Una empresa textil escocesa fue sorprendida por la petición de una compañía espacial de Washington de construir una larga y extensa red para traer desde el espacio a la Tierra viejos satélites. La mecánica del sistema, aunque parezca sorprendente, es bastante sencilla: Una red metálica de 2x10 kilómetros es lanzada a un satélite situado en el espacio, unido como una cometa para jugar al satélite. Esta red se mantendría gracias a la diferencia de fuerzas de gravedad entre los extremos y al campo magnético terrestre se generaría la diferencia de potencial entre los dos extremos de la red.
Por otra parte, el espacio alrededor de la Tierra está lleno de protones y electrones expulsados por el Sol, y al ser la red conductora se generaría corriente gracias a la diferencia de potencial entre ambos extremos. Al pasar la corriente por la red se pierde energía, lo que reduce la velocidad de la red, frenando el satélite. Al perder velocidad el satélite pierde la órbita estable y cae hacia la Tierra, destruyéndose al atravesar la atmósfera.