darwin explicaba la evolución como: “Cada nueva especie surge y perdura de ventajas frente a otras que compiten con ella, lo que constituye la esencia de la selección natural.
En consecuencia, las desventajas se destruyen”. Si fuera así, la frecuencia de las extinciones sería muy constante, pero el registro fósil muestra lo contrario, que la frecuencia es muy variable. Aunque las destrucciones son constantes, en determinados momentos del tiempo geológico han sido muy abundantes y se denominan “destrucción masiva”.
El propio Darwin reconoció que hubo destrucciones masivas y las expuso como huecos del registro fósil. Pero el carácter esporádico de las extinciones masivas demuestra que el papel de los factores no bióticos es más importante que el de los modelos darwinistas. Por tanto, la exclusión progesiva a través de la competencia y las extinciones que se derivan no son frecuentes. Pero, ¿tiene que ver la ventana con la evolución? Sí. La competencia intrínseca es la característica principal de la evolución a través de la selección natural y la “lucha por la vida” es la capacidad de adaptación de los seres vivos.
Por otro lado, existe una competencia interespecífica que puede alterar los caracteres de especies similares que habitan en la misma zona. Sin embargo, la especiación y la divergencia de adaptación son dos aspectos diferentes de la radiación de adaptación y su relación es muy compleja. En el modelo darwindar, ambas se unían en un único concepto, siendo la divergencia de adaptación el principal provocador de la especiación. El principal rasgo de la especiación es el aislamiento reproductivo, que puede llegar por diferentes vías según los modelos biológicos actuales. Por ejemplo, dos especies procedentes de la misma especie pueden reencontrarse en un mismo nicho tras un tiempo y competir.
Si no hay competencia o no es muy dura, puede producirse una hibridación entre estas dos nuevas especies y la creación de una nueva especie. Aunque inicialmente se excluyen entre sí por medio de la competencia (creando una distribución parapráctica), se consolida la transformación de las características fisiológicas y finalmente se produce la divergencia de los nichos entre especies o radiación de adaptación post-especiacional. Por lo tanto, la competencia interespecífica puede ser la fuerza principal de las radiaciones adaptativas, siempre y cuando existan nichos potenciales no llenos previamente.
Tras las destrucciones masivas ocasionales aparecen nichos vacíos. Estos nichos se llenan de radiación y especiación. Hasta ahora las extinciones masivas han sido abióticas, provocadas por las profundas crisis del entorno. En estas crisis el entorno cambia demasiado rápido y demasiado para poder adaptar la mayoría de las especies y se crea un colapso ecológico. Tras la destrucción, las radiaciones adaptativas intra e interespecíficas, incluidas las interacciones bióticas, se convierten en especiaciones, radiaciones y colonizaciones biológicas. Como hemos dicho, y nosotros sabemos, la causa de las extinciones masivas hasta ahora ha sido abiótica, pero ¿qué ocurrirá si los seres humanos generamos la siguiente destrucción masiva, es decir, si la causa de la siguiente destrucción es biótica?