Se sabe que los animales niegan o hibernan para combatir el invierno rojo. Hay tortugas que llevan más lejos la adaptación al frío, se congelan. Conocer cómo sobreviven estas tortugas tras congelarse para facilitar los trasplantes de órganos humanos puede ser de gran utilidad.
Las tortugas del género Chrysemys picta marginata ponen sus huevos en agujeros poco profundos en verano. Las crías nacen en otoño. En lugar de que las crías salgan al exterior, profundizan los agujeros y permanecen hasta la primavera.
En estos orificios la temperatura invernal alcanza -8ºC. Se congela la mitad del agua del cuerpo de las tortugas. Cuando llega el calor, comienzan los latidos del corazón, después comienzan a respirar y finalmente comienzan a moverse. Su comportamiento se hace completamente normal.
Cuando las células animales se congelan se contraen, por lo que se explotan y se destruyen. Esto no ocurre en estas tortugas. Como se ha podido observar, las células de estas tortugas contienen concentraciones anormales de glucosa, glicerol y taurina. Estas sustancias impiden en gran medida la contracción celular.
El otro problema de la congelación es la anorexia. Cuando la sangre deja de moverse, el oxígeno no llega a las células y el suministro se interrumpe. Los tejidos pueden trabajar sin oxígeno, pero el metabolismo anaeróbico alternativo requiere grandes cantidades de glucosa. El lactato resultante del metabolismo de la glucosa se ha encontrado en las tortugas congeladas.