Según un informe publicado por un grupo internacional de expertos en la revista The Lancet, la mala gestión del COVID-19 ha causado millones de muertes evitables. El informe ha sido elaborado por más de 28 expertos de todo el mundo y de diferentes disciplinas (políticas públicas, gobernanza, epidemiología, vacunas, economía, sostenibilidad, salud mental…) con la colaboración de más de 100 colaboradores durante dos años. Además de recoger los errores cometidos, hacen propuestas prospectivas.
El primero de los puntos destacados hace referencia al origen del SARS-CoV-2. Aún no saben con certeza cómo apareció y llegó este virus a los humanos, pero su aclaración les ha parecido importante para evitar que se produzcan en el futuro.
En su opinión, la Organización Mundial de la Salud actuó con demasiada lentitud y prudencia en cuestiones fundamentales como la emergencia, la recomendación de las máscaras o la aceptación de la transmisión aérea.
La coordinación entre gobiernos tampoco fue adecuada y, además, los ciudadanos no consiguieron adoptar medidas como la falta de transparencia, la deficiente comunicación y la desinformación.
Por otro lado, subrayan que en las políticas públicas no se han tenido en cuenta los comportamientos -ciencias y ciencias sociales - y no han sido capaces de apropiarse de las diferencias sociales y responder adecuadamente. Así, el daño ha sido manifiestamente acusado entre los grupos más vulnerables: minorías, ingresos bajos, niños, mujeres, desempleados…
Aunque reconocen que el desarrollo de las vacunas fue rápido, denuncian las injusticias que se han producido en la propiedad y en la distribución. En este sentido, han advertido de que la salida de los países empobrecidos del foso depende en gran medida de la vacunación y han solicitado financiación internacional.
Paralelamente, han puesto de manifiesto que los Objetivos de Desarrollo Sostenible han sufrido un retroceso considerable en muchos países, y que no hay financiación para alcanzarlos, ni siquiera para cumplir la Convención del Clima de París.
Entre las recomendaciones destacan la necesidad de una coordinación global en la vacunación, los tests, el tratamiento de las nuevas infecciones y del COVID permanente, las medidas, la seguridad de los lugares de trabajo y las ayudas económicas y sociales para el aislamiento.
Llaman a la OMS a clarificar el origen del virus y a reforzar el Consejo Científico para establecer prioridades de salud basadas en evidencias científicas. También se aportan criterios para la composición de esta Comisión: Deben ser de todos los ámbitos de la OMS, jóvenes y pareados. Se dan recomendaciones para consolidar la propia OMS.
Han puesto el foco en la prevención de enfermedades emergentes y en garantizar sistemas sanitarios públicos que velen por el cuidado de todos, desde el nivel global hasta las comunidades. Además, cada país debería disponer de recursos para prevenir y responder a los riesgos sanitarios futuros.
También proponen la creación de un nuevo Fondo Global de Salud, estrechamente vinculado a la OMS. Su función principal es la de coordinar los fondos existentes y obtener una nueva financiación de los recursos de control de enfermedades para atender las pandemias y reforzar la atención primaria.
El objetivo final es aprender de lo ocurrido y construir un sistema político de salud sólido y fuerte que garantice la salud y el bienestar de las personas.